EL MIRADOR
A lo largo y ancho
de las pequeñas carreteras que conducen a un sinfín de lugares de especial
interés en ese parque que lo es con merecimiento, un pequeño listón de madera terminado
en punta por un extremo, anuncia… EL MIRADOR. Incluso al ver los guardabosques,
que la gente perdía el interés por ir al mirador, las letras las pintaron de amarillo, quizás
para que resaltara con el perpetuo verde
del sotobosque y los árboles, según que temporada del año, dibujaban un paisaje
del todo inimaginable. Los pajarillos y sus trinos, le daban al lugar un
encanto, que había quién imaginaba que no podía haber nada mejor que ver.
Los guardas saben
que siempre hay mejores cosas que ver en un parque, especialmente como aquel.
Conocen los rincones, que comúnmente los turistas pasan por alto, pero ellos
están allí para vigilar, conservar todo
lo que hay alrededor de las rutas trazadas, es por eso que existen determinados
puntos que están marcados, para que la gente no se pierda, para que no estropeen
determinadas especies de plantas, o dejen basura en cualquier lugar que se les
ocurra. Hay quién ha visto el indicador del mirador, lo ha seguido, han llegado
a él y se han asomado, pero sin embargo, no han dicho a nadie lo que han visto,
tal ha sido el impacto que les ha causado.
Ha sido extraño lo
que les ha pasado, al asomarse se han dado cuenta que estaban en el mismo
cielo, las nubes tapaban sus cabezas, la gente que asciende por el camino
acostumbrado les parecen pequeñas hormigas y les dan ganas de reír de aquel desfile
de personas que no lo son, son simples animalillos que siguen cual si fuera una
procesión un camino determinado mientras ellos están disfrutando de la gloria
del cielo.
Siempre hay motivos
para asombrarse de las cosas, siempre, solo hace falta un poco de imaginación y
un pequeño esfuerzo, que casi siempre se ve recompensado por el resultado
final, la sorpresa de lo desconocido.
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