UNA SIMPLE CUESTIÓN
DE CREDULIDAD
Poco cuesta
cuestionar un acontecimiento o un suceso, sacar conclusiones de cosas terribles
que pasan a diario. Como simple ejemplo, podemos poner el atentado contra las
torres gemelas, el once de septiembre del 2001. Desde entonces, hubo un cambio
en los Estados Unidos de América, que causó todo tipo de especulaciones acerca de
la gente que eran de religión islámica, y que vivían desde su nacimiento allí.
Por otro lado, detractores de lo sucedido en la isla de Manhattan, reportajes
que se distribuyeron por todas las redes
sociales, explicaban que aquello estaba orquestado por el propio gobierno
estadounidense.
Creer en que fue un
simple ataque suicida es creíble, igualmente lo es que fuera algo preparado de antemano,
murieron relativamente pocas personas. De manera que es simplemente cuestión de
opiniones, los humanos somos como las ovejas que van en masa allá donde el
pastor las manda, el poder sobre las masas es cruel e imperativo para aquellos
que quieren mantener el poder a toda costa.
Puede que solo sea
cuestión, de vender excesos de armas que se revenden a los señores de la guerra,
y que paguen su precio en oro, o en petróleo, gas natural o cualquier otra cosa
necesaria para la supervivencia de un país. Para el resurgimiento de odios
raciales, de rebeliones que son del todo innecesarias. Lo asombroso de todo
esto es, que nuestros hijos, todavía pequeños, ven a diario barbaridades,
asesinatos, decapitaciones, ahorcados en pro de la justicia de un país. Y muy a
menudo de manera obligada, ¡porque papá no quiere perderse las noticias! Las madres
son más sensibles a estos asuntos, recuerdo en mi propio caso, que mi mujer me
decía en voz baja… ¿Por qué no cambias de canal y les pones dibujos animados
hombre… que son niños?
Ciertamente, las
cuestiones de elección de, que ver, y que creer, son asuntos simples, hasta los
consideramos exagerados. La realidad es la realidad, no se puede cambiar ni
modificar, los efectos devastadores que pueden llegar a causar, repercuten en
el futuro, esa es la verdad.
Probablemente el
asunto es simplemente que somos descuidados, puede que hasta negligentes,
creemos en nuestros criterios, confiamos en nuestras capacidades, ¿porqué…? Porque
somos padres y tenemos el derecho sobre los hijos, sin ver de manera objetiva,
que somos ante todo responsables de ellos. Si podemos evitar que nuestros
hijos, vean y naveguen por Internet libremente sin controlar lo que ven, ni
siquiera con un sencillo móvil, a los servidores de esta súper red les interesa
y mucho que la gente se introduzca en las páginas que sugieren, y muchas de ellas,
son terribles armas sicológicas que dañan la mente de la gente. Digo gente en
general, ¡Cuánto más con nuestros hijos…!
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