martes, 2 de septiembre de 2014

UNA CANCIÓN EN CADA ESQUINA

                                                UNA CANCIÓN EN CADA ESQUINA




Calles modernas, antiguas, estrechas o anchas, grandes urbanizaciones donde las casas están esparcidas cual si de setas apreciadas se trataran, plazas abarrotadas de gentes, monumentos, sota calles con tránsito de cientos de miles de personas, que diariamente, usan el metro o trenes subterráneos, todos estos lugares, tiene algo en común, música, su propia música, como si habláramos de músicas ancestrales, de sonidos tribales.

 Son músicas tocadas siempre con los mismos instrumentos, difíciles de identificar en ocasiones, son instrumentos que, dependiendo de la resonancia que tengan, ofrecen al oído tonos confusos unas veces, otras inconfundibles. Fáciles de distinguir como un violín en una orquesta sinfónica, la gran metáfora de estas canciones callejeras, es que nuestro oído ya está demasiado acostumbrado a escucharlas y ya no les prestamos atención.

De esquina a esquina de la calle, oímos tocar canciones de todos los ritmos imaginables, peleas al lado de nuestra casa, gritos de los hijos castigados porque sus padres no los dejan salir el fin de semana aún a costa de que todos los amigos en la calle, esperan el desenlace del desconcierto. Esperan y se ríen, se mofan de unos y otros, se divierten, conocen el carácter de  los elementos que habitan en la casa. Se escuchan ruidos de platos rotos, de puñetazos en las puertas o golpes un tanto ininteligibles, llantos e insultos.

En la calle, junto al bar musical de la esquina hacen su aparición dos patrullas de la policía, en la calle hay guerra, guerra de bandas, unos con cuchillos y cadenas, otros con bates de beisbol y piedras, música, no precisamente celestial, es humana del todo, acompañada por el olor del alcohol que todo lo inunda por unos minutos. Botellas rotas, vecinos ignorantes de todo lo que sucede a su alrededor, que son metidos a la fuerza, en furgones policiales, que nada tienen que ver con el concierto que acaban de presenciar.

De la cena de aniversario de bodas, sale una pareja de un restaurante, se van besando, sonrientes y felices, esta, va a ser una gran noche para ellos. A menos que…, de la esquina de unos contenedores de basura, salen dos hombres altos corriendo como gamos, tras ellos, cuatro más los amenazan con pistolas y los conminan a que se paren si no quieren morir. La pareja se pega a la pared, no pueden hacer más ni menos que eso, el marido saca el móvil del bolsillo de la chaqueta y llama al 091, una voz de mujer, le pregunta que donde está el fuego.    Estamos en la calle Pedrarol, unos individuos van tras otros con una pistola en la mano, quieren matarlos, todos los balcones y ventanas vecinas se mantienen cerradas, a lo lejos se escucha una sirena de policía, los delincuentes ha girado hacia unas escaleras que va a parar a otra calle inferior.

Un rezagado de los perseguidores, con los ojos inyectados en sangre, mira a su alrededor, ve a la pareja, ella con los puños bajo la barbilla hace el gesto de querer ser invisible, no lo es, se escucha un estruendo y cae a plomo al suelo.

En un arrabal del otro lado de la ciudad, lleno de esquinas cuidadosamente trazadas con propósitos maliciosos, cuatro furgones de policía antidisturbios y unas cuantas motos de policía, tienen acorralada una casa de la que van saliendo paulatinamente personas mal vestidas con las manos esposadas en la espalda, algunos llevan bridas de plástico que estrangulan el paso de la sangre, se quejan pero a cada quejido le precede un golpe de palo en las costillas. El asunto es serio, asuntos de drogas, le han cantado a la policía que allí se movía gran cantidad de cocaína, bueno, eso significa que su encarcelamiento, va a tardar un poco más y que la pena va a ser reducida. Otro asunto es, que alguien de la banda, sepa quién es el chivato, y se encargue de él, más temprano que tarde.

¡Cuántas músicas diferentes en cada esquina…!
Hay otras canciones que no se escuchan en la calle, tienen lugar en habitaciones más o menos iluminadas, allí se tocan músicas alternativas, adulterios y fornicaciones, gemidos y lamentos de placer, apagados llantos de personas traicionadas, que se vienen abajo. Unos se suicidan al saber que no ha sido algo eventual, que esto dura desde hace muchos años.   ¡Y yo tonta de mí… creyéndomelo todo… estúpida de mí, dos hijos ha tenido ya con ella y a mí siempre diciéndome que los niños no son oportunos ahora, que ya veremos más adelante. Hijo de puta, mal nacido, ¡lástima de esfuerzos que tuvo que hacer su madre para parirlo…!

Músicas llenas de dolor en esquinas callejeras, las otras, las que regocijan el alma, las que llenan el espíritu, se cantan y escuchan dentro del hogar, de manera, que el gozo que de ellas se deriva, hace que la respiración se contenga. Esas son las canciones que me gustaría oír siempre, a ser posible, eternamente, hasta el final de los tiempos.




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