ROTOS
POR EL MIEDO
Como
una vasija cansada de ser usada en exceso, los corazones se rompen también, no
del mismo modo que el barro, no por las mismas razones del uso que se hace de
ellas, a veces se rompen de miedo.
El
miedo, innato en el ser humano como si fuera una huella que lo marca de por
vida, siempre lo llevamos consigo, de una forma u otra, siempre nos atenaza,
nos engulle, nos paraliza. Unos saben más del miedo que otros, me gustaría
conocer a estos últimos, almas consumidas por una reacción extraña aunque
lógica.
Desde
que nacemos, el miedo que llevamos dentro no lo podemos expresar de ninguna
otra forma más que llorando, a veces los bebés berrean, se dice, tal es su
desesperación por algo que no sabemos que es, y que sin embargo toda madre sabe
que tiene que pasar por ello. Y cuando crecen un poco más, el miedo hace que
los primeros pasos que dan solos, los llene de inquietud y miedo a caerse,
a equivocarse del ritmo que deben llevar
sus piernecitas.
Pero
esta, no va a ser la primera ni la última vez que tengan este sentimiento, el
miedo desde estos instantes de más consciencia, nos acompaña hasta la muerte,
pero hay todavía mucho que pasar en este tránsito, y él, estará siempre
presente.
No
hace vacaciones el miedo, esa es una razón por la que puede llegar a romperse,
por abuso de él, por subestimarlo, por querer interpretar que nosotros no
tenemos miedo, que eso es cosa de cobardes. Cualquiera en su sano juicio piensa
que es lo contrario, tener miedo es bueno, de otro modo, en lugar de ser
temerosos, seríamos temerarios y ese defecto… ¡es tan malo, que muchos no
quieren admitir que lo son!
Abusar
del miedo propio, nos lleva a ser insensibles, puede que hasta tiranos con los
demás de nuestra propia especie, crueles y despiadados. Charles Darwin escribió
sobre este fenómeno, dejó escrito, -está
comprobado-, que cualquiera puede comenzar a expresar este defecto, aunque se
puede llegar a corregir, siendo crueles con los animales de pequeños, de una
forma u otra, estamos cerca de mascotas, propias o de otros, nos ensañamos con
las moscas arrancándoles las alas y dejándolas vivas para que no puedan volver
a volar y molesten, pero en el fondo es una crueldad como cualquier otra.
En
cambio, no nos metemos con los leones, no les arrancamos las uñas y los dientes
para hacerlos más dóciles, y que no nos devoren. Ni con un tigre de Bengala, o
cualquier otro felino grande, pero en cambio, con un gato, si que nos
atrevemos, no les tenemos miedo alguno, si somos alérgicos a su pelo sí, pero
nada más allá de esto. Lo mismo podemos hacer con un perro, este comportamiento
refleja que somos por naturaleza temibles para los que nos rodean, en
consecuencia, con nosotros mismos. No nos duelen prendas de cruzar esta frontera,
que está trazada dentro de nuestra propia alma, con una delgada línea, casi
imperceptible, y que a medida que pasa el tiempo, podemos sin saberlo, es decir
sin darnos cuenta, que la vamos alimentando, haciendo cada vez trazos más
gruesos, hasta llegar a presumir ante otros, que ya hemos superado la barrera
del miedo.
Ya
estamos listos entonces, nos rompemos, no de forma perceptible claro, pero lo
que si es cierto, es que tratamos de auto convencernos, que somos pequeños
dioses, ¡si no fuera por mí, que sería de él, ella o ellos! Este mí con acento
da viva cuenta de hasta que punto puede uno llegar a equivocarse. Siendo que
sin saberlo uno está roto por dentro, ya no le importa nada, su camino por la vida
se va haciendo cada vez, más estrecho, más difícil, pero el miedo ya ha podido
con nosotros, nos ha vencido, estamos a su merced, la vasija ya no sirve para
ir a buscar agua al rio, sirve de decoración, hasta se le pueden plantar flores
dentro, pero lo que es usarla para su propósito primero, nada, no sirve ya para
eso.
Rotos
por el miedo que no se quiere reconocer que padecemos, vamos pidiendo limosna,
solicitando en silencio, que por favor alguien nos ayude, que nos atiendan. Lo
malo del asunto es, que hay a nuestro alrededor, millones de seres en nuestro
mismo estado de pobreza, nos morimos de sed porque nuestra vasija rota ya no
nos sirve de casi nada. Rotor por el miedo, deambulamos por la vida, en busca
de no sabemos bien qué, es la ley del miedo a la muerte la que ahora nos
domina, todo por no ser conscientes de que un día, años atrás pudimos pedir
ayuda y el miedo a nosotros mismos, no lo quisimos reconocer.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario