domingo, 14 de septiembre de 2014

LA CARTA DEL PRESO 290



                                           LA CARTA DEL PRESO 290




No sé nada de ti desde hace muchas semanas, aquí en el penal ya sabes que una de las cosas que nos mantiene con cierta esperanza de continuar con el ánimo alto, es saber de los nuestros, sabernos por lo menos recordados, en cierto sentido queridos.
Cuando llegó el momento, decisivo para mi futuro, me entregué a la policía y lo hice por ti, no quería que sufrieras más por aquel triste acontecimiento en el que no tuve protagonismo alguno, salvo el querer esconder aquella navaja bajo el asiento del coche. ¿Recuerdas…? tú me lo pediste, y yo, triste desgraciado, que ahora me doy cuenta del significado de aquella cara que pusiste, y de los gestos cariñosos que me dedicabas, no supe interpretar, que era un puto gusano en el extremo del anzuelo que usabas en provecho tuyo.

Salvasteis el culo gracias a mi declaración, y lo volvería a hacer si tuviera alguna seguridad, aunque fuera mínima de que cuando saliera de esta mierda de agujero, me estuvieras esperando.
Me he buscado la vida para que esta carta te llegara por la puerta de atrás de esta cárcel, me ha costado dos paquetes de Winston pero los he pagado a gusto con tal de que por favor leas estas líneas.

-¡Será gilipollas este pringado…! Vanesa, ¿no le dijiste nada que íbamos a darle un palo al moro mierda ése?
-No, yo no le dije nada, si lo llega a saber no hubiera venido y no teníamos coche, me dijiste que consiguiera uno y pensé en él.
-¿Y qué le dijiste, que estabas enamorada de él o algo así?
-Más o menos, necesitábamos un pico y bueno… al final salió bien ¿no?
-¡Claro cariño, claro que sí, de puta madre! Por lo menos no estamos pringados…
-Pues deberías ir a verlo un día de estos y decirle la verdad del tema, que estás viviendo conmigo, que necesitabas seguridad cuando lo enchironaron, no sé, algo así.

Vanesa se va a la habitación del piso que han ocupado dos parejas en un barrio un poco alejado dela capital, se echa sobre el colchón que encontraron al lado de un contenedor. Sobre la mesita de noche, que es una caja de plástico de cerveza con un estante de uno de los armarios empotrados encima, coge una china de una cajita, la calienta y se hace un porro en un instante, cuando aspira fuerte las primeras dos o tres veces, entra en una especie de trance.
Visiona a un hombre grande y con la cara llena de sangre, como si le hubieran arrancado la piel, y dejara al aire los músculos y las venas, no ve la cara de ese tío al que acuchillan pero no es la víctima, es el asesino que en un momento, tira la navaja de mariposa al aire, y un águila la recoge con la punta de las garras, se mete en un coche y se pone a conducir sin luces por una ciudad vacía.

-Vane ¿qué te pasa tía?  -está temblando, con una sudor fría, convulsiona-, ¡joder… Maqui ven que la tenemos que llevar a algún sitio!
Maqui no funciona, ni él ni su chica, Celeste, hace dos años que la buscan, se escapó de casa y parece una figura de cera, siempre ha estado metida en ese cuchitril, no ha visto el sol desde entonces, se han chutado con algo que ha conseguido la chica, a base de prostituirse y hacer cosas raras con tíos este fin de semana pasado. Al no encontrar ayuda de nadie  -tampoco es caso de llamar la atención de la otra gente del bloque, que como ellos, están de ocupas-.
Rodilla al suelo y la carga a la espalda, Vanesa no da señales de vida, pesa como un saco de patatas, la sienta en el suelo del plato de la ducha, coge un par de cubos de agua fría que tienen en un depósito de uralita en el baño, agua que utilizan para todo, y se los hecha encima.

Vanesa parece una muñeca de trapo, con los brazos llenos de picos, caídos a los lados, y las palmas de las manos casi sin uñas, con las palmas hacia arriba. Gustavo le toma el pulso, está muerta, él coge una sábana y la cubre, ésta se moja casi al instante. Sale del aseo y mete todas sus cosas en una bolsa de deportes y sale a la calle, Gustavo está conmocionado, jamás le ha pasado algo así, es curioso mató a un hombre llenándole el cuerpo de pinchazos para robarle la droga que llevaba encima y ni pestañeó, piensa para sí, y ahora que no es responsable de la muerte de Vanesa, se siente como la peor persona de la tierra.

Creo que es probable que me den el tercer grado dentro de cuatro o cinco meses, estoy trabajando en la carpintería ¿sabes, tenemos una pequeña cooperativa en la cárcel y con la venta de los trabajos nos rebajan condena y nos ganamos unos euros. Estoy ilusionado en cierta forma, claro que… si supiera de ti, en fin, si se te ocurriera venir a verme, ¡fíjate tú!, sería como viajar por unos minutos en una nube. Le he dicho a mi abuela que pase a ver a tú familia y que les mando saludos para ti, quiero que sepan que soy formal y que no te quiero ningún mal, creo que a estas alturas ya sabrán la verdad de lo sucedido en su día y el por qué estoy encerrado.
Es posible que creas que soy un necio por esto que te voy a decir. Aléjate de Gustavo, no te juntes con esa gente, no te traerán más que disgustos. Me permito enviarte un beso, sabes hasta qué punto te quiero y lo que significas para mí.

Al día siguiente, mientras trabaja en la carpintería escuchando onda cero radio, -la que les dejan escuchar en la prisión- informan de la aparición de una mujer muerta en un barrio aledaño a la capital. Básicamente presentan la noticia, dándole importancia al hecho que muchas familias a las que se les había prometido una vivienda social por sorteo, ya concedidas, están a la espera que el ayuntamiento ultime algunos detalles administrativos, pero la gente se ve forzada a ocupar las casas, no tienen otra opción, y lo peor es, que la mayoría de estos ocupas no son los afortunados de la concesión de los pisos.
Dicho de otro modo, cuando a alguien le toque entrar en su casa ya terminada, se puede encontrar con cualquier sorpresa indeseada. Pero una vivienda social es una vivienda social, uno hace lo que haga falta por conseguir alguna como sea. Claro está que si es con papeles en mano mucho mejor, eso es indiscutible vamos.

Pasados dos días, la abuela de Daniel lo visita en la cárcel, la mujer, cariacontecida con la mirada en el piso pintado de gris de la cárcel camino de la sala de visitas, se sienta en una mesa redonda con bancos fijados al suelo de hormigón.
-Mira abuela, ya te he terminado el caballito mecedora que me pediste para ponerlo encima de la chimenea.
-Qué bonito hijo… y que bien lo has pintado, se parece a los caballos de los tiovivos,  -habla sin entusiasmo, esbozando media sonrisa que parece más una mueca que otra cosa-. ¿Sabes quién ha muerto Daniel?
-No ¿quién? ¿No será el señor Anselmo el chofer de los autobuses?
-No, está hospitalizado pero dice su mujer que con la radio, puede que salga de esta.
-Pues anda dime quién…
-Vanesa.

Daniel ha quedado petrificado, no pestañea, se ha quedado con la boca entreabierta, su abuela lo mira insistentemente esperando algo que salga de sus labios, pero no lo ve, parece que haya desaparecido de la faz de la tierra, muerto como Vanesa está en ese instante, no reacciona. La abuela continúa con su diálogo.

-Llevaba dos días muerta en un piso del barrio de Los Nogales, donde hicieron esas viviendas sociales, esas que jamás se concedieron a nadie desde hace ya más de diez años. Según dice la policía…
Daniel le coge las manos y le dice casi susurrando…
-Vale, ya no hace falta saber más abuela. ¿Le pasaste mi última carta?
-No pude hijo, la llevé a su casa para que se la hicieran llegar, me dijeron que no sabían dónde paraba.
-¿Entonces la conservas tú?
-Si claro en casa está, la puse en tú mesilla de noche.
-Gracias por guardarla abuela. Me voy para adentro, no te sepa mal, mañana te llamaré a las doce y media.
-Dame un beso hijo, cuídate mucho, que tengo ganas de verte fuera de aquí pero de una pieza.

Ha vuelto a su celda y estando esta aún abierta, ha cogido el cuaderno de escribir cartas y le escribe de nuevo a Vanesa.

Cariño mío, ahora te lo digo sin miedo, a cara descubierta, te amo, quiero que sepas que aunque lejos, siempre estaré protegiéndote, me aseguraré de que nadie manche nunca más tú nombre, para ti ya no hay noches frías, para mí tampoco, tu calor me acompañará donde quiera que vayas. Poco más se me ocurre decirte, porque deseo que veas primero, que esto que te escribo ahora voy a cumplirlo, así de esta forma, podremos ir progresando en nuestra relación extraña pero hermosa a la vez. En cuanto salga de aquí iré a verte, quiero que el resto de cosas que deseo decirte no las escuche nadie, que sean confidencias las que llenen este espacio que ahora dejo en blanco, te quiero mi amor, hasta pronto.




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