El RENCOR ES NECIO Y NOCIVO
Es
como un veneno, sí, algo parecido a pequeñas dosis que te vas inyectando en la
vena y que termina por inmunizarte, a insensibilizarte, mientras mantiene tú
mente y en consecuencia el resto de los sentidos, alerta, listos para la
venganza, dispuestos en ocasiones a cualquier cosa, con tal de llevar a cabo el
objetivo que te perturba, la venganza.
El
caso es que si el rencor forma parte de nuestra forma de pensar, que estamos
convencidos que no hay nada ni nadie que debe interferir, darnos consejo,
sugerirnos como vencerlo, terminamos por dejar de vivir nosotros, nos perdemos
las horas que tenemos para disfrutar de la vida. Con las horas los días, con
ellos las semanas, ya tenemos en nuestra personalidad instalado el rencor como
una de nuestras máximas, sin apenas darnos cuenta. El rencor estaría bien
desarrollarlo, si con él, pudiéramos solucionar algún problema que fuera
realmente serio, y con el rencor, vomitáramos todo lo que tenemos dentro del
alma contra quién quiera que sea, y de ese modo se terminara el problema.
Pero
lamentablemente, nuestra cerrazón y falta de juicio, nos deja varados, sin
saber bien que hacer, solo nos sabemos concentrar en aquello que nos hicieron,
que tienen que pagar por ello sin atender a la lógica, la mejor de las
cualidades para deducir que hacer y cómo.
Cuando
dejamos de razonar de ese modo, y deducir que nuestra vida es lo único que tenemos
de forma provisional, nuestro cuerpo comienza a sufrir las consecuencias. El organismo
se resiente, la ansiedad se apodera de nosotros, dejamos de alimentarnos bien,
las digestiones pueden convertirse en auténticos suplicios, y así, el resto del
cuerpo se trasforma en una máquina sin engrasar, se gripa y se clava.
Todo
lo que nos queda entonces es, una especie de tormento que se concentra en ver a
todos los que nos rodean, como los culpables de nuestra situación actual. Es
una necedad ser rencoroso, y con los pequeños argumentos que acabo de hacer, a
manera de reflexión, acaba por ser nocivo para el resto de todo nuestro cuerpo.
Desaprovechamos ese don que es la vida, y nos aplastamos a nosotros mismos.
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