AQUEL TIENE LA CULPA
Pocos
somos los que asumimos la responsabilidad de lo que se ha quedado por hacer, o
lo hemos hecho mal, que en algún sentido, viene a ser lo mismo, con algún matiz
diferencial, pero que termina por ser lo el mismo resultado. He… que si me
señalan a mí como responsable de algo malo y veo a mi lado a uno con cara de
pasmarote grito… “Ha sido este”, señalo con el dedo hacia la cabeza del hombre
y me largo. El pobre hombre extrañado y de paso ofendido por esa
desconsideración hacia su persona, me mira y suelta un exabrupto que yo estoy
lejos de escuchar, ya voy subido en la estribera del tranvía que me deja a tres
manzanas de mi casa, me saco el sombrero y saludo al hombrecillo que está
realmente cabreado, me hace señales con su gorra en la mano… “Cabrón de mierda, me he quedado con tu cara
hijo de mala madre”
La
cosa iba de la subasta de un santo que ni se sabe quién era, medio carcomido
por el tiempo, con la barba raída, los brazos, era unos simples esqueletos de alambre,
con unos medios brazos sacados a buen seguro de algún otro que ya había ido a
parar al desguace de los irrecuperables. Lo que son los cuerpos, es decir
troncos de santos y vírgenes, se conservan con el paso del tiempo, pero lo que
son las partes bajas se joden muy deprisa, y entonces, es cuando se les
comienzan a ver las canillas, que evidentemente sostienen toda la figura, a
base de introducir dentro del molde una trama de varillas cuidadosamente
trenzadas, para que sostengan al santo aunque se sostenga por una pierna solo.
Nada
que el pobre hombre se tuvo que quedar con el santo tullido con una mano dada
de imitación de policromía antigua, por dos mil duros. A mí de pequeño mis
padres me pusieron de nombre Marcial, pero con los años a los amigos les
convencí que mi auténtico nombre era Marciano. Diréis que ha qué venía esto…,
pues porque me hubiera encantado ser marciano, sí como lo oís, marciano pero de
Marte, de verdad, cuando se comenzó a hacer cine fantástico, y en poco menos de
tres minutos llegaban los marcianos a la tierra a joder a los déspotas y los
maleantes, la gozaba como un niño con chirucas nuevas.
Un
carnaval vi pasar a parte mis amigos disfrazados de diversos personajes, había
uno que iba de capitán América. Pensé… le pego un cogotazo por detrás, y
mientras se pone a llorar, le hecho un pañuelo atado sobre la cabeza y lo
desnudo robándole el traje. Pero iba acompañado de la abeja maya, he, aquello
no era una abeja, era un abejorro de los peligrosos, se lio a darme hostiazos
con un ramo de flores de plástico y no veas como me dejo el careto, como un
mapa espacial, y que dolor… Mis padres me preguntaron cuando llegué a casa, que
era lo que me había pasado en la cara, nada creo que ha sido, que me subido a
un plátano de esos que llevan bolas de pica pica y alguna me ha tocado en la
cara. ¿Ya ves tú que cosas no mamá…? Sí
hijo mío, debes tener más cuidado con los marcianos, a veces también nos espían
desde los árboles.
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