viernes, 16 de octubre de 2015

IDA Y VUELTA

                                                                 IDA Y VUELTA

¿Cómo va a ser el billete, de ida y vuelta o solo de ida?    Solo de ida señorita, luego ya veré.   De acuerdo, entonces a partir de pasado mañana ya lo tendrá disponible en nuestra oficina.   Muy bien, gracias.
Claudio no sabe nada acerca del destino que ha elegido, tampoco sabe, en que condiciones podrá buscarse la vida cuando llegue a Argentina. Ha invertido casi todo cuanto tiene en este viaje, él le llama excursión, quizás para auto convencerse, que es solo un viaje de ojeo. Ha anotado determinadas direcciones de posibles trabajos, trabajos que sabe sobradamente que está capacitado para realizar. Es meteorólogo, también hay que añadir a esto, el master que hizo en su día de volcanología, es más que probable que alguien lo contrate, de hecho en cuanto llegue al hotel que elija, debe llamar a un teléfono para su primer contacto.
Esa es la razón principal, por la que no ha pedido un billete de ida y vuelta, es posible que se quede allí a vivir. La traición a la que le sometió su última chica, lo ha dejado un poco fuera de juego, no sabe que hacer, solo que quiere irse lo más lejos posible, sin dar dirección ni destino. Ni siquiera a los amigos les ha dado la más mínima pista de lo que piensa hacer, sabe que hacer eso, le daría pistas a su hasta entonces, queridísima Maite.
Con el jet lag a cuestas, se ha pasado todo un día durmiendo y además cuando se ha levantado, lo ha hecho cansado, le parece haber estado picando a pico y pala toda una carretera, hay personas que lo llevan mejor que otras, él lo lleva muy mal. A primera hora de la tarde ha llamado al teléfono de contacto que tiene en la agenda del móvil, le contesta una voz femenina que le pregunta con quién está hablando.   Verá vengo de España, vi un anuncio en Internet en el que decía que estaban buscando a un experto en meteorología, además tengo algunos conocimientos sobre vulcanología, creo sinceramente que les podría ser útil.
¿En que hotel se aloja señor…?   Claudio, ¿con quién tengo el placer de hablar?   Con la doctora Florinda, jefa del departamento del estado, del servicio de meteorología.   Un placer doctora, verá usted, como mis recursos son limitados, monetariamente hablando, estoy alojado en el hotel AURORA.   Tiene usted que salir de ahí, esta noche a las siete y media le envío a un chofer, recoja sus cosas, no se preocupe por el pago de la factura, nosotros nos hacemos cargo de todo, el chofer lo llevará donde estoy yo. Hasta esta tarde señor Claudio, no se olvide, a las siete y media.    No se preocupe, la puntualidad es uno de mis fuertes.
A la hora convenida, un hombre que casi no pasaba por la puerta del hotel, vio a Claudio sentado en el vestíbulo leyendo un periódico.   Hola, ¿es usted el señor Claudio? Vestía un pantalón de color melocotón, camisa hawaiana y un sombrero de paja panamá.   Sí señor, ese soy yo, Claudio.   Bien, espere un momento voy a la recepción, enseñó una placa que se sacó del bolsillo de atrás del pantalón y dándose media vuelta se dirigió de nuevo a Claudio.   Sígame por favor, deje, ya llevo yo el equipaje, súbase al Mercedes que hay en la puerta. Claudio estaba perplejo, extrañado de estas maniobras que acababa de ver.   Por favor pase al asiento de atrás, no quiero tener problemas con la doctora. Digamos que es una de las costumbres que tiene cuando voy a recoger a invitados, no le gusta que vayan en el asiento delantero, lo siento.   No pasa nada, ordenes son ordenes si le dan estas pautas hay que seguirlas. No pudo evitar mirar con cierta atención al chofer, se dio cuenta de forma inmediata que llevaba en una cartuchera de sobaco, un revolver. ¡Cojones… sí que va en serio esta gente! El chofer se dio cuenta también del descubrimiento y respondió sin alterarse lo más mínimo…  En determinados sitios de esta ciudad hay que estar atento a todo, por eso voy armado, con licencia de armas claro.
Aquel chofer, o era un suicida o se lo pasaba todo por la funda del cigüeñal no le importaba que los demás conductores le pitaran, o se cagaran en la concha de su madre. Llegamos en poco más de diez minutos a una gran verja, que se abrió de forma automática cuando el chofer tocó el claxon. Pasamos por un paseo de grava flanqueado por grandes árboles, no supe distinguir que especie era aquella, no soy biólogo. Paramos en una entrada lujosa, con dos columnas que sostenían un gran porche. No salió nadie a recibirnos, pero era natural, pensé para mí, allí nadie me conocía. El chofer igual que en el hotel sacó del maleteo mi equipaje y lo dejó bien dispuesto al lado de una habitación junto a una escalera.
Gracias Choncho, es todo por hoy, mete el coche en el garaje y ve a descansar.   A disponer doctora. Cerró la puerta y se presentó ante mí, una mujer joven de unos treinta años. Vestía unos vaqueros bermudas ajustados y una camisa de hombre anudada a la cintura, sin calzado alguno, ni sujetador que impidieran que bailaran sus pechos, me invitó a pasar.   ¿Qué tal viaje has tenido?   ¿A cuál de ellos se refiere usted, al vuelo desde España o al del hotel hasta esta casa? Soltó una tremenda carcajada… ya sé que Choncho es un bruto, pero piense que conduce así porque ha tenido unas cuantas malas experiencias. No puede evitarlo, yo lo quiero mucho, me ha sacado de más de un apuro, por favor no me trates de usted, al fin y al cabo nos dedicamos a la misma profesión, no seas tímido. Imagino que tendrás hambre, ven conmigo y cenemos un poco, yo llevo todo el día trabajando y lo cierto es que, hasta me olvido de comer.
Vamos a hacer una cosa, hoy ni una palabra de trabajo, mañana a las ocho en punto iremos al observatorio, verás lo que allí hacemos, y yo veré que es lo que sabes hacer tú, ¿te parece…?   Perfecto, que así sea. La cena fue opípara, ensalada estilo mediterránea, algo que le extrañó, vinagreras con vinagre español y aceite de oliva, no pudo evitar dejar caer un buen chorro de aquel precioso líquido sobre unas tortas recién hechas, era evidente que en aquella casa tenían servicio, y bueno además, después comieron codornices en escabeche, acompañadas de un puré hecho a base de maíz dulce buenísimo, y de postre frutos del bosque bañados con una salsa agridulce que reforzaba los sabores de aquellas frutas.   Me apetece un helado de vainilla, ¿quieres uno?   Estaría bien, aunque lo cierto, es que ya estoy más que harto.
Dieron un paseo por la propiedad, que no era en absoluto lo que aparentaba desde fuera, desde la calle. En la parte de atrás del jardín, con las luces encendidas, una piscina tremenda con formas redondeadas, daba a un cenáculo medio escondido entre la maleza, hacía calor y parece que Florinda interpretó su deseo de bañarse.   Dentro de un rato, todavía es temprano, nos daremos un chapuzón ¿Qué te parece?   Me parece bien, la temperatura es ideal, pero primero la digestión…   Claro, porque ser precipitados, nos quedan muchas cosas que hacer en los próximos días, suponiendo que tu corricolum corresponda con la realidad, soltó una sonrisa arrancó una pequeña flor que paseo por sus labios y continuaron camino. ¡Ven rápido, quiero enseñarte un lugar que es muy importante para mí! Corría monte arriba como un gamo, a Claudio le costó seguirla, se apoyaba en sus rodillas con las manos para darle más fuerzas a sus rodillas.
Por fin llegó a un pequeño altiplano, la encontró sentada en el suelo y apoyada en un árbol, probablemente con unas cuantas centurias a sus espaldas. Mira bien, ¿habías visto cosa igual en tu vida…?   No, es realmente hermoso, es difícil describirlo tienes razón.   Dentro de poco se va a celebrar la Conferencia de Suelos y Geotécnica aquí mismo en Buenos Aires, entre el quince y el dieciocho de noviembre, se llevará a cabo en esta capital. La última vez que se hizo aquí fue en el 1975, mi padre era uno de los ponentes, hace dos años que murió en Méjico, al pie del cañón, ¡que tozudo era… no daba el brazo a torcer aunque se lo rompieran…! No delegaba en nadie nada de lo que se tenía que hacer, creo que de esa experiencia trabajando con él, yo aprendí lo contrario. Me gusta que los demás aprendan de lo vamos aprendiendo.   Sí señor, eso está muy bien, en el campo de las ciencias creo que es como debe ser.
Me gustaría que participaras conmigo de esa experiencia ¿te gustaría?   Me sentiría muy honrado de poder acompañarte y aprender.   ¡Oye que se nos echa encima la hora del baño!   Tienes razón, el caso es que no sé dónde puse el bañador.   No te preocupes, yo no voy a entrar a casa para buscar el mío. Al llegar a la piscina, se desanudó la camisa y el vaquero, se descalzó, para andar por el jardín se caló unas chinelas de lona, solo un pequeño tanga cubría aquel menudo cuerpo, se dejó caer de pies en la parte más profunda de la piscina, para cuando salió de nuevo a la superficie, acompañada de una gran cantidad de burbujas, Claudio ya se había tirado como un auténtico nadador profesional desde el otro extremo, dando brazadas, sus pies parecían una hélice de motor.
¡Ha…, no hay nada como un baño como este al final del día!   Nadas muy bien Claudio, la verdad es que estoy sorprendida, me tienes que enseñar así, a mí solo se me da medianamente nadar como las ranas, pero sin meter la cabeza en el agua, eso me da un miedo horroroso.   Son los miedos lo que deben vencerse primero, tener una buena predisposición al aprendizaje.
No sentía aparentemente ningún pudor en enseñar los pechos, Claudio se imaginaba que eran gentes del Nuevo Mundo, cuando Colón llegó a esas tierras, todo el mundo iba en pelotas. Se equivocaba en cuanto a Florinda, a su edad ya había recorrido medio mundo, o más quizás. Cuando salieron de la piscina, alguien había dejado albornoces sobre unas tumbonas, era evidente a quién correspondía la medida de cada cual.   Bueno Claudio, ahora ya es hora de retirarse a descansar, ven conmigo te enseñaré cuál es tu habitación.
Su equipaje no estaba en el lugar donde Choncho lo dejó al bajar del coche, eso le hizo pensar que ya le tenían destinada una habitación. Acertó, sobre una gran banqueta antigua estaban sus cosas.   Que tengas buenas noches, ha sido un placer conocerte.  El placer ha sido mío, gracias por todo, por la cena, por tu hospitalidad y el baño, todo ha sido estupendo.   Claudio durmió como un bebé, Florinda llamó a su puerta… Venga dormilón que van a dar las siete, dentro de veinte minutos nos vamos. Saltó de la cama y fue directamente a la ducha, dejaba salir el agua a toda presión, se despejó en un minuto, se vistió y bajó a la cocina, dos mujeres, madre e hija ya estaban preparando los platos que debían llevarse al observatorio, eso significaba que no bajarían de allí en todo el día. Choncho lo metió todo de forma perfectamente empaquetado en el cofre del Jeep Wrangler y derrapando las ruedas, Florinda pisó a fondo el gas.
Pronto dejaron de lado la carretera y se adentraron en un bosque, Claudio no salía de su estupor, pudo ver, porque no era el que conducía, serpientes, a los lados del río que comenzaban a cruzar hasta salpicarse las botas, se desperezaban caimanes, bandadas de loros y cacatúas los sobrevolaban, después todo era monte vacío de toda clase de vida. De una pequeña cabaña prefabricada salió un soldado, el camino estaba vallado, les pidió la identificación y levantaron la valla. ¡Caramba con las medidas de seguridad…! soltó Claudio, que se mordió la mejilla al querer hablar con el traqueteo del todo camino.   El observatorio no es propiedad del estado, es propiedad de un conglomerado de fondos de universidades de toda latino América, hay que cuidarse de los ladrones.
Comenzaron a sincronizarse las cuatro ruedas, y aquel auto se agarró al suelo por el que circulaba, cual si fuera una oruga, Florinda fue dando volantazos a derecha e izquierda con el fin de evitar lo peor de las resbaladizas rocas mojadas por la brisa de la madrugada. Por fin llegaron a la puerta del observatorio. Llamó dos veces a intervalos y luego dio un golpe más fuerte.  Abre Camilo, soy Florinda. No presentó a Claudio, no hacía falta, el tal Camilo se pasaba toda la jornada en la puerta, en el mismo instante que ellos entraron él salió al campo. En la misma entrada, una escalera metálica que derivaba en dos diferentes direcciones, unas subían y otras bajaban a una parte inferior, aquello era inmenso. Siete personas trabajaban mirando cosas, poniendo toda su atención en los microscopios con lentes Olimpus.
A su paso, la doctora Florinda saludaba uno a uno a sus colaboradores, unos saludaban de palabra, otros simplemente levantaban el brazo al verla pasar. Claudio tú trabajarás aquí en esta mesa, los ordenadores son portátiles como verás, nos van muy bien para hacer estudios de campo, aquí tienes ya algunas previsiones que nos llegaron ayer por la mañana, estúdialas y me dices a que conclusiones has llegado.   Vaya, ya estoy en plena fase de pruebas, ¡venga Claudio que de esto sabes un rato largo! Al cabo de media jornada, cuando hicieron una parada fuera de aquel bunker para reponer fuerzas, Claudio ya tenía información que pasar a Florinda. Comieron e hicieron las presentaciones de modo más normal, un hombre algo mayor le preguntó si lo habían contratado. Lo cierto es, que estoy en una especie de estado de prueba, veremos a ver.   Ese asunto no debería preocuparte ¿no te parece Elías? Está aquí bajo mi responsabilidad, es cosa mía decidir quién se va y quién se queda ¿no te parece?, no olvides que tú también estás con un contrato temporal.   Tiene usted razón, disculpe doctora.
Claudio trataba a Florinda de doctora delante de los demás.   Doctora, cuando tenga un momento me gustaría que se acercara usted aquí, hay algo que me gustaría que viera.  Voy en un momento… colgó el teléfono y tomó unas notas en un cuaderno de piel.   ¿Qué hay…?  Fíjese en la parte inferior de estas cuadrículas, más abajo de donde se juntan Atlántico y Pacífico, está casi fuera de nuestro alcance, pero eso… es tremendo.   Tienes razón, El Niño llega de forma anticipada y además revoltoso, ¡madre del cielo!   Escuchen todos, centren su atención en las cartas que tenemos de la vecina Chile, zona sur del país, de ayer a hoy se han producido unos cambios que no son los normales para este tiempo, estoy segura que allí deben de haberse dado cuenta del tema pero hay que advertirlos, está rotando al revés, y eso no es nada normal, al trabajo señores.  Venga a mi despacho Claudio quiero hablar con usted.  ¿Cómo se te ha ocurrido dirigir la mirada ahí?   Todo lo que afecta a la Tierra viene del mar ¿no es eso? Pues me he limitado a inspeccionar los peligros y sorpresas que a menudo llegan del mar, al fin de cuentas, estamos rodeados por el cuarenta y cinco de agua, ha sido fácil, en la universidad me enseñaron, que ha causa del calentamiento global, el peligro llega del mar, crece milímetro a milímetro y eso… nos tiene que afectar de una forma u otra.
Esta vez la costa Atlántica está en serio peligro, dijo Florinda, mucho más que la zona del Pacífico. Bien hecho Claudio, vuelve a tu lugar y sigue averiguando, lo que tengas que decirme a partir de ahora sobre este particular, ven y dímelo a mí personalmente.   Yo sabía que aquello, el fenómeno natural que se estaba gestando, no era un acontecimiento normal como el que cada año se espera que suceda por el fenómeno de El Niño, iba in crescendo, se magnificaba cada dos o tres horas que pasaban. No es extraño deducir que la gente del observatorio comenzó a preocuparse seriamente, siguieron los comentarios del desastre que esto causaría.
Mientras siguen ustedes cuchicheando, dejan las cosas más importantes al amparo de la suerte, podemos salvar vidas, si nos concentramos en hacer nuestro trabajo con la máxima concentración posible, ¿estamos de acuerdo todos en esto, o hay alguna sugerencia que deba escuchar de alguien? Doctora, entro dentro, dijo Camilo porque ahí afuera se está poniendo el tiempo muy raro, se ha puesto a llover o algo por el estilo.   ¿Cómo que algo por el estilo…?   Salga usted y véalo usted misma. Florinda notó al salir de la estación que el tiempo no era nada habitual, una ráfaga de viento la dejó sentada en el suelo, Camilo la levantó cogiéndola por debajo de las axilas.   Entremos dentro, saltó por la baranda de la escalera que la llevaba a su despacho y descolgó el teléfono.
Claudio no pudo saber con quien hablaba, esta vez cerró la puerta de su despacho a diferencia de otras ocasiones en las que la puerta acristalada, siempre estaba abierta. Solo pudo adivinar que hablaba con una mujer, tenía cara de preocupación y no paraba de hacerle preguntas.
¿Otra meteoróloga…? Preguntó sin malicia alguna a Florinda.   No, estaba hablando con mi amante que está de vuelta de Hawai, necesito que me de determinadas opiniones, está formada en Harvard y conoce mucho mejor que yo estos fenómenos, además la necesito a mi lado, no hay cosa peor que tener lejos a la persona que amas cuando estás en una circunstancia de máximo stress.   Ya, lo imagino, yo también me he sentido así muchas veces, con la diferencia de que ella, nunca supo comprender la presión a la que estaba sometido. Supongo que eso le pasa a toda la gente de una forma u otra.
Eres una mujer fantástica Florinda, te envidio con una envidia sana, al saber que tienes a alguien a quién amas, y que dicho sea de paso, te preocupas por ella, eso es lo más hermoso del mundo. Al cabo de un mes, pasadas ya las alertas que afectaban sobre todo a Chile con aquel fenómeno, mal llamado El niño, Claudio llamó al aeropuerto he hizo una reserva de vuelo de vuelta a España. Florinda le dio dinero para que pudiera  hacer el viaje a su manera, en Madrid alquiló un automóvil hasta Santander, allí tenía a un amigo de universidad, con quién siempre mantuvieron una buena relación de amistad. Desde entonces nunca dejó de llamar a Florinda para interesarse por su salud.
¿Qué te parece Josechu?, lo que tenía que ser mi destino, según creía yo, ahora se ha convertido en un sueño que nunca puedo olvidar, ¡que necedad…!

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