jueves, 3 de julio de 2014

PUEDO AYUDARTE...?


                                          PUEDO AYUDARTE…?


No hago nada en casi todo el día, estoy jubilado. Hace muchos años ya, pero aun así, jubilado, siempre he procurado mantenerme activo, en la vida siempre hay que tener metas, estar ocioso no lleva a nada bueno. En un momento u otro, te atrapa la soledad en tu desgracia prematura, y es fácil comenzar a frecuentar bares, beber en demasía por agradar a los que sabes, que te van a aceptar solo por  eso, por beber con ellos e ir con ellos a los sitios que escojan.
En una ciudad grande, nadie se conoce o todos pueden llegar a saber de ti, esto, siempre es algo que me ha intrigado. El como y de que forma no lo sé de cierto, pero es así, sencillamente indefinible. Mi casa está en un barrio populoso, con problemas como en casi todas partes, mucha gente parada, mucho tiempo para hacer malezas los jóvenes, en fin, esas cosas que no vale la pena comentar, porque la delincuencia, el crimen, siempre han existido, desde el comienzo de la humanidad, mira sino a Caín y Abel, y esos eran hijos de la primera pareja humana en la tierra, según dice la Biblia.
Con el tiempo, he notado que la gente se solidariza con aquellos que lo están pasando mal, pero mal, mal. La de manifestaciones que hay cada día en una avenida detrás de mi calle… cuando no son los universitarios son los médicos, cuando estos no salen, lo hacen la pobre gente que han sido estafadas con las preferentes, el producto financiero de un banco que se ha demostrado que es un fraude. La cosa no acaba aquí, esta mañana al despertarme, he escuchado gente que iba a la carrera por mi calle escondiéndose de los Mossos de Escuadra, la plataforma de los que luchan contra el desahucio, se ve que se han plantado delante del portal de una familia que ya estaban sacando las cosas a la calle, y ellos, con sus camisetas impresas con el eslogan de la plataforma, y con pancartas, se conoce que han querido evitarlo. En la panadería me han dicho que una joven le ha dado un estacazo a un guardia con una pancarta y se han liado a porrazos contra todo lo que se meneaba. ¡Vaya tela chico!, es que, la gente está desesperada, todo está patas arriba en estos momentos en nuestro país.
Pues en mitad de estas penosas circunstancias, después de desayunar en mi casa, he ido como siempre a dar una vuelta y acercarme al mercado a comprar comida, no me gusta tener en la nevera cosas de varios días, me gusta comprar y cocinarlo, además, así camino y me toca el aire. Entro por la parte trasera del mercado, me encuentro a un hombre de edad mediana con la puerta trasera de una furgoneta abierta, lleva dos cajas bastante voluminosas y de peso, camina con las piernas abiertas, tratando de abrirse paso con las cajas tapándole la vista. Me da cosa verlo sufriendo así, de manera que sin impedirle el paso le pregunto   Puedo ayudarte en algo…   Pues lo cierto es… que sí señor, podría echarme una mano, hoy llevo bastante material y vengo solo.    Pues nada hombre no te preocupes, venga dame una caja.    Que alivio, creía que no llegaba a la furgoneta, esta vez llevo botes de garbanzos y alubias, y unas cuantas latas de tomate frito, pesan la leche. 
Al llegar a la furgoneta me apercibo que no debe ser la primera parada que hace para recoger cosas de los mercados, lleva al fondo un par de sacos de patatas, otro de cebollas, y verduras en otro tipo de cajas de plástico.    Eres transportista…    No señor, soy voluntario en un comedor social que hay al otro lado del barrio, ahora desde aquí, tengo que pasar a buscar leche, comerciantes que nos ayudan para dar de comer a familias que no tienen nada.    Oye, puedo ayudar yo también, estoy jubilado y tengo mucho tiempo libre.   Pues véngase conmigo, si quiere ayudar este es el momento, el otro señor que me ayuda está enfermo, lo han tenido que ingresar en el hospital, el pobre está pachucho.    No se hable más, me voy contigo, iba a comprar algo para comer en el mercado pero ya volveré.    No se apure, coma con nosotros, los voluntarios comemos todos juntos de lo que se cocina para la gente del comedor social.
De esta manera, he comenzado a ayudar y me han ayudado, no estoy solo, siempre estoy ocupado en una labor u otra, ahí se hace mucho por la gente. No solo se les da de comer, se preparan bolsas con alimentos necesarios como huevos, aceite, azúcar, yogures, arroz etc. Desde que estoy metido en esta asociación me siento nuevo, oye, casi no me duele nada, el hecho de tener una obligación para aquellos que están pasando una tragedia, me mantiene más vivo que nunca. Es por eso, que he llamado a mi amigo José María, tiene una parada en el mercado central del pescado, le he dicho a que me dedico ahora y me ha prometido, que hará cuanto esté en su mano para hacerse con atún, sardinas, bonito, lo que sea. Le he dicho que también nos sirven cosas congeladas, claro.
Mañana, Gregorio y yo vamos a verlo, dice que tiene bastante cosa.   ¡Que bárbaro… de donde has sacado todo esto!    De otros mayoristas de aquí, hará falta que os hagáis un par de viajes o tres, con qué transporte  contáis.    Con una furgoneta pequeña, una Citroen.    Con eso no haréis nada hombre, si te puedes esperar una hora, os lo llevo yo con mi camión.    Anda Gregorio, tú ve a lo tuyo chico, yo me quedo aquí, en espera de que venga el camión frigorífico para llevar todo esto a casa.    Vale Felipe, ya les digo por el camino que hagan espacio para todo esto. 
En la cocina se han puesto la mar de contentos todos, mañana cocinarán pescado, y podrán darle a la gente lonchas de atún congelado, para que se la lleven a sus casas, mejillones, calamares, de todo. Tenemos una nueva vía abierta para ayudar a los desvalidos, aunque esto trae consigo un nuevo problema, que viene más gente, unos se lo dicen a otros, y aunque es necesario comprobar que no tienen ingresos, esto trae consigo un problema de cuentas, se necesita a alguien que esté ducho en esto y que sea voluntario claro. Comenzamos a estar desbordados. La solución llega en forma de mujer, una antigua maestra que enviudó hace tiempo,  y que ha oído hablar de lo que aquí se hace, de cuentas sabe un rato largo, con un ordenador y un programa de cálculo, que un alma caritativa nos hace llegar gratis, se pone todo al día. Se llama Alfonsina la señora, es simpática, y conserva la gracia de la mujerona, que a buen seguro tuvo que ser años atrás.
Al terminar la jornada de trabajo, la invito a tomar un refresco en una granja cercana a mi casa, nos hemos hecho buenos amigos. No es nada raro, Gregorio sale con una chica algo mayor que él, que también es voluntaria en la asociación, cuando veo que salen del local cogidos de la mano y haciéndose arrumacos, me dan ganas de darles un par de besos a cada uno, son muy majos.
Alfonsina está buscando un nuevo piso más pequeño y más práctico, tiene que subir a un cuarto piso sin ascensor, y esto la marea mucho. Mucho esfuerzo, y los años que también cuentan, no es que sea una anciana, es de mi edad más o menos, rozamos los dos los sesenta y siete, hay gente que a esa edad se han quemado mucho, sea por el trabajo, por la vida que en definitiva les ha tocado vivir, envejecen antes de hora. A riesgo de que me suelte un moco, le he propuesto que se venga a mi casa, se quedó parada cuando se lo propuse. Le he dicho que cada cual en su sitio, a mí me sobra espacio en mi piso, estar acompañado ahora que el verano toca a su fin, que los días se hacen muy cortos, creo que sería bueno para ambos. En casa hay dos baños, tres habitaciones, un salón comedor muy grande, la casa tiene todas las comodidades que uno pudiera desear, hasta calefacción por gas natural.
Está claro que no es una decisión que deba tomar a la ligera, lo entiendo, hace falta que se lo piense, su piso en los tiempos que corren, no lo venderá fácilmente. Hay que ver adonde llevan las crisis… desde los más pequeños hasta los más mayores quedamos todos afectados, unos indefensos porque no tienen la culpa de nada al ser niños, nosotros los mayores, tampoco tenemos la culpa de despilfarros y corruptelas, que nos llevan a la desesperación y la depresión. Los de arriba…    No si todo va bien, estamos creciendo en el país.  Que nos lo digan a nosotros, que cada día, estamos atendiendo a más y más gente pobre, ¡que poca vergüenza tienen estos tíos. Eso sí, cuando llegan las elecciones, salen a la calle a repartir rosas y claveles, besos y abrazos con la gente, mientras les dan una papeleta para que los voten, luego desaparecen del campo de batalla, que para mí, bueno, para nosotros los que estamos ahí, cada día es una guerra nueva contra nuevos enemigos.
Tres han plegado de la asociación porque están deprimidos, las últimas semanas se han pasado el tiempo llorando por las familias que llegan, a algunas las conocen bien, les ha resultado un palo gordo verlos ahí viniendo a buscar comida para sus hijos. Menos mal que unos van y otros llegan, así se van renovando los aires de este local que llega a ser para los que trabajamos aquí, como nuestra casa.
Alfonsina se ha venido a vivir a mi piso, por lo menos tiene ascensor, mi piso es un tercero, y aunque de vez en cuando subo por las escaleras, son fáciles de subir, es un bloque que solo tiene veinte años de antigüedad, está muy bien conservado. Alquilamos un taxi grande de estos monovolúmenes, y en tres viajes a su casa se lo ha traído todo, todo lo necesario de ropa, algunos marcos de fotos de sus dos hijos y nietos, y un collage que hizo con conchas de mar, que por cierto es muy bonito. Lo cierto es que al cabo de seis meses de estar juntos ha saltado a mi cama, pero no para nada de sexo ni eso, solo porque nos hemos acostumbrado a estar cerca el uno del otro y nos respetamos mucho. Fíjate, yo que acostumbraba a ver la tele en la cama un rato… pues nada oye, ya se me ha quitado esta costumbre, ella cuando se acuesta es para dormir, así que aunque los dos o tres primeros días me costó un poco, al cuarto me arrimé a ella y me quedé como un niño chico, dormidito como un recién nacido.
Creo que nuestro trabajo no cesará nunca, hay millones de parados, y aunque no los hubiera, siempre habrá gente necesitada, como estas familias que vienen cada día al comedor o pedir alimentos. Y otros que como nosotros estamos necesitados de cariño, de compañía, de algún amparo. Pero ya sabes… si puedo ayudarte en algo nos lo dices.


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