SESIÓN PRIVADA
Sí
mira, fue una de esas cosas que se nos ocurrió a un amigo mío y a mí, que una
chavala nos hiciera una sesión privada. Del rollo que bailara para nosotros solos,
con una botellita de cava dentro de una cubeta de hielo en el apartado de una
discoteca.
Pedimos
el servicio de una chica que era rubia, con el cabello hasta la cintura, alta,
un bellezón vamos. La habíamos visto bailar en la barra, pagamos por el cubata
en el local, sesenta euros por barba, la chica valía la pena, se movía como una
serpiente, asunto este que nos hizo ver que tener un pase privado con ella
tenía que ser la leche.
El
cava nos costó lo nuestro, no vale la pena recordarlo porque me cabreo, además
era malo de cojones. Ha, y la sesión de la chica iba aparte, pensé que me iba a
dejar allí esa noche la semanada, estaba equivocado, nos dejamos algo más. Oye, le dijo a Catalina mi amigo, si te
pedimos un integral ¿nos lo harás verdad…?
Con tal de que paguéis, os hago la vertical sobre el dedo meñique de una
mano. Nada, lo que haga falta… Pobre
idiota pensé yo para mí, vamos a salir de aquí desplumados.
El
camarero como quién no quiere la cosa, nos pidió el dinero del cava, descorchó
la botella y sirvió tres medias copas, Catalina brindó por nosotros y nosotros
por ella, entrechocamos las copas y los primeros sorbos, se los bebió sobre el
regazo de cada uno de nosotros. Dejó su copa y comenzó el espectáculo, nos
acomodamos en el diván preparado para la ocasión y el propio camarero corrió
una cortina semi circular para dar intimidad al ambiente, separarlo del que se
vivía fuera.
La
salita se iluminó con luces diferentes, todo adquirió un color distinto,
Catalina se fue quitando la poca ropa que la cubría a un ritmo lento y sensual,
hizo que tuviéramos que abrir las piernas, yo las tenía cruzadas en estos
momentos, pero sin recato alguno las abrí. Me solté del todo, es lo que se
suele hacer en una ocasión así. Catalina se volvió de culo a nosotros, el tanga
violeta se le introdujo entre las nalgas de forma automática, estaba agachada y
se acariciaba las piernas de abajo hacia arriba.
Cuando
se volvió hacia nosotros ya estaba con el torso desnudo, ¡menudas tetas tenía
la tía…! Tomi ¿has visto cosa igual en tu vida?, me lo dijo a media voz para no
interrumpir lo que estábamos a punto de ver instantes más tarde. Estas sesiones
no duran mucho pero esperábamos terminar de verlo, pues nada tú, entra de golpe
un tío que medía lo menos un metro largo, le da dos hostias a la Catalina o
Eufemia, ¿quién sabe cómo se llamaba en realidad?, luego nos mira a los dos, y
con una cara que parecía una puñetera muesca nos levanta a los dos de golpe del
diván y nos levanta del suelo, nos echó del supuesto reservado y fuimos a parar
en la mitad del local.
Anda
vámonos de aquí y volvamos a casa, pero cada uno a la suya, que tú enseguida te
pones a llorar y acabamos jodiendo la madrugada.
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