SORAYA
Sin
que su alma clame por serlo es, la más hermosa voluntad que jamás haya
existido. De la luz de sus ojos se desprende lo que quiere ser, y será… será lo
que ella pretenda, en el momento que lo desee, en el instante que quiera.
Es
voluntad, es forma, es denuedo y alegría, no se entretiene con normas que a
ningún lado llevan, que entorpecen su camino y le hacen perder fuerzas. Tiene
potencia su amor, volumen tiene su alma, es casi imposible pararla, como un
ejército de dragones lanza su ataque y gana la batalla. Vence siempre porque la
bondad la empuja, el bien es su corona, y los buenos nunca pierden.
Si
te pierdes cuenta con su auxilio, no desfallece nunca, está hecha de nobles
metales, de maderas incombustibles. Viene de un lugar lejano, de conde el sol
nace, y las aguas que la refrescan, nacen en los más dulces manantiales.
Todas
las caravanas que por su lado pasan, ralentizan su paso, se paran, lo hacen
para adorarla, del Gran Atlas dependen, y ella tiene su palacio ahí, donde solo
el rumor del viento, permite que descansen ahí, a veces no está de humor para
recibir visitas, y los hombres azules lo respetan.
Soraya
la fuerte, la impetuosa, la magnífica sombra de África, la que consuela con sus
faldas de seda y las extiende para los suyos, como una alfombra de oro, que se
extiende a los pies de sus adoradores.
Se
adorna con los mil tonos que el maquillaje del desierto le brinda, le ofrece,
es entonces cuando nace el sol de nuevo por encima de su cabeza, que se
reflejan sus ojos verdes, color puro de la madre tierra, de agua se llenan, de
tonos mediterráneos.
Nadie
que no viva allí, que se alumbre con su sol, que se sacie de sus aguas, que se
alimente de sus deliciosos dátiles, puede imaginar lo que significa.
A
todos los que descansan en su reino, les pregunta qué necesitan, ignora la
lluvia porque no la necesita, ¡sus fuentes son tan lejanas…! que poco importa
que llueva, mientras la tierra esté bien regada. Desde pequeñas fuentes hasta
grandes cataratas, nutren y abastan el suelo fértil donde las palmeras se alzan
espléndidas, deseables por su sombra y sus frutos, con eso, tiene bastante.
Lo
demás que alguien pudiera pedir o desear, queda satisfecho solo con decir su
nombre, Soraya, la madre de las tierras secas, montañas, arenas impenetrables,
oasis de paz y sosiego, verdor sin límites y pan, que se sabe necesario para
vivir.
Hay
muchos nombres, muchas tierras, muchos otros lugares hermosos, pero los
palacios de Soraya son los más ricos, por eso sus súbditos la aman, la desean
de corazón, hay quién dice que… con toda su alma.
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