DUELE PERO HAY QUE DEJARLO CAER
Mi amigo Jaime me
dijo un día en el que estaba esperándolo en el aeropuerto, a que llegara de un
viaje que hizo a la selva amazónica, no con poco equipaje, de hecho, los tres
aduaneros que estaban revisando todo lo que de allí traía, no pocas maletas,
equipo de campaña y otras muchas cosas, se asustaron de todo aquel montón de
cosas que venían encerradas en una gran malla de cuerda. Me llamó aparte y me
preguntó, como había ido el entierro de su hermana. Mientras estuvo en ese
viaje su hermana murió casi de forma repentina, todos sabíamos que estaba muy
enferma, pero los médicos nos dijeron que no había peligro inminente de muerte,
que había muchas cosas que probar, antes darla por perdida desde el punto de
vista médico.
A Jaime y a mí nos
interrumpieron unos amigos que tenían que coger otro vuelo que iba destino a
Italia. Dime Rogelio, ¿quién estuvo a su
lado mientras pasaba sus últimas horas?
Pues estuvimos todos, bueno ya sabes cómo van estas cosas, algunas veces
alguien marchaba a su casa a reponer fuerzas, a, cambiarse, lo normal, pero lo
que son tus padres y quién te habla, estuvimos allí como clavos. Gracias amigo, sabía que no me fallarías en
un momento así.
¿Sabes…? A los
humanos nos pasa lo mismo que a los árboles, los más valiosos, los más
hermosos, aquellos que adornan la vida de la selva, al final caen. Siempre encuentras
a gente dispuesta a todo con el fin de talarlos, los transforman en muebles
lujosos para los personajes con dinero. Los lucen con orgullo, les dicen a los
amigos que los visitan que es madera de tal especie traída de la selva, árboles
que son escasos, que no se pueden reponer. Es una auténtica pena que las
personas tengamos esta mentalidad, para casi todos la muerte, o dicho de otro modo,
el árbol caído, no cuenta para nada, solo para los que sabemos lo mucho que
cuesta criar a estos pequeños retoños que en futuro serán los que pueden
salvarnos la vida, aunque sea de forma indirecta.
Te contaría algunas
historias que te llenarían el alma de pena, pero no es momento de hacerlo. Solo
te diré que en una ocasión, un profesor canadiense, cansado de ver como las
grandes multinacionales, arrasaban la selva se suicidó poniéndose en mitad del
camino de una de esas grandes orugas, que arrastraban los árboles por una
autopista en mitad de una pista forestal, para evitar que se llevaran aquella
preciada madera en pro de propósitos casi me atrevería a decir inmorales.
En este instante
pensé para mí… Pobre loco, ¡que sacrificio tan inútil has hecho, esto no te ha
servido para nada y la ciencia ha sufrido una gran pérdida! No pudo evitar que
dos hombres, estuvieran todo un día con grandes motosierras, hiriendo aquel
coloso por todos lados hasta que cayó al suelo boscoso, llevándose tras de sí a
otros muchos árboles más pequeños y aplastando la vegetación que lo rodeaba.
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