lunes, 11 de enero de 2016

¡QUE TODOS FUÉRAMOS IGUALES!

                                                         ¡QUE TODOS FUÉRAMOS IGUALES!

Bueno… esto estaría bien si fuera para bien, es decir, si todos fuéramos buena gente, de lo contrario, si fuéramos malos, este mundo sería una debacle, una anarquía sin control, llevando cada cual una pistola en el bolsillo o cualquier otro elemento que pudiera herir de muerte a otra persona. Por cierto, hay países como en Estados Unidos, donde cada cual puede llevar un arma enseñando su carné y hacerse así más valiente o por simple seguridad.
Si todos tuviéramos el mismo punto de vista del valor de la vida, nuestra mentalidad cambiaría, sin duda alguna. Pero no es ese el caso, todos queremos tener nuestra parte de razón y ésta está tan arraigada en la gente, que pasamos por alto el valor de la lógica, la lógica de porqué nacemos, de porqué vivimos, de porqué queremos lo mejor para nuestras familias y en consecuencia, de lo que estamos dispuestos a hacer para defender sus intereses que son los nuestros. Son seres de nuestra propia sangre, desarrollamos de forma automática sentimientos de propiedad para con ellos, eso es bueno, pero dejando los rifles en casa, las pistolas y otros cachivaches que pueden acabar llevándonos delante de los tribunales.
Seguro que en nuestros oídos, resuenan aquellas palabras de Cristo cuando estaba con sus discípulos en el monte de los olivos, Pedro le cortó la oreja con un cuchillo a Malco el guardia que se precipitó a aprender a Jesús y este contestó…  Guarda tu cuchillo Pedro, porque quién a hierro mata a hierro muere. No es el caso de entrar en clases de religión, no me interesa, ni tampoco aplica al tema que nos ocupa. Es fascinante sin embargo, saber que en muchas ocasiones, cuando se ha tratado de razonar con alguien de carácter violento, desisten de hacer el mal que tenían programado.
Esta reacción de por sí, significa que muchas personas actúan de forma precipitada, sin saber muy bien el porqué. En una ocasión, estaba esperando a la puerta de un bar a un amigo, yo hablaba por el móvil, es un móvil caro y los cacos se fijan en todo, en definitiva me asaltaron dos chavales de no más de dieciséis años.    Danos el móvil o te pinchamos hijo de puta.  El insulto final era para darle peso a la amenaza.   Disculpad les dije, estoy teniendo una conversación muy importante con un amigo mío que es policía, os agradecería que tomarais otro camino, no es bueno para nadie el que además de amenazarme con robarme os esté escuchando la autoridad, os he visto la cara a los dos y es seguro que si yo os conozco, ellos también. Todo quedó en una pura anécdota, no perdí la compostura y ellos se pusieron tan nerviosos que no atinaban a subirse a los monopatines, su medio de locomoción.
Me pregunto… ¿Qué hacían esos chicos fuera del colegio, en qué clase de ambiente estaban siendo educados? Eso cuenta mucho, y de alguna forma esa es la raíz del problema, que los padres no paran en casa por trabajo o alguna otra razón, o que ya les está bien, que sean así, para que se desarrollen como auténticos hombres en un futuro más o menos cercano.
De cualquier forma, es muy penoso tener que ir de manera más o menos continuada a comisaría, a dar explicaciones o sacarlos de una celda. No, definitivamente no todos somos iguales, pero todos somos parecidos, es un paso más que el humanismo nos ha enseñado a dar en pro del progreso de la sociedad.


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