PAPELES Y MATERIALES
COMBUSTIBLES
Entré
en aquella especie de caverna oscura, llena de anaqueles que rebosaban libros,
legajos y cuartillas, que seguramente pertenecían a alguna otra parte que estaba
en la parte opuesta de la librería, si se le podía llamar así, donde esperaban
las cubiertas de piel con las cantoneras rotas. De pronto pensé que si alguien
entraba fumando en aquel local, podría volverse a repetir la famosa noche de
los libros quemados, que organizaron las juventudes hitlerianas. El olor que se
percibe cuando entras en un lugar así es indescriptible, no lo digo por lo
desagradable, lo digo por lo viejo y hasta extraño que resulta.
Por
otra parte, es la única forma de recuperar lo que ya no se encuentra en ningún
otro lugar. Resulta algo así como estar en mitad de una gran pradera llena de
flores, con manantiales de agua fluyendo por todas partes, regando todo lo que
hay a su alrededor llenándolo todo de vida, pero por otra parte, la flor más
exótica, la más hermosa, la más valiosa, es la que está escondida en el
interior de la más profunda caverna, llena de recovecos y pasadizos jamás
explorados.
Eso
era para mí ese lugar en ese momento la librería que acababa de descubrir.
Seguro que si alguien me estuviera mirando, pensaría que era un pobre loco que
venía de otra civilización, sin saber que hacer ni adonde ir. Entonces se me
iluminó la mente como si alguien hubiera hurgado en mi memoria, ¡el libro…!
dije para mí, mi primer libro, sería mucha casualidad que lo encontrara aquí.
Entré con decisión y le pregunté al librero, un hombre de rostro enjuto y
arrugado, ataviado como la propia librería, con un guardapolvo gris mal
abrochado si tenía alguna versión antigua del “hijo de la parroquia” o también
llamado “Oliver Twist” escrito por Charles Dickens. Había encontrado en un
rastrillo “Moby Dick” de Herman Melville, y también “Peter Pan y Wendy” cuyo
autor fue todo un éxito de ventas, una novela de James Matthew Barrie.
No
puedo definir como me siento cuando leo estos libros, al fin y al cabo son
novelas y cuentos de ficción, sin embargo me apasionan, me devuelven a la
infancia, los contrasto con la vida actual, con mi propia vida, trato de
extraer de ellos el espíritu que quieren transmitir, que entre la ficción y la
realidad no hay tanta diferencia, que podemos ser infantes, es más, debemos ser
infantes en determinadas circunstancias, para ser más próximos a las personas
de nuestro entorno. La lástima es, que no siempre tenemos la misma actitud, para
mantener esas condiciones que por otro lado es absolutamente necesario.
La
vida pasa muy deprisa, si no tenemos tiempo
de leer o recordar estos instantes deliciosos que pasamos cuando leímos o hasta
estudiamos en su día estos fabulosos libros, perdemos un poco el sentido de la
vida. Doy gracias de encontrarme sin saber por qué dentro de aquella caverna,
allí, tiempo después, establecí una buena amistad con el librero, siempre que
sabía que iba a visitarlo, me tenía preparados unos cuantos cuentos, y fábulas,
Jean de la Fontaine, Félix María Serafín Sánchez de Samaniego Zabala.
Auténticas joyas que en parte había leído ya, pero ahora los tenía en mis manos
y no me importaba el precio que tuviera que pagar.
Sí,
si tengo que pagar el precio que convenga cuando encuentro un libro que me
interesa lo pago, para mí los libros aunque sean viejos, o estén hechos una
pena, jamás se los debe usar como material combustible.
-------------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario