EL ABONADO
Cada mañana del mundo, sale a la
calle, baja hasta la avenida Palmeral y en el quiosco de siempre, el que desde
hace veintidós años “el chocolatero”, así le llaman porque llegó a amasar una
fortuna gracias al chocolate, el que fabricaba en su pequeña industria, y el
que importaba de Las Antillas Francesas. Con los años, las grandes
multinacionales y la propaganda radiofónica y los anuncios de televisión le
hicieron desistir de su intento de seguir haciendo aquel delicioso chocolate.
Como acabo de
decir, el hombre un tanto mayor, con barba de un mes como mínimo, y una eterna
gabardina, pide que le de los periódicos que le tiene guardados, a los que está
abonado desde no se sabe bien cuando. Entra en el bar El Estoque, se llama así
por estar muy cerca de la plaza de toros de Las Arenas, ahora convertida en
centro comercial, numerosas fotografías adornan las paredes del bar, letreros
que corridas que están muy bien pagados, pero que Manolo no le vendería ni a
dios en persona. Una cabeza de toro que mató Sebastián Palomo Linares en sus
días de pujanza torra preside la barra del bar.
Allí dentro de la primera
mesa que da a la calle que solo es para dos personas, se sienta y espera a que
le traigan su café con leche y los churros recién hechos que la Mari, mujer de
Manolo hace de forma artesanal. ¿Qué tal Rafael como se presenta el día hoy? Ya
veremos Mari… aunque cada día salga el mismo sol, los acontecimientos diarios
cambian sin cesar. Tiene usted razón, no sé si será por la edad o por el carácter,
pero a mí me pasa, cada día me levanto de un talante diferente. Eso nos pasa a
todos, por eso procuro no salirme de mis rutinas diarias, me ayudan a
mantenerme sereno y constante, esa es a mi entender la fórmula.
Comienza a dar
pequeños sorbos del café con leche mientras lee la portada de su periódico
preferido, pasa a la segunda página y comienza su trabajo, encontrar noticias,
comentarios, misceláneas, columnas de periodistas, opiniones, casi sin darse
cuenta ya se ha leído medio periódico, los churros están ya por la mitad de su
consumo, pasa por alto las páginas dedicadas a la bolsa, y las de deportes, no
le gusta ni el fútbol ni nada relacionado con otras noticias parecidas. Saborea
algunos artículos que le fascinan, es un pensador, con un lápiz que saca del
bolsillo de la chaqueta, hace una señal, es como un asterisco en forma de
estrella con varias puntas, luego, saca del mismo bolsillo una tijera de
papelería y recorta lo que le interesa, lo coloca sujeto con un clip dentro de
una carpeta de cartulina tamaño dina 4, y sigue con otro diario.
Así pasa la mañana,
del orden de casi tres horas, está trabajando este jubilado, sabe que como
todos los días, su mujer Margarita le dará la vara y le echará la caballería
encima, diciéndole de qué le sirve tener en casa tantos archivos de cientos,
sino miles de artículos, coleccionados metódicamente, en un estante que hace
años se hizo hacer él mismo a medida, en un paño de pared donde no había ningún
mueble, ni iba a haberlo, era un espacio prescindible que aprovechó, para
llevar a cabo esta afición desde que lo prejubilaron de la imprenta donde
trabajaba.
Cuando termina de
leer el último periódico, ya es el tercero, ya se ha terminado también el
desayuno, lo ordena todo en su carpeta y le pide a Manolo que le sirva un sol y
sombra. Un pequeño vaso donde se vierte primero el anís y luego con talento, el
brandy que se queda en la superficie como si fuera aceite, flotando sobre el
anís. El resto del tiempo que le sobra, lo dedica a ver pasar a la gente,
hombres y mujeres que pasan por la ancha acera de la calle, mujeres que hablan
solas por la calle, quizás vayan recordando lo que tienen que comprar en el
supermercado. Hombres taciturnos que se paran sin más y vuelven la vista atrás,
como si se les hubiera escapado saludar algún amigo, se quedan así unos instantes
y vuelven a caminar con paso cansino o relajado, llámesele como se quiera.
A decir verdad,
Rafael espera que algún día entre en el bar Elena, una maestra que conoció hace
ya algunos años cuando todavía funcionaba la imprenta, entró y el dueño la
dirigió a él, todavía recuerda la vergüenza que pasó cuando dobló la esquina de
la máquina de linotipista que él manejaba para editar bandos del ayuntamiento,
pequeños pasquines de tipo comercial o anuncios y pequeños tratados para la
iglesia que se repartían los domingos en misa de las doce, previa donación para
la iglesia católica, apostólica y romana. Elena le dijo si podía editar un
pequeño folleto de diversas actividades que se iban a llevar a cabo en una
salida a las colonias de una semana de duración. ¿Sabe usted…? Los padres
quieren saber de forma precisa en qué consisten estas actividades y con un
folleto informativo, tendrán la seguridad de todo aquello que van a hacer sus hijos
mientras estén de vacaciones. Le he traído unas fotografías para ver que se
puede hacer con ellas, a lo mejor se puede incluir alguna de estas vistas
hermosas del lugar adonde vamos.
Si viene usted pasado mañana, le tendré preparada
una muestra, para que le dé su aprobación, vamos… si le parece a usted bien.
Claro que sí, lo único… bueno es que tengo un pequeño problema ¿sabe? Salgo del
colegio bastante tarde, y el taller ya estará cerrado, no me lo podría enseñar
en algún otro lugar. Claro, por eso no hay
problema, ¿conoce usted el bar El Estoque? Es un bar que está ubicado en
la calle Aliga en Hostafrancs, en realidad no es una calle muy larga. Sí, lo conozco,
he pasado alguna vez por delante, me parece que antes era una peña taurina. Eso
es, pues mire, la espero pasado mañana a la hora que a usted le vaya bien para
mostrarle el folleto. Perfecto pues allí estaré, no antes de las ocho de la
tarde, téngalo en cuenta. No se preocupe, la esperaré, siempre me siento en la
primera mesa que hay en la entrada del bar a mano derecha. Perfecto, hasta
pasado mañana entonces señor… Rafael.
Muy bien Rafael, mi nombre es Elena. Se dieron la mano y se despidieron hasta
pasado mañana por la tarde noche, a eso de las ocho.
A Rafael le
sorprendió que llegando al bar algo nervioso, Elena ya estuviera allí, charlaba
con Mari animadamente, se conocían pero no llegó a saber de qué, al llegar
Rafael Mari se evaporó, aunque desde el final de la barra mientras servía vinos
y cervezas, no perdía ojo de lo que sucedía en la pequeña mesa donde estaba la
pareja. Pues bien, desde entonces, que quedaron en que se verían de nuevo en un
momento u otro en el mismo sitio, no la había vuelto a ver más por el bar. ¿Cuántos
años pasaron desde entonces? Ya no lo recordaba, pero de su cara y de sus
gestos elegantes y femeninos, no podía olvidarse. Cuando la conoció era bastante
más joven y todavía tenía impulsos de hombre, de forma que le pareció la mujer
más hermosa que conoció jamás. Tampoco es que fuera un trasnochador, nunca lo
había sido, su trabajo entonces era todo un arte del que presumía con razón, y
que en consecuencia, exigía mucha vista y mucho talento.
Rafael amante de
las causas perdidas, no cesaba de buscar
con la mirada cada día entre la gente el rostro de Elena, solo para saludarla,
preguntarle cómo le iban las cosas en la vida. Eso simplemente hubiera
satisfecho su curiosidad. Pero Mari nunca le quiso decir que Elena hacia cinco
años que había muerto de un cáncer galopante que se la llevó a la tumba en solo
una semana, leucemia.
El corazón y la
mente siente si sabe, cuando no, es imposible que te aplasten estas emociones,
solo estás en un compás de espera, tranquilo pero expectante, con esperanzas de
volver a ver a esta persona sin pensar en lo que le ha podido suceder de malo.
Rafael si una cosa tenía aparte de sus múltiples cualidades, era que dudaba del
incumplimiento de la palabra de aquella casi amiga, le hubiera gustado que así
fuera, nada más. El caso es que el abonado a la búsqueda de sus verdades, nunca
las abandonó.
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