martes, 5 de enero de 2016

ENCADENADOS

                                                                  ENCADENADOS

Si enfermaba ella él sufría como un condenado, todo lo que hacían y decían, eran pura  sincronización, solo tenían que mirarse a los ojos para saber que ambos se deseaban, se entregaba con pasión y se levantaban al día siguiente con las mismas ganas de ir al trabajo, de desplegar la misma  simpatía, y de hacer el mismo cupo de ventas llegada la semana en los grandes almacenes.
Estaban encadenados el uno al otro, todo lo que pensaban, la música que escuchaban, los colores con la que decoraron su casa, los muebles, el estilo minimalista que usaban. Los padres estaban hasta cierto punto sorprendidos, no discutían jamás, él, Juan, tenía una paciencia infinita, asunto ese que los diferenciaba notablemente. Laia era pasional y sincera, con unos sentimientos especiales hacia Juan, le brillaban los ojos cada vez que lo miraba, en cuanto a él la miraba cual si fuera una diosa, tuvo no pocas discusiones con amigos y conocidos, incluso con extraños cuando salían de casa e iban a algún local nocturno a festejar el amor que se profesaban.
Así estuvieron años y años, pasaron muchos cumpleaños juntos y en familia, eran la envidia de todos aquellos que tenían como propósito el llegar algún día al matrimonio. En una visita rutinaria al médico, este les hizo saber que Laia tenía una enfermedad incurable, sin saber cuánto tiempo le quedaba de vida, Juan estuvo a su lado todo el tiempo que le fue posible. Seis meses después murió, y con ella Juan, que hasta entonces había sido persona, una persona feliz y enamorada de la vida, que le transmitía su propio impulso para vivir, su esposa Laia
Los amigos y el resto de la familia trataron de animarlo, de hacerle ver que la vida tiene grandes horizontes y que se pueden alcanzar.   Cuenta con nosotros para lo que te haga falta, estamos ahí para eso.  Va, palabras, palabras vacías que no tenían ningún sentido para él, solo resonaban en su cerebro las palabras, las expresiones unas graciosas otras ácidas de su esposa muerta, Laia, sonríe y luego llora, no hay nada que le sorprenda, nada que lo anime, nada que le haga inmutarse, se va poco a poco consumiendo. Llegan las vacaciones, la ciudad se queda vacía, todos tienen sus planes unos solos, otros en grupo, y otros tienen planes para irse al extranjero durante unas semanas.
Pocas personas son las que se acuerdan en esos momentos de Juan, y cuando lo hacen al volver, lo llaman, le quieren contar cosas con el fin de animarlo, de decirle que el próximo año no van a permitir que se quede solo en casa, que le van a obligar a ir con ellos porque a Laia le habría gustado que así fuera, que se divirtiera, que todavía es joven y merece la pena vivir la vida a tope.
Todos llaman a su casa, los teléfonos de todos echan humo con tal de comunicarse con Juan, ahora es el tiempo para poder hablar con él. Nada, un par de buenos amigos se acercaron a la urbanización, la unifamiliar estaba todavía desierta, llamaron a la puerta principal, nadie contestó, Roberto dio la vuelta por el jardín y la puerta que daba a la cocina estaba abierta. Entró con cuidado sin tocar el pomo de la puerta, abrió con la manga de la camisa, llamó a Juan, ninguna respuesta. Subió la escalera y al empujar la puerta de la habitación de matrimonio, se encontró a Juan reposando de lado con los brazos entre las piernas, estaba muerto. Puso los dedos sobre la vena yugular y no latía, en posición casi fetal descansaba con una sonrisa en los labios.
Las noticias corren como la pólvora, sobre todo si son malas, al poco llegó la policía científica, la familia fue llegando poco a poco, todos entristecidos y cariacontecidos llegaron al lugar, nadie podía creer el suceso.
El forense no halló explicación alguna a la muerte de Juan, no había fallo cardíaco, no había rastro alguno de venenos en el cuerpo, al final y con cierto aspecto de sorpresa, se sacó la mascarilla y dijo a la policía y familia más tarde…   Creo y hace muchos años que no me encuentro con un caso así, este hombre se ha dejado morir, está desnutrido, deshidratado, no quería vivir.


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