LAS CUENTAS NO SALEN
-Tía no lo entiendo… ¿Dónde coño
metes la pasta? Explícamelo porque no me salen las cuentas por ningún lado, no
me jodas que te hace falta más dinero para pasar la semana… porque ya no sé qué
excusa ponerle al tesorero cuando le pido dinero anticipado. Oye que al cabo
del mes soy el único en la empresa que se va a casa con quinientos euros en la
nómina.
-Mira, no te toques lo que no
suena, si te lo pido es por algo, no me lo gasto en caprichos ¿vale?
-Vale, pues mira por donde este
mes no se puede pagar la factura de tu coche… ¿te enteras? Yo necesito unos
zapatos nuevos un poco de ropa interior,
que con los gallumbos que llevo se me sale un huevo, ni me acuerdo cuando fue
la última vez que me compré unos calzoncillos decentes. Y eso que los compramos
en el mercadillo, no como tú que llevas lencería de Victoria Secret.
-¡Ya estamos, echándome cosas en
cara! Gasto esta lencería porque es la mejor que hay, estas prendas son eternas.
Bien que te gusta verme con los tangas, y los sujetadores que recogen solo
media teta.
-En eso no te llevo
la contraria… pero leches, si la cosa tiene que salir tan cara, mejor que te
compres otra ropa un poco más sencilla ¿no te parece? ¡Qué vas a hacer todo el
mes sin coche…! Claro, decir a las amigas que la avería es más grave de lo que
pensabas y que las piezas tienen que venir desde Cuba ¿no?
-¡Pero… que mala
leche tienes, de verdad, nunca pensé que fueras un tacaño de este calibre!
-No digas eso por
favor, ¡si cada mes desde que nos casamos estamos discutiendo del mismo asunto
nena! A lo mejor crees que te engaño cuando te digo que soy un simple cajero de
sucursal… pues mira tú por donde, aspiro a más en la empresa, pero de momento
eso es lo que soy.
-Ya, que me vas a
contar, mira Álvaro… lleva la mitad del tiempo que tú en el mismo banco y ya ha
llegado a interventor.
-Oye, ¿y tú como
sabes esto…? Yo no te cuento cosas del trabajo. Ya sé, eres amiga de su mujer…
-Calla esa bocaza
anda, si ni siquiera tiene novia… Me lo encontré por casualidad en la puerta
del mesón que hay al lado del banco un día que iba a sacar dinero por el cajero,
y me invitó a desayunar.
-¡Madre del amor
hermoso! Ya me lo imagino, debería alucinar cuando te vio, de la forma que
vistes siempre, no me extraña.
-Oye que yo no soy
ninguna puta ¿vale? Una cosa es la personalidad de cada cual y la otra es que
lo haga para provocar a los tíos.
-Bueno el caso es
que tenemos que ponernos a hacer cuentas, destinar una cantidad más o
menos fija para determinadas cosas y
repartir el dinero de forma razonable, quiero decir que con lo que gano nos
tiene que llegar para pagar primero la casa, gastos fijos como puede ser
electricidad, agua y otros impuestos que son ineludibles.
-De verdad cariño
mío, me da mucha pena tener que decirte esto, pero me parece que las cosas no
nos van bien, tenemos que tomar otro rumbo. Lo que quiero decirte es que… me
estoy planteando en serio el divorcio, no adelantamos nada en nuestra vida
matrimonial, solo nos entendemos en el tema del sexo, ya sabes que me hace
falta como el pan que como. En este asunto eres genial, pero como dijo Freud “No
solo de pan vive el hombre…”
-¡Que bruta eres…! Eso
lo dijo nuestro Señor Jesucristo, está escrito en los evangelios.
-Bueno ¿Y qué más
da? El caso es que lo dijo un personaje importante, y tenía toda la razón del
mundo.
-¡Quince meses de
matrimonio… hay que joderse, que desgracia, y encima, diciéndome que en
cuestión de meses me ibas a dar un hijo… que putada!
Roger no ha cenado
esta noche, se ha pimplado una botella de Armañac añejo y se ha quedado dormido
delante del ventanal que da al jardín.
-¿Qué ya se lo has
dicho? Es una voz casi imperceptible que sale de la puerta lateral de la
cocina.
-Sí, y la verdad es
que yo pensaba que se lo iba a tomar de otra forma… míralo, se ha bebido una
botella carísima de Armañac, se ha quedado como un muñeco sin hilos de los que
tirar.
-Vale Lucía, mañana
nos vemos en el hostal, ya tendré reservada una habitación, allí hablamos…
Lucía lo abraza con
fuerza, le da un beso de esos que ahogan metiéndole la lengua hasta la
campanilla, retorciéndola dentro de su boca como si fuera una minúscula pitón
que atrapa la suya. Cuando se deshacen del abrazo, ambos hierven como una
caldera a presión.
No se sabe que
sucedió después de eso, lo que estáis leyendo me lo contó Roger, y ya se sabe
que cada cual cuenta las cosas a su modo y manera.
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