IDA Y VUELTA
¿Cómo
va a ser el billete, de ida y vuelta o solo de ida? Solo de ida señorita, luego ya veré. De acuerdo, entonces a partir de pasado
mañana ya lo tendrá disponible en nuestra oficina. Muy bien, gracias.
Claudio
no sabe nada acerca del destino que ha elegido, tampoco sabe, en que
condiciones podrá buscarse la vida cuando llegue a Argentina. Ha invertido casi
todo cuanto tiene en este viaje, él le llama excursión, quizás para auto
convencerse, que es solo un viaje de ojeo. Ha anotado determinadas direcciones
de posibles trabajos, trabajos que sabe sobradamente que está capacitado para
realizar. Es meteorólogo, también hay que añadir a esto, el master que hizo en
su día de volcanología, es más que probable que alguien lo contrate, de hecho
en cuanto llegue al hotel que elija, debe llamar a un teléfono para su primer
contacto.
Esa
es la razón principal, por la que no ha pedido un billete de ida y vuelta, es
posible que se quede allí a vivir. La traición a la que le sometió su última
chica, lo ha dejado un poco fuera de juego, no sabe que hacer, solo que quiere
irse lo más lejos posible, sin dar dirección ni destino. Ni siquiera a los
amigos les ha dado la más mínima pista de lo que piensa hacer, sabe que hacer
eso, le daría pistas a su hasta entonces, queridísima Maite.
Con
el jet lag a cuestas, se ha pasado todo un día durmiendo y además cuando se ha
levantado, lo ha hecho cansado, le parece haber estado picando a pico y pala
toda una carretera, hay personas que lo llevan mejor que otras, él lo lleva muy
mal. A primera hora de la tarde ha llamado al teléfono de contacto que tiene en
la agenda del móvil, le contesta una voz femenina que le pregunta con quién
está hablando. Verá vengo de España, vi
un anuncio en Internet en el que decía que estaban buscando a un experto en
meteorología, además tengo algunos conocimientos sobre vulcanología, creo
sinceramente que les podría ser útil.
¿En
que hotel se aloja señor…? Claudio,
¿con quién tengo el placer de hablar?
Con la doctora Florinda, jefa del departamento del estado, del servicio
de meteorología. Un placer doctora,
verá usted, como mis recursos son limitados, monetariamente hablando, estoy
alojado en el hotel AURORA. Tiene usted
que salir de ahí, esta noche a las siete y media le envío a un chofer, recoja
sus cosas, no se preocupe por el pago de la factura, nosotros nos hacemos cargo
de todo, el chofer lo llevará donde estoy yo. Hasta esta tarde señor Claudio,
no se olvide, a las siete y media. No
se preocupe, la puntualidad es uno de mis fuertes.
A
la hora convenida, un hombre que casi no pasaba por la puerta del hotel, vio a
Claudio sentado en el vestíbulo leyendo un periódico. Hola, ¿es usted el señor Claudio? Vestía un
pantalón de color melocotón, camisa hawaiana y un sombrero de paja panamá. Sí señor, ese soy yo, Claudio. Bien, espere un momento voy a la recepción,
enseñó una placa que se sacó del bolsillo de atrás del pantalón y dándose media
vuelta se dirigió de nuevo a Claudio.
Sígame por favor, deje, ya llevo yo el equipaje, súbase al Mercedes que
hay en la puerta. Claudio estaba perplejo, extrañado de estas maniobras que
acababa de ver. Por favor pase al
asiento de atrás, no quiero tener problemas con la doctora. Digamos que es una
de las costumbres que tiene cuando voy a recoger a invitados, no le gusta que
vayan en el asiento delantero, lo siento.
No pasa nada, ordenes son ordenes si le dan estas pautas hay que
seguirlas. No pudo evitar mirar con cierta atención al chofer, se dio cuenta de
forma inmediata que llevaba en una cartuchera de sobaco, un revolver. ¡Cojones…
sí que va en serio esta gente! El chofer se dio cuenta también del
descubrimiento y respondió sin alterarse lo más mínimo… En determinados sitios de esta ciudad hay que
estar atento a todo, por eso voy armado, con licencia de armas claro.
Aquel
chofer, o era un suicida o se lo pasaba todo por la funda del cigüeñal no le
importaba que los demás conductores le pitaran, o se cagaran en la concha de su
madre. Llegamos en poco más de diez minutos a una gran verja, que se abrió de
forma automática cuando el chofer tocó el claxon. Pasamos por un paseo de grava
flanqueado por grandes árboles, no supe distinguir que especie era aquella, no
soy biólogo. Paramos en una entrada lujosa, con dos columnas que sostenían un
gran porche. No salió nadie a recibirnos, pero era natural, pensé para mí, allí
nadie me conocía. El chofer igual que en el hotel sacó del maleteo mi equipaje
y lo dejó bien dispuesto al lado de una habitación junto a una escalera.
Gracias
Choncho, es todo por hoy, mete el coche en el garaje y ve a descansar. A disponer doctora. Cerró la puerta y se
presentó ante mí, una mujer joven de unos treinta años. Vestía unos vaqueros
bermudas ajustados y una camisa de hombre anudada a la cintura, sin calzado
alguno, ni sujetador que impidieran que bailaran sus pechos, me invitó a
pasar. ¿Qué tal viaje has tenido? ¿A cuál de ellos se refiere usted, al vuelo
desde España o al del hotel hasta esta casa? Soltó una tremenda carcajada… ya
sé que Choncho es un bruto, pero piense que conduce así porque ha tenido unas
cuantas malas experiencias. No puede evitarlo, yo lo quiero mucho, me ha sacado
de más de un apuro, por favor no me trates de usted, al fin y al cabo nos
dedicamos a la misma profesión, no seas tímido. Imagino que tendrás hambre, ven
conmigo y cenemos un poco, yo llevo todo el día trabajando y lo cierto es que,
hasta me olvido de comer.
Vamos
a hacer una cosa, hoy ni una palabra de trabajo, mañana a las ocho en punto
iremos al observatorio, verás lo que allí hacemos, y yo veré que es lo que sabes
hacer tú, ¿te parece…? Perfecto, que
así sea. La cena fue opípara, ensalada estilo mediterránea, algo que le
extrañó, vinagreras con vinagre español y aceite de oliva, no pudo evitar dejar
caer un buen chorro de aquel precioso líquido sobre unas tortas recién hechas,
era evidente que en aquella casa tenían servicio, y bueno además, después
comieron codornices en escabeche, acompañadas de un puré hecho a base de maíz
dulce buenísimo, y de postre frutos del bosque bañados con una salsa agridulce
que reforzaba los sabores de aquellas frutas.
Me apetece un helado de vainilla, ¿quieres uno? Estaría bien, aunque lo cierto, es que ya
estoy más que harto.
Dieron
un paseo por la propiedad, que no era en absoluto lo que aparentaba desde
fuera, desde la calle. En la parte de atrás del jardín, con las luces
encendidas, una piscina tremenda con formas redondeadas, daba a un cenáculo
medio escondido entre la maleza, hacía calor y parece que Florinda interpretó
su deseo de bañarse. Dentro de un rato,
todavía es temprano, nos daremos un chapuzón ¿Qué te parece? Me parece bien, la temperatura es ideal,
pero primero la digestión… Claro,
porque ser precipitados, nos quedan muchas cosas que hacer en los próximos días,
suponiendo que tu corricolum corresponda con la realidad, soltó una sonrisa
arrancó una pequeña flor que paseo por sus labios y continuaron camino. ¡Ven
rápido, quiero enseñarte un lugar que es muy importante para mí! Corría monte
arriba como un gamo, a Claudio le costó seguirla, se apoyaba en sus rodillas
con las manos para darle más fuerzas a sus rodillas.
Por
fin llegó a un pequeño altiplano, la encontró sentada en el suelo y apoyada en
un árbol, probablemente con unas cuantas centurias a sus espaldas. Mira bien,
¿habías visto cosa igual en tu vida…? No, es realmente hermoso, es difícil
describirlo tienes razón. Dentro de
poco se va a celebrar la Conferencia de Suelos y Geotécnica aquí mismo en
Buenos Aires, entre el quince y el dieciocho de noviembre, se llevará a cabo en
esta capital. La última vez que se hizo aquí fue en el 1975, mi padre era uno
de los ponentes, hace dos años que murió en Méjico, al pie del cañón, ¡que
tozudo era… no daba el brazo a torcer aunque se lo rompieran…! No delegaba en
nadie nada de lo que se tenía que hacer, creo que de esa experiencia trabajando
con él, yo aprendí lo contrario. Me gusta que los demás aprendan de lo vamos
aprendiendo. Sí señor, eso está muy
bien, en el campo de las ciencias creo que es como debe ser.
Me
gustaría que participaras conmigo de esa experiencia ¿te gustaría? Me sentiría muy honrado de poder acompañarte
y aprender. ¡Oye que se nos echa encima
la hora del baño! Tienes razón, el caso
es que no sé dónde puse el bañador. No
te preocupes, yo no voy a entrar a casa para buscar el mío. Al llegar a la
piscina, se desanudó la camisa y el vaquero, se descalzó, para andar por el
jardín se caló unas chinelas de lona, solo un pequeño tanga cubría aquel menudo
cuerpo, se dejó caer de pies en la parte más profunda de la piscina, para
cuando salió de nuevo a la superficie, acompañada de una gran cantidad de
burbujas, Claudio ya se había tirado como un auténtico nadador profesional
desde el otro extremo, dando brazadas, sus pies parecían una hélice de motor.
¡Ha…,
no hay nada como un baño como este al final del día! Nadas muy bien Claudio, la verdad es que
estoy sorprendida, me tienes que enseñar así, a mí solo se me da medianamente
nadar como las ranas, pero sin meter la cabeza en el agua, eso me da un miedo
horroroso. Son los miedos lo que deben
vencerse primero, tener una buena predisposición al aprendizaje.
No
sentía aparentemente ningún pudor en enseñar los pechos, Claudio se imaginaba
que eran gentes del Nuevo Mundo, cuando Colón llegó a esas tierras, todo el
mundo iba en pelotas. Se equivocaba en cuanto a Florinda, a su edad ya había
recorrido medio mundo, o más quizás. Cuando salieron de la piscina, alguien
había dejado albornoces sobre unas tumbonas, era evidente a quién correspondía
la medida de cada cual. Bueno Claudio,
ahora ya es hora de retirarse a descansar, ven conmigo te enseñaré cuál es tu
habitación.
Su
equipaje no estaba en el lugar donde Choncho lo dejó al bajar del coche, eso le
hizo pensar que ya le tenían destinada una habitación. Acertó, sobre una gran
banqueta antigua estaban sus cosas. Que
tengas buenas noches, ha sido un placer conocerte. El placer ha sido mío, gracias por todo, por
la cena, por tu hospitalidad y el baño, todo ha sido estupendo. Claudio durmió como un bebé, Florinda llamó a
su puerta… Venga dormilón que van a dar las siete, dentro de veinte minutos nos
vamos. Saltó de la cama y fue directamente a la ducha, dejaba salir el agua a
toda presión, se despejó en un minuto, se vistió y bajó a la cocina, dos
mujeres, madre e hija ya estaban preparando los platos que debían llevarse al
observatorio, eso significaba que no bajarían de allí en todo el día. Choncho
lo metió todo de forma perfectamente empaquetado en el cofre del Jeep Wrangler
y derrapando las ruedas, Florinda pisó a fondo el gas.
Pronto
dejaron de lado la carretera y se adentraron en un bosque, Claudio no salía de
su estupor, pudo ver, porque no era el que conducía, serpientes, a los lados
del río que comenzaban a cruzar hasta salpicarse las botas, se desperezaban
caimanes, bandadas de loros y cacatúas los sobrevolaban, después todo era monte
vacío de toda clase de vida. De una pequeña cabaña prefabricada salió un
soldado, el camino estaba vallado, les pidió la identificación y levantaron la
valla. ¡Caramba con las medidas de seguridad…! soltó Claudio, que se mordió la
mejilla al querer hablar con el traqueteo del todo camino. El observatorio no es propiedad del estado,
es propiedad de un conglomerado de fondos de universidades de toda latino
América, hay que cuidarse de los ladrones.
Comenzaron
a sincronizarse las cuatro ruedas, y aquel auto se agarró al suelo por el que
circulaba, cual si fuera una oruga, Florinda fue dando volantazos a derecha e
izquierda con el fin de evitar lo peor de las resbaladizas rocas mojadas por la
brisa de la madrugada. Por fin llegaron a la puerta del observatorio. Llamó dos
veces a intervalos y luego dio un golpe más fuerte. Abre Camilo, soy Florinda. No presentó a
Claudio, no hacía falta, el tal Camilo se pasaba toda la jornada en la puerta,
en el mismo instante que ellos entraron él salió al campo. En la misma entrada,
una escalera metálica que derivaba en dos diferentes direcciones, unas subían y
otras bajaban a una parte inferior, aquello era inmenso. Siete personas
trabajaban mirando cosas, poniendo toda su atención en los microscopios con
lentes Olimpus.
A
su paso, la doctora Florinda saludaba uno a uno a sus colaboradores, unos
saludaban de palabra, otros simplemente levantaban el brazo al verla pasar.
Claudio tú trabajarás aquí en esta mesa, los ordenadores son portátiles como
verás, nos van muy bien para hacer estudios de campo, aquí tienes ya algunas
previsiones que nos llegaron ayer por la mañana, estúdialas y me dices a que
conclusiones has llegado. Vaya, ya
estoy en plena fase de pruebas, ¡venga Claudio que de esto sabes un rato largo!
Al cabo de media jornada, cuando hicieron una parada fuera de aquel bunker para
reponer fuerzas, Claudio ya tenía información que pasar a Florinda. Comieron e
hicieron las presentaciones de modo más normal, un hombre algo mayor le
preguntó si lo habían contratado. Lo cierto es, que estoy en una especie de
estado de prueba, veremos a ver. Ese
asunto no debería preocuparte ¿no te parece Elías? Está aquí bajo mi
responsabilidad, es cosa mía decidir quién se va y quién se queda ¿no te
parece?, no olvides que tú también estás con un contrato temporal. Tiene usted razón, disculpe doctora.
Claudio
trataba a Florinda de doctora delante de los demás. Doctora, cuando tenga un momento me gustaría
que se acercara usted aquí, hay algo que me gustaría que viera. Voy en un momento… colgó el teléfono y tomó
unas notas en un cuaderno de piel. ¿Qué
hay…? Fíjese en la parte inferior de
estas cuadrículas, más abajo de donde se juntan Atlántico y Pacífico, está casi
fuera de nuestro alcance, pero eso… es tremendo. Tienes razón, El Niño llega de forma
anticipada y además revoltoso, ¡madre del cielo! Escuchen todos, centren su atención en las cartas
que tenemos de la vecina Chile, zona sur del país, de ayer a hoy se han
producido unos cambios que no son los normales para este tiempo, estoy segura
que allí deben de haberse dado cuenta del tema pero hay que advertirlos, está
rotando al revés, y eso no es nada normal, al trabajo señores. Venga a mi despacho Claudio quiero hablar con
usted. ¿Cómo se te ha ocurrido dirigir
la mirada ahí? Todo lo que afecta a la
Tierra viene del mar ¿no es eso? Pues me he limitado a inspeccionar los peligros
y sorpresas que a menudo llegan del mar, al fin de cuentas, estamos rodeados
por el cuarenta y cinco de agua, ha sido fácil, en la universidad me enseñaron,
que ha causa del calentamiento global, el peligro llega del mar, crece
milímetro a milímetro y eso… nos tiene que afectar de una forma u otra.
Esta
vez la costa Atlántica está en serio peligro, dijo Florinda, mucho más que la
zona del Pacífico. Bien hecho Claudio, vuelve a tu lugar y sigue averiguando,
lo que tengas que decirme a partir de ahora sobre este particular, ven y dímelo
a mí personalmente. Yo sabía que
aquello, el fenómeno natural que se estaba gestando, no era un acontecimiento
normal como el que cada año se espera que suceda por el fenómeno de El Niño,
iba in crescendo, se magnificaba cada dos o tres horas que pasaban. No es
extraño deducir que la gente del observatorio comenzó a preocuparse seriamente,
siguieron los comentarios del desastre que esto causaría.
Mientras
siguen ustedes cuchicheando, dejan las cosas más importantes al amparo de la
suerte, podemos salvar vidas, si nos concentramos en hacer nuestro trabajo con
la máxima concentración posible, ¿estamos de acuerdo todos en esto, o hay
alguna sugerencia que deba escuchar de alguien? Doctora, entro dentro, dijo
Camilo porque ahí afuera se está poniendo el tiempo muy raro, se ha puesto a
llover o algo por el estilo. ¿Cómo que
algo por el estilo…? Salga usted y
véalo usted misma. Florinda notó al salir de la estación que el tiempo no era
nada habitual, una ráfaga de viento la dejó sentada en el suelo, Camilo la
levantó cogiéndola por debajo de las axilas.
Entremos dentro, saltó por la baranda de la escalera que la llevaba a su
despacho y descolgó el teléfono.
Claudio
no pudo saber con quien hablaba, esta vez cerró la puerta de su despacho a diferencia
de otras ocasiones en las que la puerta acristalada, siempre estaba abierta.
Solo pudo adivinar que hablaba con una mujer, tenía cara de preocupación y no
paraba de hacerle preguntas.
¿Otra
meteoróloga…? Preguntó sin malicia alguna a Florinda. No, estaba hablando con mi amante que está
de vuelta de Hawai, necesito que me de determinadas opiniones, está formada en
Harvard y conoce mucho mejor que yo estos fenómenos, además la necesito a mi lado,
no hay cosa peor que tener lejos a la persona que amas cuando estás en una
circunstancia de máximo stress. Ya, lo
imagino, yo también me he sentido así muchas veces, con la diferencia de que
ella, nunca supo comprender la presión a la que estaba sometido. Supongo que
eso le pasa a toda la gente de una forma u otra.
Eres
una mujer fantástica Florinda, te envidio con una envidia sana, al saber que tienes
a alguien a quién amas, y que dicho sea de paso, te preocupas por ella, eso es
lo más hermoso del mundo. Al cabo de un mes, pasadas ya las alertas que afectaban
sobre todo a Chile con aquel fenómeno, mal llamado El niño, Claudio llamó al
aeropuerto he hizo una reserva de vuelo de vuelta a España. Florinda le dio
dinero para que pudiera hacer el viaje a
su manera, en Madrid alquiló un automóvil hasta Santander, allí tenía a un
amigo de universidad, con quién siempre mantuvieron una buena relación de
amistad. Desde entonces nunca dejó de llamar a Florinda para interesarse por su
salud.
¿Qué
te parece Josechu?, lo que tenía que ser mi destino, según creía yo, ahora se
ha convertido en un sueño que nunca puedo olvidar, ¡que necedad…!
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