MARCHÓ SIN DESPEDIRSE
Hablando aquel día
por la tarde, sentados en un café, tratando de crear un ambiente de cercanía,
llevábamos bastantes años sin vernos, me dijo que se alegraba de verme de nuevo,
que había pensado en mí, contesté con sinceridad, que en mi caso, desde el
primer día que la vi, dejó una huella imborrable en lo más profundo de mi
corazón. Podéis pensar que estaba exagerando, pero no es así, aquella chica que
entonces conocí me fascinó con sus gestos, con su mirada, siempre tuvo… ¿cómo
explicarlo…? Un potencial que iba más allá de lo imaginable.
Nos pasamos aquellas
dos horas, mirándonos más que hablando, no sé de cierto si aquel lenguaje de
mudos sorprendidos de habernos encontrado era alguna señal, cuando me pasa algo
así, como fue el caso, me quedo colapsado, había llegado a gustarme tanto
aquella muchacha, y yo a ella, en su día me lo hizo saber. Y mira tú por donde,
después de años de no saber el uno del otro, ahora parecía que nos resistíamos
a hablar de nuestras vidas presentes, por lo menos eso deduje yo al hacerle un
par de preguntas, que para nada eran de índole íntima. De pronto fue ella la
que me preguntó… Bueno… ¿Qué es de tu
vida, que haces? Pues como cuando me
conociste, trabajando en el banco, todo el día con los ojos clavados en un
ordenador, interviniendo cuentas y cosas por el estilo. Entonces, eso quiere decir que has prosperado… Marina… solo faltaría que a estas alturas
estuviera barriendo pasillos… Ja,ja,ja,
claro, que tonta soy. ¿Y tú que haces
preciosa…? Trabajo en una empresa de
recambios de automóviles, estoy al cargo de las piezas que hay en existencia,
me encargo del inventario, pero es distraído este trabajo, tengo ocasión de
salir cada vez que se me antoja, con el pretexto de ir a buscar determinadas
piezas yo misma porque el transporte es lento o porque urge reparar determinado
auto, voy yo misma a buscarlas. Coche de la empresa, gastos pagados, estoy bien
considerada mi padre es el dueño… Ya
sabía yo que había de haber alguna trampa en todo esto…
Rio como solo ella
lo sabe hacer, aunque en esta ocasión, se tapó la boca con la mano, acababa de
beber de la taza de café con leche. Con la cabeza agachada, levantó sus
espléndidos ojos para ver mi reacción, como no podía ser de otra forma la
miraba divertido. Marina, ¿recuerdas la
vez que fuimos juntos al parque de atracciones en el coche de mi padre? Ahora
se puso seria. ¿Cómo olvidarlo…? Fue toda
una experiencia, se me caló dos veces seguidas el puñetero coche, y eso que era
americano. Claro, pero ya te dije que te
pasaría, estos coches son para americanos, para nuestras carreteras, como los
nuestros ninguno. En eso te doy la
razón, aunque nosotros nos dedicamos a los vehículos de importación. ¿A sí…?
Pues sí, Mercedes, BMW, Audi, y tenemos otro departamento para
deportivos, tenemos muy buenos mecánicos.
Algún día me tengo que pasar a haceros una visita. Vale pero tendrás que viajar hasta Madrid,
ahora mismo estoy de paso, estoy esperando a que mañana me terminen de embalar
unas piezas delicadas para un Porche Carrera.
Caramba, eso si que es toda una sorpresa, no me imaginaba que estuvieras
viviendo en Madrid.
Marina ha notado la
cara de estupor que se le ha quedado a Alonso.
Tengo familia, estoy casada y tenemos un hijo de ocho añitos, mira te
enseño una foto. Alonso se ha acercado a
ella deslizándose sobre el pequeño sofá esquinero de la cafetería para ver la
foto del hijo de Marina. Es un niño
guapísimo, de verdad, tiene tus mismos ojos.
¿Y tú Alonso… estás casado? No,
que va, llevo la misma clase de vida que cuando nos conocimos, aunque te cueste
creerlo, ya conoces un poco mi carácter, siempre retraído y hasta diría que con
los años, me he vuelto más esquivo. Oportunidades no me han faltado, pero sé
que no hubiera hecho feliz a ninguna mujer, no sé, son cosas que uno mismo
sabe, y ante esta expectativa, soy un poco como las tortugas que sacan la
cabeza cuando tienen que echar a andar, mientras tanto, estoy parado, me siento
protegido. No creo lo que me dices, tú
podrías hacer feliz a más de una mujer, hay muchas personas buenas en la vida,
que sabrían comprenderte.
Alonso desvía la
conversación a otros senderos, le pregunta si le gusta donde vive, si es feliz…
y de golpe le pregunta si quiere cenar con él esa noche. Claro, me encantaría, hasta mañana al
mediodía no podré salir camino a Madrid.
Fantástico, pues entonces te espero esta noche, aquí mismo a eso de las
ocho, o si lo prefieres paso a buscarte donde estés alojada. Mejor quedamos aquí, a las ocho en
punto. Bueno pues entonces, no me queda
más que despedirme hasta la noche, voy a ver a un notario con el que he quedado
a las siete, dentro de un rato nos vemos, hasta luego, date una vuelta por este
barrio, está lleno de tiendas comerciales que seguro te gustarán.
Firma unos
documentos en casa del notario que ya lo espera y sale de nuevo a la calle, son
las siete y treinta y cinco, no sabe por qué pero tiene el corazón acelerado,
es posible que sea fruto de la expectativa de volver a contemplar a Marina y
cambiar impresiones sobre un montón de cosas que han quedado en el aire. Son
las ocho en punto, Marina no ha llegado todavía, se habrá entretenido con
alguna compra, deja pasar el tiempo hasta las ocho y media. Nada no
aparece por parte alguna, mira en todas
direcciones, probablemente no encuentra de nuevo el lugar donde han quedado. No
puede ser, la cafetería tiene una fachada enorme y está llena de luces, además
hace esquina a dos calles, imposible que se haya perdido. Son ya las nueve,
lástima que no se intercambiaran los teléfonos, la podría llamar y saber si le
ha pasado algo, si ha habido algún asunto de última hora que le ha hecho imposible
acudir a la cita.
A las nueve y media
va hacia el restaurante donde había reservado mesa, es conocido por ir
bastantes veces a comer y cenar allí. ¿Qué
tal Alonso, no me encargaste mesa para dos…?
Sí así es, pero el caso es que a mi acompañante le ha salido un asunto
de última hora que no ha podido evitar, tráeme la carta por favor. La mira
detenidamente pero no lee los platos que están bosquejados, su mente está en
otro lugar, delante del parque de atracciones hace casi veinte años atrás,
dentro del coche de su padre besando a una Marina deliciosamente joven y quién
sabe si enamorada de Alonso.
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