jueves, 20 de agosto de 2015

LAS CUENTAS NO SALEN

                                                           LAS CUENTAS NO SALEN

-Tía no lo entiendo… ¿Dónde coño metes la pasta? Explícamelo porque no me salen las cuentas por ningún lado, no me jodas que te hace falta más dinero para pasar la semana… porque ya no sé qué excusa ponerle al tesorero cuando le pido dinero anticipado. Oye que al cabo del mes soy el único en la empresa que se va a casa con quinientos euros en la nómina.
-Mira, no te toques lo que no suena, si te lo pido es por algo, no me lo gasto en caprichos ¿vale?
-Vale, pues mira por donde este mes no se puede pagar la factura de tu coche… ¿te enteras? Yo necesito unos zapatos nuevos  un poco de ropa interior, que con los gallumbos que llevo se me sale un huevo, ni me acuerdo cuando fue la última vez que me compré unos calzoncillos decentes. Y eso que los compramos en el mercadillo, no como tú que llevas lencería de Victoria Secret.
-¡Ya estamos, echándome cosas en cara! Gasto esta lencería porque es la mejor que hay, estas prendas son eternas. Bien que te gusta verme con los tangas, y los sujetadores que recogen solo media teta.
-En eso no te llevo la contraria… pero leches, si la cosa tiene que salir tan cara, mejor que te compres otra ropa un poco más sencilla ¿no te parece? ¡Qué vas a hacer todo el mes sin coche…! Claro, decir a las amigas que la avería es más grave de lo que pensabas y que las piezas tienen que venir desde Cuba ¿no?
-¡Pero… que mala leche tienes, de verdad, nunca pensé que fueras un tacaño de este calibre!
-No digas eso por favor, ¡si cada mes desde que nos casamos estamos discutiendo del mismo asunto nena! A lo mejor crees que te engaño cuando te digo que soy un simple cajero de sucursal… pues mira tú por donde, aspiro a más en la empresa, pero de momento eso es lo que soy.
-Ya, que me vas a contar, mira Álvaro… lleva la mitad del tiempo que tú en el mismo banco y ya ha llegado a interventor.
-Oye, ¿y tú como sabes esto…? Yo no te cuento cosas del trabajo. Ya sé, eres amiga de su mujer…
-Calla esa bocaza anda, si ni siquiera tiene novia… Me lo encontré por casualidad en la puerta del mesón que hay al lado del banco un día que iba a sacar dinero por el cajero, y me invitó a desayunar.
-¡Madre del amor hermoso! Ya me lo imagino, debería alucinar cuando te vio, de la forma que vistes siempre, no me extraña.
-Oye que yo no soy ninguna puta ¿vale? Una cosa es la personalidad de cada cual y la otra es que lo haga para provocar a los tíos.
-Bueno el caso es que tenemos que ponernos a hacer cuentas, destinar una cantidad más o menos  fija para determinadas cosas y repartir el dinero de forma razonable, quiero decir que con lo que gano nos tiene que llegar para pagar primero la casa, gastos fijos como puede ser electricidad, agua y otros impuestos que son ineludibles.
-De verdad cariño mío, me da mucha pena tener que decirte esto, pero me parece que las cosas no nos van bien, tenemos que tomar otro rumbo. Lo que quiero decirte es que… me estoy planteando en serio el divorcio, no adelantamos nada en nuestra vida matrimonial, solo nos entendemos en el tema del sexo, ya sabes que me hace falta como el pan que como. En este asunto eres genial, pero como dijo Freud “No solo de pan vive el hombre…”
-¡Que bruta eres…! Eso lo dijo nuestro Señor Jesucristo, está escrito en los evangelios.
-Bueno ¿Y qué más da? El caso es que lo dijo un personaje importante, y tenía toda la razón del mundo.
-¡Quince meses de matrimonio… hay que joderse, que desgracia, y encima, diciéndome que en cuestión de meses me ibas a dar un hijo… que putada!
Roger no ha cenado esta noche, se ha pimplado una botella de Armañac añejo y se ha quedado dormido delante del ventanal que da al jardín.
-¿Qué ya se lo has dicho? Es una voz casi imperceptible que sale de la puerta lateral de la cocina.
-Sí, y la verdad es que yo pensaba que se lo iba a tomar de otra forma… míralo, se ha bebido una botella carísima de Armañac, se ha quedado como un muñeco sin hilos de los que tirar.
-Vale Lucía, mañana nos vemos en el hostal, ya tendré reservada una habitación, allí hablamos…
Lucía lo abraza con fuerza, le da un beso de esos que ahogan metiéndole la lengua hasta la campanilla, retorciéndola dentro de su boca como si fuera una minúscula pitón que atrapa la suya. Cuando se deshacen del abrazo, ambos hierven como una caldera a presión.
No se sabe que sucedió después de eso, lo que estáis leyendo me lo contó Roger, y ya se sabe que cada cual cuenta las cosas a su modo y manera.

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