domingo, 6 de julio de 2014

NO TAN APRISA.


                                        NO TAN APRISA


No se puede navegar deprisa a remo, y depende como se mire… ni con una potente lancha motora, el mar es muy grande, demasiado para querer hacer con él, lo que a uno le venga en gana. De manera que… no tan aprisa, que por menos, gente se han perdido en la inmensidad del océano y jamás se les ha vuelto a ver, sí, con brújula y todo, con los más modernos aparatos de navegación, equipados con radares. No como siglos atrás, que los marinos dependían de las estrellas para guiarse, de los sextantes y mapas hechos por otros que les servían de guía. Cartas de navegación que eran toda una referencia, y que hasta hoy día, se guardan en los museos marinos.
No, no tan aprisa, primero, uno debe saber donde va, cual es su destino,  el final de su ruta, su puerto. A excepción claro está, que sea un aventurero en busca de ni se sabe qué, que lugar busca para fondear, una playa paradisíaca, pesca abundante, una isla solitaria. Pero el mar tiene mala broma, hay que respetarlo mucho, encierra peligros inimaginables, en pocas millas marinas después de salir de puerto seguro, se puede cernir sobre uno una galerna, olas de siete u ocho metros, con vientos capaces de manejar un gran transatlántico, como si fuera la cáscara de una nuez.
Luego de saber de cierto cual es tú destino, donde va a terminar el viaje, hay que tener en cuenta muchos otros factores, para los cuales uno debe de estar preparado, piratas de la mar, que sin darse uno cuenta, lo abordan y le roban cuanto lleve de valor a bordo, sin contar que… puedes perder la vida. A estas gentes, que transitan por los mares con esa meta, no les importa matar dos o cien si pueden, han nacido para esa faena, y de ella viven y hasta mueren si es necesario, no conocen otra cosa que la mar, y el sabor del salitre sobre su piel tostada al sol.
De modo, que no tan aprisa, hay que sentarse y ponderar todos estos factores, muchos se hacen a la mar y mueren en el intento, pudiendo haberlo evitado. No se debe salir a navegar con cualquier embarcación, si es junto a la playa donde queremos disfrutar de un día de asueto vale, eso si, pero si es mar adentro… hay que contar con el barco, el que nos llevará a final de trayecto. Una cosa es cruzar de un mar a otro, bien diferente es, querer cruzar un océano. Hay la cosa cambia mucho, si ya en los mares hay grandes corrientes que a veces te hacen dar la media vuelta o dejarte varado entre las rocas del litoral, imagínate el océano. De poder, se puede hacer, pero a costa de sopesar los riesgos que entraña la navegación, a estas alturas.
Para gobernar un barco, hay que ser primero grumete, después marinero sin más, y a copia de navegar, de pasar mil aventuras, la mayor parte de las veces indeseadas, puede uno llegar a ser oficial, mandar a la marinería.
Pues bien, hay gente que no queremos comprender que estos pasos preliminares, son los exigidos naturalmente, para ser buenos marineros, gente que hace muchos años que llevan un pendiente en la oreja, porque demuestran así, que ya han atravesado de ida y vuelta, el Cabo de Hornos. En tiempos de antiguos piratas, corsarios o simplemente marinos, que cruzaban con sus barcos para otros menesteres, era opcional ponerse ese adorno, como evidencia que aquel era un marino con agallas. Yo no soy marinero, pero he tenido que navegar más o menos, unas veces he naufragado por culpa de ir mal aviado, con un mal barco, otras por tomar malas decisiones, pero es a copia de frustraciones que uno aprende.
Ahora bien, quién quiere ir aprisa por la vida, se expone a esto y más todavía si cabe, se arriesga a perder su vida y la de otros, perder el barco y los pertrechos, todo lo que contiene, en este caso concreto a modo de ilustración, perder su casa y familia. Llegar a ser por lo menos un mutilado, que no tiene donde ni como vivir, depende de la caridad de otros. Solo ha llegado a hacer un pequeño viaje con el barco que lo acoge, y ahora, hecho un pingajo, baja por la escalerilla del barco soñando que quería ser… ni él mismo lo sabe. La mala experiencia pasada, le ha hecho ver que no vale para esto, ¡pero, si ni lo ha intentado…! doscientas millas marinas, cien de ida y otras tantas de vuelta han sido suficientes para desanimarlo. Los del barco lo ven bajar del barco cabizbajo, les da pena esta gente, no encontrarán trabajo fácilmente, no se acomodan a cualquier cosa, son demasiado exigentes.
Los capitanes ven muchas veces esas cosas, los marineros también pero les da pena verlos bajar sin voluntad del barco, ellos, que llevan mil cicatrices en el cuerpo, heridas aun abiertas algunas, miles de millas a la espalda, golpes y burlas de los más veteranos pasaron, cuando se enrolaron. Pero tienen su recompensa, su casa es el barco, no tienen nunca rumbo fijo, son mandados, pero viven en familia como debe ser en un barco, con peleas ha menudo, hasta con navajazos se han defendido y atacado a otros. Cosas de la marinería, ya se sabe, así lo establecen los cánones del mar, y en cambio, son felices a su manera.
Nada de ir aprisa por la vida, con demasiadas inquietudes y demandas, la vida lleva su curso y hay que respetarla como es, sin prisa pero sin pausa.


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