CANTO ENCENDIDO
Quebranto,
dolor interno, puro encanto, por estar aquí y ahora, ansiarte cuando despierto,
amanecer solitario.
Y
canto, y me enojo, me desangro. Candelas de un alma herida, por falta de ti,
canto. Canto con alegría, no se rimar los versos, ¡que más da si yo sé que son
para ti! que te gustan siempre, sabiendo
que no son un alago.
Son
verdades estas canciones mías, sus palabras incendiarias, están hechas con mi
sangre, con el pálpito de mis venas, con toda el alma amor mío, con toda el
alma.
Canciones
que se me ocurren, estando lejos, muy lejos siempre. Miles de millones de años
luz nos separan, pero canto y aquí te encuentro, tarareando esta música
nuestra, esa que hace años, nos daba una muestra, del amor que aun hoy nos
profesamos.
Y no
puedo evitarlo, voy y canto de nuevo, ahora es un canto encendido, todavía con
la misma intención la guardo, es solo nuestra y nadie, salvo tú y yo,
entendemos el mensaje que nos deja.
De
nuevo caigo en el vicio de cantar, no puedo echarte de mi mente, ¡como pues voy
a dejar de incendiar este bosque, lleno de cariño, que me acomoda y me entiende!
Me
faltan palabras del diccionario para componer nuestra música, nuestro canto,
nuestro aliciente. Los ojos no me dejan ver, a veces, las lágrimas me nublan,
entonces mi corazón se enciende, quiero encontrar un camino diferente, para
encontrar ese valle anhelado y sembrarlo con nuestro amor, siempre plantaré lo
mismo, arbustos que aunque no den
sombra, despidan perfume desde lejos, canciones del corazón.
Vaya
incendio, cariño mío, ¿quién puede venir a apagarlo?, espero que nadie, hay que
dejarlo arder, solo quemará rastrojos, penas, lágrimas, tristezas. Quedará lo
más importante, semillas nuevas que al unísono cantarán después, pues son fruto
del amor.
Nadie
me importa más que tú. Nada pues debo temer de las amenazas veladas que urdan
contra nosotros, siempre seremos los victoriosos.
Vosotros,
los de ahí afuera… ¿me estáis escuchando?, nadie puede contra un cantor enamorado,
nadie. Ni el más rugiente dragón, ni el más terrible Cíclope nos asusta, somos
los victoriosos hijos de un dios menor, menor pero poderoso, como Bucéfalo, el
poderoso caballo de Alejandro el Magno.
Mi
canto, encendido con la pasión del enamorado nuevo, os ha de dar la conclusión
de este argumento, y que todo el mundo sepa, que cada canto tiene su propia
moraleja.
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