ILUSIONES PERDIDAS
Al
principio creía que se podría hacer sin esfuerzo alguno, mi amigo Carlos lo
lograba cada vez que se lo proponía. Entrábamos en un pub al margen de que
estuviera más o menos concurrido, hubieran más o menos mujeres, música de
determinado estilo… no importaba, al cabo de un rato salía con alguna mujer del
brazo, siempre mujeres elegantes, hermosas, que destilaban belleza por cada
poro de la piel.
La
única ventaja que tengo con respecto a Carlos es el dinero, lo que es a mí me
sale por las orejas, rentas de mis padres que un administrador me va pasando
después de pagar el irrrpppfff de los huevos. Me cambio la vestimenta cada tres
o cuatro meses, incluso a veces voy adrede a Italia o Inglaterra para comprar
determinadas camisas, prendas exclusivas de abrigo por ejemplo… Pero nen, en lo
que toca a ligar no hay forma, ni pagando cenas costosísimas, si vale aceptan
los requisitos que se ofrecen en la carta, pero siempre me preguntan si va a venir
fulanito o menganito con su novia, o con la querida de turno.
Mira
oye, ando así demasiado tiempo, ya estoy harto de andar mendigando un poco de
atención de alguna mujer, coño ni que fuera un adefesio, no es que sea como mi
amigo Carlos, alto y muy guapo tirando a feo de lo guapo que es el cabrón. Pero
bueno… la gente no se me queda mirando por la calle como si fuera un
esperpento, imagino que soy un tío del montón, además, insisto, bien vestido y
bien calzado.
Mi
último intento fue montar una buena fiesta en casa, bueno en la casa que mis
padres tienen en la urbanización “Solana”. ¡Vino de gente… para morirse! Carlos
como siempre, en una hora subió y bajó con dos tías diferentes, otros hacían lo
propio, yo conocía a unos cuantos que le pegaban a la farlopa, los vi que se
metían en los lavabos y pensé… Hombre es
una fiesta, si ya andan por el salón de estar metiéndose tripis a todo trapo.
Son cosas inevitables en este tipo de acontecimientos, que son un poco sonados.
Me
propuse levantarme a alguna chavala de las que había traído Carlos, me prometió
que les diría que me prestaran atención y tendrían lo que quisieran. Pues nada,
que me voy al lío y las dos muchachas, una por un lado de la columna y la otra
por el otro, se esfumaron.
Me
senté en una de las tumbonas del patio, me desnudé, vamos que me quedé en bolas
y me tiré a la piscina en la parte que cubre, dos metros y medio, me quedé sin
respirar no sé el tiempo, tragando agua de vez en cuando, de pronto se formó
una especie de tsunami a mi alrededor, ni suicidarme podía ya tranquilamente.
Toda la piscina estaba llena de gente en pelotas que saltaban unos sobre los
otros, dos parejas se estaban… pues eso, pegados a las barandas de acceso a la
parte profunda, bueno, bueno, vaya orgía la que se lio allí.
Al
fin pillé cacho, una chica que estaba flotando boca arriba, con los brazos extendidos,
la atraje hacia mí a la vez que le abría las piernas. Estaba dormida… flotando
como mi tía Matilde cuando se ahogó en la playa de San Sebastián, en La Concha,
¡joder que palo…! Que vi su cara y todo aun sabiendo que no era ella. ¡Bueno…
todo el mundo a la puta calle que quiero acostarme! Cuando se hubiera ido todo
el mundo, cogí un albornoz de la caseta de la sauna, y me encontré con una
bellísima chica que estaba desnuda y sudando a chorros. Hola… ¿te encuentras
bien? Oh sí, solo que estoy un poco
mareada, algo que me han dado me hace ver doble. ¿Quieres quedarte aquí esta
noche…? Mira te subo a una habitación de invitados y llamo al médico de la
familia, en cosa de diez minutos está aquí, y lo que él diga se hace ¿vale? Gracias, no podría llegar a casa ahora
mismo. La acostó, poca cosa tenía que quitarle iba desnuda, la casa estaba
hecha un desastre, se veían prendas interiores esparcidas por todas partes,
botellas de licor por todos los rincones, rastros orgánicos de quién sabe…
aquello era un puto desastre.
Después
de la visita del médico, este decidió que no se moviera de la cama hasta el día
siguiente, y que le fuera a buscar determinado fármaco con una receta que le
manuscribió. Antonio subió de nuevo a la habitación, la chica estaba medio
desnuda, se había revuelto en la cama y tenía los glúteos descubiertos, una
pierna estirada completamente y la derecha encogida. Él se sentó sobre el
colchón y dejó que su imaginación volara, entrando en una especie de vorágine
imaginativa y feliz.
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