miércoles, 9 de julio de 2014

SORAYA


                                               SORAYA


Sin que su alma clame por serlo es, la más hermosa voluntad que jamás haya existido. De la luz de sus ojos se desprende lo que quiere ser, y será… será lo que ella pretenda, en el momento que lo desee, en el instante que quiera.
Es voluntad, es forma, es denuedo y alegría, no se entretiene con normas que a ningún lado llevan, que entorpecen su camino y le hacen perder fuerzas. Tiene potencia su amor, volumen tiene su alma, es casi imposible pararla, como un ejército de dragones lanza su ataque y gana la batalla. Vence siempre porque la bondad la empuja, el bien es su corona, y los buenos nunca pierden.
Si te pierdes cuenta con su auxilio, no desfallece nunca, está hecha de nobles metales, de maderas incombustibles. Viene de un lugar lejano, de conde el sol nace, y las aguas que la refrescan, nacen en los más dulces manantiales.
Todas las caravanas que por su lado pasan, ralentizan su paso, se paran, lo hacen para adorarla, del Gran Atlas dependen, y ella tiene su palacio ahí, donde solo el rumor del viento, permite que descansen ahí, a veces no está de humor para recibir visitas, y los hombres azules lo respetan.
Soraya la fuerte, la impetuosa, la magnífica sombra de África, la que consuela con sus faldas de seda y las extiende para los suyos, como una alfombra de oro, que se extiende a los pies de sus adoradores.
Se adorna con los mil tonos que el maquillaje del desierto le brinda, le ofrece, es entonces cuando nace el sol de nuevo por encima de su cabeza, que se reflejan sus ojos verdes, color puro de la madre tierra, de agua se llenan, de tonos mediterráneos.
Nadie que no viva allí, que se alumbre con su sol, que se sacie de sus aguas, que se alimente de sus deliciosos dátiles, puede imaginar lo que significa.
A todos los que descansan en su reino, les pregunta qué necesitan, ignora la lluvia porque no la necesita, ¡sus fuentes son tan lejanas…! que poco importa que llueva, mientras la tierra esté bien regada. Desde pequeñas fuentes hasta grandes cataratas, nutren y abastan el suelo fértil donde las palmeras se alzan espléndidas, deseables por su sombra y sus frutos, con eso, tiene bastante.
Lo demás que alguien pudiera pedir o desear, queda satisfecho solo con decir su nombre, Soraya, la madre de las tierras secas, montañas, arenas impenetrables, oasis de paz y sosiego, verdor sin límites y pan, que se sabe necesario para vivir.
Hay muchos nombres, muchas tierras, muchos otros lugares hermosos, pero los palacios de Soraya son los más ricos, por eso sus súbditos la aman, la desean de corazón, hay quién dice que… con toda su alma.


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