MI ALIMENTO
No
hay diferencia alguna entre el verano y el invierno a la hora de alimentarme,
siempre me alimento de lo mismo.
Dicen
que en invierno conviene comer más cuchara, se necesitan más calorías, bien,
puede ser, pero particularmente a mí no me afecta eso. No es porque sienta o no
la necesidad de comer más variado, tampoco, lo reconozco, soy de estos que
andan solo comiendo frutos secos y verduras o legumbres.
Cualquier
cosa me está bien, sea una época u otra. Ahora bien, si no me alimentara del
prójimo me moriría, he que no soy antropófago, no, de eso nada. Hablo de sentir
el calor de una conversación, de una charla, de intercambio de estímulos, que
me nutren más que un buen pote gallego. El comer en todo caso es secundario
bien pensado, te llena la barriga eso sí, pero al poco tiempo todo va a parar a
la cloaca.
Me
gusta ir lejos con la gente con la que hablo, viajar con la imaginación me
sacia. Es mejor que cualquier otra cosa, que podamos meter entre pecho y
espalda, más útil y sobre todo más digerible, más sano. No te produce ardores, te
ayuda a pensar, a ventilar telarañas que empañan nuestra mente, factores que
son irreconciliables con el afecto.
¿Qué
importancia puede tener el plato, comparado con esto? Ninguna, seguro, es
incomparable, ver como uno puede seguir creciendo, a pesar de tener ochenta
años… es glorioso. La barriga no piensa, la mente no cesa de hacerlo, siempre
está en progreso, siempre te puede seguir alumbrando, siempre aprendiendo. ¿Qué
somos los humanos sino eso?, eternos aprendices de la vida, desear seguir
siéndolo es mi meta, mi alimento.
Es
un régimen seguro, no engorda ni tiene efectos contraproducentes, no se come
glóbulos blancos, ni entorpece la circulación, ha menudo me pregunto… ¿tan difícil es de seguir? No encuentro la
respuesta, nos gusta hablar de nosotros, ser escuchados por otros, es una
necesidad humana como el comer, beber o respirar. Tendríamos tantos amigos verdaderos
si eso fuera así, estarían dispuestos a dejar la piel, en su intento de salvar
la nuestra, ¿no es hermoso esto?
Alimentarse
de cariño mutuo, de amor legítimo, del amor al que hacían referencia los
griegos, amor “ágape”, un amor que evita la autocomplacencia, que invita de
manera obligada por puro humanismo, a darse a los demás. ¡Qué magnífico
alimento ese! aunque resulte en un desgaste sustancial de aquel que lo derrama
sobre los demás, ese amor se proporciona de manera consciente, sabiendo a quién
se da y lo que significa el hacerlo. Lejos del amor físico, de ese amor
pasional y casi animal, que también da buenos resultados a su manera, pero en
circunstancias bien distintas.
Me
alimento de esto, ese es mi régimen, y eso me proporciona grandes beneficios,
este es otro resultado de este régimen, el beneficio de resultar útil a otros,
si conviene, de gastarse, cuanto más lo haces, más engordas, en el sentido
figurado de la expresión. Quiero hartarme de vivir así, siempre alimentándome
de los productos de la Tierra, la que produce a seres humanos, sensibles, de sentimientos
firmes, están rodeados de un halo de humanidad y carisma, carisma que se
adquiere a base de comer de este alimento noble, el roce humano, el intercambio
de ideas, la disposición de aprender y el deseo de ser grandes.
Grandes
son aquellos que deciden serlo, los que hacen de este alimento, la clave para crecer.
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