EL VIEJO PINO
Por
el camino donde está plantado, han pasado generaciones de personas, unas, meros
turistas, otros, gente del pueblo cercano. El pino no sabe contar, pero desde
joven cuando su copa se comenzó a ensanchar, y sus ramas comenzaron a dar
sombra, muchos han sido los que se han parado bajo el sol ardiente del verano,
para comer algo antes de continuar camino, o simplemente a descalzarse, para
sacarse las piedras que el camino ha acumulado dentro de sus zapatos.
Así
han pasado décadas, sin que nadie admire las muchas cosas que ha hecho, desde
su imperturbable sombra. Algunos zagales se han subido a sus ramas, para arrancarle
la piñas, que luego, tostadas a fuego lento, se abierto extrayendo de ellas los
deliciosos piñones que tanto gustan a todo el mundo. Jamás se ha quejado de
ellos, para eso los produce, para que sepan las gentes, que no está ahí para
nada, es una de esas pequeñas bendiciones que la naturaleza regala, a los que
quieran saborear de pleno, como sobrevive un pino viejo.
La
idea que alguien me dio, cuando me hizo resaltar las cualidades de un árbol
como aquel, es que frecuentemente, desalojamos de nuestra mente y de nuestro
corazón, lo importante que es el ser un pino viejo, poco importante, puede ser,
pero siempre útil.
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