SIN DOBLECES
Ya
desde muy joven, era contestona e inconformista, razones no le faltaban, nacida
de un matrimonio arreglado por parte de su madre, quién perdió la oportunidad
de casarse con un hombre guapo y rico, se tuvo que conformar con un buen hombre
que adoraba a su hija. Pero la desgracia de la posguerra se cebó en aquellos
que emigraban a tierras de oportunidades, como eran las grandes ciudades, en
desarrollo constante. El padre de aquella niña creció en un ambiente de
pobreza, con una mujer que no lo amaba, compartiendo casa, piso más bien,
rústico y mal construido, compartido con sus tíos, a quienes le debían techo y
cama.
Un
desastre agravado por las continuas discusiones entre ellos y las ausencias a
Francia de la madre y la hija, dejando solo a aquel buen hombre, conduciendo
tranvías, doblando turnos, haciendo todo lo que buenamente podía, para echar adelante
a sus dos amores, especialmente a su hija. De modo que la niña creció con
muchas carencias, su madre comenzó a tener celos de ella, su padre le brindaba
toda su atención habida cuenta que su mujer no lo quería. En Francia tenía al
resto de la familia, ellos eran su apoyo, tanto su madre como su hermana, algo
menor que ella. En ocasiones, la familia francesa venía España para visitarlos
y pasar cortas vacaciones con ellos, eso animaba mucho a esa muchacha que
crecía sin que nadie se diera cuenta, con catorce años ya era toda una mujer,
yo tuve el privilegio de conocerla y os puedo asegurar, que su carácter estaba
marcado por un considerable orgullo, al principio sano, luego como nos pasa a
muchos, dejamos de ver las diferencias entre orgullo y principios.
Lógico,
conoces los entresijos de las personas, cuando son criadas de esa forma, entre
la radicalidad de su madre, y el excesivo paternalismo que tenía, cuando estaba
junto a su padre. El asunto acabó mal, se separaron sin razón aparente, más
bien sin razón alguna, la madre acusó a su marido de ser un perdido, que le
ponía los cuernos con la primera que pillaba, todo esto fue una trama
organizada, para deshacerse de él. Sin casa y poco después sin trabajo a causa
de la bebida que fue su auténtica perdición, gracias a otros “amigos” que le
dijeron el camino que debía tomar, terminó sus días, muerto en el barrio chino,
en el portal de una calle de mala reputación, a causa del alcoholismo, cubierto
por sus propios excrementos, y sin abrigo alguno en mitad del invierno.
Ese
suceso que yo viví de cerca con ella, porque ya estábamos casados, hizo que
pensara, en las consecuencias que podía tener la manera de cómo había sido
criada. Tardé muy poco en ver que estaba descontrolada en algunos temas de los
que no es momento de hablar, hace poco más de un mes que ha muerto. A pesar de
estar divorciados desde hace años, siempre la he tratado de justificar, y creo
que justamente, no muchas personas, hubieran podido superar algunos de los hándicaps
que ella trató de saltar, como un pura sangre que defrauda a su jinete, cuando
con las manos o los pies, derriba una valla que está más allá de sus límites.
Siempre
actuó sin dobleces, haciéndose valer como era, ni más que otros, pero tampoco
menos que nadie. Equivocada o no, su vida ha sido una vida plena, habrá quien
diga, que podía haber hecho mejor esto, o aquello, pero eso no importa
demasiado en la vida, siempre, si se sigue vivo, se pueden rectificar conductas
y rectificar actitudes que no han sido beneficiosas para unos cuantos.
No
es de extrañar pues que la encuentre a faltar por lo mucho que me dio y lo poco
que pidió dentro de este hermético carácter suyo. Adiós querida amiga del alma,
adiós.
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