EL LABERINTO DE LOS
DESGRACIADOS
Ayer
me pegué un leñazo del copón, ¿Dónde…? Donde siempre, en la cabeza, me caí de
lado de la bici al ir a frenar y se conoce que lo hice de forma brusca. Los
frenos, en una bicicleta nueva de trinca, se clavaron y yo me quedé encima de
ella unos instantes con esa mínima reflexión que te da tiempo a pensar, nada,
fracciones de segundos… ¿me la pego o no me la pego?, me la pegué y sin
protegerme la cabeza, cosa imprescindible en estas circunstancias, me caí de cabeza
hacia atrás.
En esos primeros momentos, los vecinos,
acudieron en mi ayuda, ¡me cago en la leche es la cuarta vez que te caes de la
bicicleta tío!, ¿Dónde te has dado…? No les pude contestar, en ese preciso
instante los brazos se me habían quedado como congelados, ¿Qué cosas no? Sentía
un hormigueo en las manos especialmente difícilmente de describir. Estos
vecinos de los que os hablo, han vivido situaciones variadas respecto al mal
que padezco, me han auxiliado siempre que me ha hecho falta, me han
llevado traído al médico, bueno podría
decir, sin temor a equivocarme, que forman parte de mi familia y yo la de
ellos, todos me quieren mucho.
Volviendo
al momento del trancazo… me entraron en su casa y la madre me curó la herida
que tenía en el casco, en el de hueso se entiende. ¡He recibido tantas hostias
en el melón… que lo cierto es que no sé cómo no la he palmado hace años! Claro,
lo razonable me dijeron todos, incluso mi hija que vive en el sur de España y
es auxiliar de clínica, a la que llamé con penas y fatigas para marcar su
número, me dijeron todos que fuera al hospital, que llamara al 112. No pasó
mucho tiempo antes de que llegaran, me vieron, me hicieron una observación in
situ y me trasladaron con la sirena a toda mecha al Hospital Universitario de
León.
Me
sientan en una silla de ruedas y me llevan a la sala de espera. ¡Cuando vi la
gente que estaba esperando allí me lo imaginé…! Tete aquí te pasas el día
entero. Coño, que poco me equivocaba, sí iban llamando a uno tras otros poco a
poco, tres horas y media me pasé sentado en aquella silla que no podía ni
tirarme un pedo. Al final, cuando ya no quedaba casi nadie en la sala, una
enfermera dice mi nombre ¿Juan Santacreu…? Sí estoy aquí, me viene a buscar con
cara de atareada y me deja delante de la puerta de un consultorio de traumatología.
Al final me hacen entrar… Como no
sabíamos si venía usted acompañado por alguien o no, se nos ha traspapelado.
Lo
cierto es que no estaba para contestar al buen doctor, me examinó y me hizo la
observación que tomaba mucha medicación.
Pues no sé, es la que me prescribió mi neurólogo doctor. ¿Recuerda usted todo lo que se toma a diario
y las cantidades…? Va a ser que no,
fuera de tres que las tengo clavadas en la memoria y no me las han cambiado
desde hace tiempos inmemoriales.
Levante esta pierna haciendo toda la fuerza que pueda, ese remo no
funcionaba como debiera, estaba claro, ¿le duelen estos pinchazos que le hago
en la pierna? Pues mire usted, no. ¿Y en esta otra…? Tampoco.
Le
voy a pasar a un box con el fin de hacerle un TAC, se acerca un celador, me
lleva a un apartado llenos de cortinas que de intimidad te dan bien poca, y me
dice que me desnude, que ponga todas mis cosas en una bolsa de plástico y me
ponga un camisón abierto por detrás.
Ahora espere aquí hasta que te vengan a buscar, no tardarán. Al cabo de
dos horas más reclamo la atención de una enfermera que atiende a otro
enfermo. ¿Qué desea…? Mire me han dicho que en breve, me tenían
que hacer un TAC y resulta que no viene nadie a decirme nada, como estoy en el
último box no sea que se hayan olvidado de mí. Me estoy poniendo muy nervioso,
llevo aquí en el hospital casi todo el día.
Es que se nos ha estropeado un aparato de hacer los TAC y vamos con
retraso, ahora le envío a alguien que le dé algo para que se tranquilice.
Al
cabo de media hora más, llega un enfermero con barba y me da dos pastillas de
Alprazolam diez, nada oye, diez minutos más tarde, estoy viendo pajaritos por
encima de la cabeza cada vez que abro y cierro los ojos. ¡Que putada, estos
tíos me han drogao…! Espero, no me queda otro remedio, estoy grogui perdido,
alucinando en colores. Al cabo de otra hora, fuerzo la baranda de la camilla, y
cuando pongo los pies en el suelo, este
desaparece debajo de mis pies. ¡Hostias nene, no sé que te han dado pero estás
en un aprieto!, pensé para mí. Me quiero bajar de la cama y las piernas no me
aguantaban, nada tengo que salir de aquí como sea. Sentado en el suelo me visto
cómo puedo, me sacó el puñetero camisón que he habían dado lo meto en la bolsa
de plástico, saco de allí mi ropa y me visto, eso dando bandazos por el box.
¡Gente
vestidos de mñ
Médicos
y enfermeras, había allí por un tubo, pues nadie me paró ni me dijo nada, ni
siquiera los enfermillos que estaban acompañándome en aquel espacio lleno de
olores mil. Me meto en un lavabo, me ato las zapatillas deportivas sentado en
la tapa del wáter, me acerco a admisiones y les digo que si me pueden pedir un
taxi. Así de sencillo, al cabo de tres o cuatro minutos, llega un Mercedes y le
digo el destino al que voy. Lléveme a
Onzonilla por favor, entre por la autovía el camino es más corto y lo tengo a
un paso de mi casa, yo sabía que si tenía que caminar mucho, tendría que llegar
a cuatro patas. Me cobra veinte euracos a diferencia de otras veces que por
otros asuntos, me han cobrado doce, tiene que amortizar la máquina que se ha
comprado el taxista, creo yo.
Llego
a casa y me había dejado las llaves dentro con las prisas de irme con la
ambulancia, y el móvil, el celular como dicen los anglosajones. Tuve que llamar
a la vecina por la ventana que estaba haciendo otras cosas y claro, la mujer se
asustó. ¿Cómo no te ha traído la
ambulancia estando cómo estás? Pues
porque me he cansado de estar esperando allí todo el día y han pasado de mí
como de la mierda, pero sin el cómo. Pues hay que denunciarlos a estos perros,
¿cómo pueden dejar a un enfermo como tú irse sin darse cuenta? Que conste que me he acercado a admisiones y
hasta les he pedido que me pidieran un taxi y todo, no creas que me he
disfrazado del Zorro ni nada por el estilo. A cara descubierta y a la vista de
todo el mundo.
Lógico,
después llegaron los reproches de que me tenía que haber quedado allí para
hacerme las pruebas, aunque eso hubiera tenido que llevarme toda la noche. ¿Tú
sabes lo que es estar en un box con un señor bramando, con cáncer de colon, y
poniéndole una sonda porque se había circuncidado en una tribu de África, para
poder casarse con una oriunda de Gana y que meaba por tres o cuatro sitios a la
vez? ¡Que olores señor, que ambiente…! Y yo allí, teniendo que aguantar toda
esa mecha, ni de coña vamos.
Total
que la vecina me abrió la puerta con su juego de llaves, las tiene por alguna
emergencia que pudiera surgir, como yo tengo las suyas. Bueno, ahora tienes que comer un poco porque
tienes que tomar la medicación. Me comí un plátano con unos biscotes y un vaso
de leche, después las diez pastillas que me tocan por la noche. Cundo pilé la
cama me pareció que me subía en una nube, ¡que bien oye, llegué a mi paraíso
particular! Ni siquiera sé si he soñado o no esta noche, pero recordar, recuerdo
cada detalle de aquel infortunado viaje que me hice hasta el hospital.
Hoy
me he levantado hecho una mierda, dándome golpes por todos los malditos
tabiques de la casa, pero mira tú, poco a poco se me ha ido pasando. Otra experiencia
para poder contar.
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