jueves, 5 de noviembre de 2015

UN SILENCIO ESPANTÓSAMENTE RUIDOSO

                                            UN SILENCIO ESPANTÓSAMENTE RUIDOSO

No sabía de donde procedía, estaba confundido, me quedé en ciertos momentos sin respiración, corriendo hacia algún lugar donde protegerme. Volví a correr de nuevo, esta vez con el fin de alcanzar la puerta de mi casa, cuando entré en mi piso me apoyé sobre la puerta, quería apaciguar aquel silencio espantosamente ruidoso pero no lo conseguí. Pensé en algún fantasma que me perseguía, y que no era capaz de ver de puro terror. Tal era el ruido silencioso, que indagué dentro de mí mismo, podría ser fácil que procediera de mi interior y no me hubiera dado cuenta.
Siendo pleno invierno, sin darme cuenta me duché con agua fría, no sentí la diferencia ente el ambiente que te procura un agua, y otra más de acuerdo con el invierno. Salí del baño, sin sentir ni frío ni calor, algo había dentro de mí que no andaba bien. Me acurruqué en el sillón del salón envuelto en mi grueso albornoz y me calcé unos gruesos calcetines de lana, encendí la televisión y sintonicé una cadena de noticias, no se escuchaba nada, en cambio, dentro de mi ser no oía más que ruidos y recriminaciones, insultos y descalificaciones. La televisión seguía muda a pesar que había subido el volumen del aparato.
No oía nada exterior, ni un solo ruido, solo escuchaba cada vez con mayor intensidad, el latir de mi corazón, me asusté pero no pude hacer nada por evitarlo. A punto estuve de coger el coche he ir a urgencias, a contarles lo que me estaba pasando… se reirán de mí pensé al instante, me tomé el pulso y conté los pálpitos del corazón, cronometrándolos con mi reloj de pulsera. Todo parecía estar en orden, fue entonces cuando comencé, con la serenidad que siempre me ha caracterizado, a ver claramente lo que me estaba pasando… hacía solo media hora que me habían comunicado la muerte de mi primera esposa, murió de una enfermedad terrible, y yo no pude estar a su lado. A cada minuto que pasaba, iba tomando consciencia que ya no la volvería a ver jamás, posiblemente entraría en contacto con alguno de mis hijos, pero ella descansaba ya en el fondo de las aguas de un lago, donde como última voluntad a la hora de su muerte, dejó dicho que después de incinerarla esparcieran sus cenizas en aquel lugar en concreto.
Poco a poco, las cosas han ido volviendo a su orden natural, su muerte ha dado paso a otras muchas vidas que merecen su espacio dentro de nuestro mundo. Sin embargo, a nadie deseo tener que pasar por esta circunstancia, vivir lleno de ruidos, en mitad de un mundo de silencios inexplicables.


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