sábado, 22 de agosto de 2015

GLORIA A LOS MAESTROS

                                                           GLORIA A LOS MAESTROS

A todos ellos les debo muchas cosas, el modo de hablar, las normas morales y otros compases que se deben seguir en la vida, cálidos abrazos, sentidos besos, todo eso y mucho más que se me hace difícil de contar. Cada cual y a su modo, han establecido patrones de vida en momentos determinados a mi paso por la vida. En algunos casos maestros de la escuela, unos por su bondad y paciencia, otros por su tosquedad y malas maneras, pero aun así, les debo el que me hayan enseñado en mi educación, combinada con la práctica de la calle, al tratar con otros, que  nunca debo de dejar de ser persona.
Hasta con el más infame de los humanos, podría ahora desarrollar odio, no quiero conocerlo, enfado sí, es normal, cuando te enfadas llega un momento en el que no estás para historias, en algunos momentos merece la pena estar solo, sentarte en un parque o encerrarte en una habitación a oscuras, es preciso hacerlo antes que salgan de nuestra boca, palabras hirientes que requieran más tarde pedir excusas.
Tengo comprobado, por lo menos en lo que a mí se refiere, que soy bastante paciente, sin embargo salto en el momento menos pensado por la más mínima cosa, no sé, porque alguien levante la voz o suelte una palabra altisonante, y en ocasiones sin darme cuenta, estoy metido en una batalla que no es mía. ¿Os parece de locos…? Bien, pues entonces lo estamos todos un poco, porque lo que acabo de decir, es lo más común entre los seres humanos, si nos paramos a pensar, nos hubiéramos ahorrado muchos disgustos, por meternos en asuntos que no nos conciernen.
La sociedad nos invita a discutir, a pelear, precisamente por ser seres políticos, nos gusta que nos alaben cuando hacemos algo bien, nos desagrada el que nos miren de forma sospechosa desde nuestro punto de vista. Eso no es que nos haga imperfectos, nos deshumaniza, y eso hace de por sí, que traslademos estas inquietudes a otros campos que ya están abonados, para que sembremos la simiente de la discordia. La envidia lo invade todo, desde un miembro de la familia, hasta alguien en el trabajo. Nos envalentonamos y tratamos de no dejar nada al azar, lo queremos controlar todo. Esto me trae a la mente un pensamiento de Confucio “Todos cuando entran en una habitación oscura, se fijan en la luz que hay en el interior, pocos se fijan en el candelabro que lo sostiene”.
Sea cual sea el ámbito donde nos movamos, interrumpimos conversaciones, llevamos lo que se habla a nuestro terreno, allí, llevando las riendas de lo que quiera que se diga luego, nos sentimos seguros, nos relajamos, subimos a nuestro pequeño pedestal y nos sentimos como semidioses.
Mal asunto ese, quién quiere ser maestro antes que aprendiz no irá nunca ningún lugar, todo lo que hará será sembrar de ruinas cuanto pise, como lo que se decía de Atila el rey Uno “Por donde pisa mi caballo no vuelve a crecer la hierba”.

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