ACEPTO PERO CON CONDICIONES
Es
lo peor que la escuché decir en todos los años que estuvimos juntos. No me
jodas, cuando estás de acuerdo en algo, cambiar de trabajo, de domicilio,
decides tener un hijo, lo que sea, no se pueden poner condiciones como si estuvieras
comprando en un mercado, regateando el precio de la mercancía que te interesa.
No hombre, las cosas no son así, so pena que te quieras cargar la relación.
Hablar tranquilamente las cosas, cuestionarlas, discutirlas, hasta ahí bien, ¡pero
poner condiciones…! De eso nada, las condiciones pueden implicar un sinfín de
cosas, que pueden dar al traste con el propósito inicial de llevar a cabo el
procedimiento.
Además
está el hecho de que las cosas puede que no salgan como ambos desean, ¿entonces
qué, quién paga el pato? Es mucho más justo, más equitativo, decir que no desde
el principio, que poner condiciones. Cada cual por su lado y si cae, cae uno
solo, el otro queda liberado de todo compromiso, pero de forma incondicional, puede
que el que fracase en su intento sin el beneplácito del otro diga… ¿Lo ves?
ahora te jodes tú, te has metido en el fango, pues sal tú solito de él. Pero el
que ha caído ha caído con la cabeza bien alta, sin venderse, sin condicionar
sus acciones a la otra persona.
Las
condiciones se pueden usar para efectuar determinado trabajo, quizás se nos
pida demasiada responsabilidad para lo que se nos va a pagar, ahí sí que es
justo hablar de condiciones, del sueldo, del horario, de un sinfín de cosas que
son elementales saber. En cuanto al resto de asuntos de la vida, pocas cosas
deben hacerse poniendo por delante condiciones. Las condiciones pueden llegar a
ser, una coacción camuflada de determinados intereses. La vida no se camina
bien poniendo palos en las ruedas a cada momento, así el carro no anda.
Siempre
recuerdo como lección principal, el día que llegué a casa de mis futuros
suegros a pedir la mano de su hija, todo era alegría y alborozo. Cuando
comenzamos a salir a la calle cogidos de la mano como novios, no había nada que
ella deseara, que yo no procurara complacer, así las cosas siguieron hasta
mucho tiempo después de nuestra boda. Luego, a medida que íbamos intimando y a
la vez conociéndonos, tomamos algunas decisiones importantes y las tomamos los
dos sin condiciones, con valentía, la que nos proporcionaba nuestra juventud.
Pasados
unos años más, seguíamos estando de acuerdo en casi todo, digo en casi todo
porque en algunos aspectos de nuestra vida comenzaron a haber criterios
diferenciales. Hasta que llegó el momento que comenzamos a usar las condiciones
como moneda de cambio para determinadas cosas, entonces fue cuando las cosas
comenzaron a ir mal.
No
digo que fuera ella la culpable, no, ni mucho menos, pero esas marcadas
diferencias que exigía nuestra propia razón, nos llevó a discusiones
acaloradas, pero todavía nos queríamos y se pasaba pronto el enfado. Todavía no
sabíamos usar las condiciones para lograr nuestros objetivos. Pero al poco
tiempo, manejábamos situaciones difíciles, complicadas a base de usar
condiciones, eso nos mató. Nos mató en el sentido que nos alejó al uno del
otro, ahora todo era… “Pero con una
condición…”
Nos
perdimos una vida llena de futuro, con hijos a medio criar, con valores morales
que se fueron perdiendo, por culpa de nuestra cabezonería. Y ahora, después de
tantos años que no puedo discutir con ella de forma pacífica, la extraño tanto…
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