ESCANDALOSAMENTE
Posiblemente, el escándalo que he vivido con más intensidad,
fue el de una familia trabajadora, que junto a un familiar mío y yo mismo,
trabajadores entonces en una fábrica de curtidos de piel en Igualada, provincia
de Barcelona, vivimos de primera mano, a
través de este corto relato veréis el porqué.
Corría el año 1968, muchas familias españolas estaban
trabajando en el extranjero. El padre y el abuelo de la familia referida,
decidieron ir a construir a Alemania, la mano de obra española en el ramo de la
construcción estaba bien pagada para aquellas fechas. Se marcharon allí con sus
respectivos contratos de trabajo y todos los derechos que ello se derivaban,
enviaban dinero a sus mujeres e hijos aquí, mientras que otros, les construía
casas de muy buen ver en una zona de Barcelona llamada el Monte Carmelo.
El abuelo dejó en España a su mujer todavía una mujer joven,
se casaron muy jóvenes y comenzaron a tener hijos, como quién fabrica
salchichas de Frankfurt, una cosa bárbara, los vecinos, algunos, decían que
cada tres meses, se oía de un nacimiento nuevo en aquella humilde casa, con los
techos de uralita. ¡Tampoco se puede creer todo lo que uno oye por ahí…! pero que
había niños a mansalva… ¡vaya si los había!
La abuela, una mujer de treinta y pocos no tenía al marido
cerca, y por correo los niños, ni siquiera sus simientes, se envían por correo.
¡Ojo!, que hay quién cree que sí, que de todo hay en la viña del señor. Dos de
las hijas tenían respectivamente, doce y trece años, vamos, que no las
distinguías a la una de la otra, además, se parecían, como dos gotas de agua.
En estas circunstancias de guetos que ellos mismos formaban para gentes de su
clase, había otros muchos, chicos y chicas que iban de baile, verbenas, lugares
que improvisaban como tablaos flamencos, donde se juntaban a practicar lo que
mejor sabían, bailar y beber y luego… despendiendo de quién fuera la afortunada,
era acompañada a su casa por vecinos de confianza.
La soledad, y el hecho de tener que trabajar en la fábrica
de curtidos, hizo que, con el tiempo, fueran subiendo de escalafón en la gran
cadena de la vida. La madre, ahora me estoy refiriendo a la hermana mayor de
las dos niñas preadolescentes, estaba a dos velas, el marido decidió como su
padre, quedarse a renovar el contrato con mejores condiciones que las
anteriores en Bélgica. De manera que ya ves, a la abuela, a la hija mayor, y
las dos mujercitas que ya apuntaban formas de mujer, hermanas de estas dos
últimas, lavando pieles, cepillándolas, poniéndolas a secar, plancharlas con
las máquinas de vapor de rodillos y tintarlas.
¡A cualquiera le quedan ganas de andar con cachondeos
después de semejante paliza en el curro! Pues mira tú, a la abuela no, pero lo
que era a las tres hermanas, la casada y las dos solteritas, las venían a
buscar cada noche. Para que, ya no lo puedo asegurar, pero que antes de
comenzar los cimientos de lo iba a ser su casa, tuvieron que ensanchar dos
veces el techo de uralita sí.
La abuela, Manoli, que contaba para entonces con treinta y
seis años, al final se fue a vivir con un encargado, que tenía un buen piso en
la Plaza de Lesseps, desde que se fuera a vivir con él no tocó una sola piel
más, era ama de casa, de una casa nueva con nuevo marido claro, nadie hubiera
acertado la edad que tenía, no aparentaba más de treinta. Ernesto Novoa la
presentaba a todo el mundo como su prometida.
Un día de estos tenemos que visitar a toda tú familia Manoli. Quita, quita, de momento no, ¿tú sabes el
follón que tienen allí con las obras?, cuando hayan terminado sí, ahora no es el
momento. Le pegaba un par de meneos con
las tetas y le pegaba el trasero a la bragueta y listo, ya lo tenía en calzoncillos
patas para arriba.
A la hija mayor y a las dos pequeñas, les iba el negocio
viento en popa, durante el día, cuatro o cinco amiguetes les iban levantando la
casa, materiales para la construcción no les faltaban. Por la noche, cuando
unos cuantos estaban en aquella casa de acogida, cardando y bebiendo, unas
cuantas carretillas iban arriba y debajo de las cuatro calles con toda clase de
materiales y herramientas. La casa pasó
de ser una barraca con techos de chapa a ser todo un chalet. El dueño de la empresa de los dos hombres en
Bélgica, decidió dar diez días de vacaciones a los trabajadores más “fieles”,
les abonó la mitad del pasaje en autobús para que fueran a visitar a su
familia. Pero el sábado os quiero a
todos aquí ¿de acuerdo? Si señor
faltaría más, respondieron al unísono.
Verás que sorpresa se llevan todos cuando nos vean llegar,
oye… tú no les has dicho nada ¿verdad? ¿Qué
les voy a decir yo, ¡venga hombre! A ver cómo han invertido el dinero, les tiene
que haber sobrado bastante, llevo en este cuadernillo las cuentas, lo tengo
todo más o menos calculado.
El viaje en el autobús fue la pesadilla más grande de su
vida, aparte del trabajo, el chofer parecía estar hecho de hierro colado el
tío, no se cansaba por nada del mundo, venga kilómetros y kilómetros, solo
paraba para repostar, y ahí nos veías a todos, meando por los alrededores de
las gasolineras, porque el tal Gastón, no esperaba ni para hacer un recuento de
los que se habían quedado atrás. ¡Que borde el tío… de verdad! Uno de los
nuestros se quedó tirado, cagando detrás de unas cañas, los de atrás del bus lo
vieron desesperado corriendo por la carretera, con los pantalones abajo, y
sujetando un papel de diario en la boca, ¿tú crees que paró?, pues no, el muy
hijo de puta, pensaría que podía llegar a España de aquella manera.
Nadie dijo nada porque de la guantera metálica, colgando de
una alcayata, colgaba un revolver de vete tú a saber que batalla.
Cuando bajamos todos del autobús, nos preguntó en un
perfecto español que donde quedaba la Plaza Universidad, todos le enseñamos el
dedo corazón de la mano derecha, tiró de una palanca, cerró la puerta y se
marchó despotricando en alguna lengua rara.
¡Niño mira… si ya han terminado la casa…! -dijo el padre- ¡Joder, pues sí…, se han dado prisa
¿he? Familia, ¿Dónde estáis…? Comenzaron
a hacer su desfile diez o doce niños, aquello era espantoso. ¿Qué habéis
montado aquí una guardería? No papá,
mira, este, esta de aquí y este otro son míos. Estos otros cuatro son de mi
hermana Júlia, y otro que viene en camino, cumple el mes que viene. ¿Y tú madre dónde está? Ella
sirve en una casa del centro de Barcelona, trabaja para el señor Ernesto Novoa,
la fábrica le sentaba mal con todo lo que allí se respira. Pues anda llámala y dile que venga que tenemos
pocos días para estar juntos, el sábado que viene tenemos que estar en Bruselas
de nuevo. Me parece que va a ser difícil,
solo la dejan un día de cada quince salir de allí.
¡Entonces es como una esclava…! Pues más o menos como vosotros, ¿Cuánto tiempo
hace que no estáis aquí, he dime? Los
dos hombres están sentados en la calle, no atienden en como ha quedado la casa,
lo bien orientada que está, ni siquiera entran a ver cuántas habitaciones
tiene, imaginan que muchas, dados los niños que hay delante de ellos. ¿Qué hacemos hijo, nos volvemos a Bruselas
en el primer tren que salga de la Estación de Francia? Yo creo que va a ser lo mejor, si acaso un
día de estos, les escribimos unas líneas y les decimos que hemos venido a
verlas, a ellas dos y a su familia.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
No hay comentarios:
Publicar un comentario