viernes, 6 de noviembre de 2015

DECÍAS QUE SIEMPRE SERÍAS MÍA

                                                    DECÍAS QUE SIEMPRE SERÍAS MÍA

Hasta que una bruma, un olor, un espectro extraño se coló por cada rincón de la casa, algo imperceptible pero que se dejaba sentir en cada movimiento de cada cosa que se movía dentro de aquel hogar. Con solo dos años de casados, ya comenzó este fantasma a rondar por todos los rincones.
Especialmente cuando ella se bañaba, lo hacía con una calma fuera de lo común, luego fue cambiando su aspecto exterior, salían a cenar solos o en compañía de otros amigos, para esas ocasiones vestía faldas de tubo cortas, con zapatos de tacón alto, más que altos, altísimos. Él como siempre, andaba a su lado, orgulloso de tener una mujer tan bella, hasta cierto punto, le gustaba que los hombres se pararan a mirarla.
Cuando se acostaban después de una larga velada, ella se limitaba a darle un beso y se volvía hacia el otro lado de la cama.   Estoy cansada, deben haber sido esos zapatos, creo que hasta que no me acostumbre un poco más a ellos, los tendré que sufrir en silencio.
A Jóse Mari le extrañaba esta reacción de ella, se decía a si mismo…   Si llevamos solo dos años casados, y mi mujer siempre ha sido una especie de demonio insaciable, esto es muy raro. No tuvo mucho más tiempo para sacar conclusiones de lo que estaba sucediendo a su alrededor, una noche, completamente dormida se volvió hacia él, lo abrazó con cierta desesperación y nombrando a otro hombre lo cabalgó con furia, cuando terminó con un orgasmo convulsivo y largo, se dejó caer de nuevo en la cama desmadejada y sonriendo.
¿Sabes que pasó anoche? le preguntó él.   No, ¿Qué pasó…? Pues que me diste un susto de huevos, te despertaste a media noche y me echaste un polvo para cagarse a pedal, luego te volviste a dormir como un bebé.   Ya no sabes que inventar con tal de salirte con la tuya… ¿Qué crees, que te soy infiel acaso?   Yo no he dicho nada de eso, pero lo cierto es que me extrañó esta reacción tuya, después de decirme que estabas cansada… además, mientras empujabas como una posesa nombrabas a otro hombre.
¡Bueno, basta ya! si tienes dudas sobre mi fidelidad, lo mejor es que lo dejemos, lo cierto es que  en el fondo, lo estoy deseando, eres un aburrido y un tocapelotas, se acabó.   Pero… si yo no he dicho más que la verdad, piensa que cuando nos casamos, juramos ante dios, que nos ayudaríamos en todos los aspectos de nuestra vida. No creo, en mi caso, que esté faltando a mi juramento.   Pues yo me casé por la iglesia porque tú insististe, a mí me hubiera bastado con el libro de familia del juzgado. Una boda sencilla, sin aspavientos ni trajes costosos, banquete, felicitaciones y demás.
Desde ese día en el que ella puso las cartas boca arriba, no la ha vuelto a tocar, ella sale y entra de la casa sin pedir explicaciones, la vienen a buscar con coche, y el mismo tipo la deja a las dos o tres de la madrugada, de vuelta en casa.
Todo va de mal en peor, su suegro lo llama por teléfono para quedar con él en una conocida granja cerca de casa de los padres de ella.   Lo siento chico, tú no estás hecho para llevar esta clase de vida con mi hija, lo que le haces no se lo merece, sufre mucho y solo nos tiene a nosotros para venir a contárnoslo, yo pienso como ella, lo mejor es que os divorciéis. Francamente no creo que pueda aguantar más.   Pero oiga…   No, no vale la pena que te justifiques, los padres no somos tontos, la hemos criado y la conocemos a fondo. Te llegará una carta de su abogado con la petición de divorcio rápido, no te hagas mala sangre, acepta las cosas como son.
Le recomienda que no le haga ningún comentario al respecto de esta reunión, solo haría que agravar la situación, lo podría acusar de maltrato sicológico si hablara con ella de sus más y sus menos.
No ha consumido el cortado que se ha pedido, saluda al suegro y sale del local chocando con un hombre que lleva el paraguas abierto, comienza a llover sin embargo no se da cuenta de ello, se mete en el coche y pasa la palma de la mano por el asiento del copiloto, antes de arrancar apoya la cabeza en el reposacabezas y sale con toda la moderación del mundo, atendiendo por el retrovisor si viene alguien en su dirección.
Llega a su casa y mete el coche en el garaje, sube las escaleras que dan a un salón arrastrando los pies. Encuentra a su mujer leyendo una revista de moda, sentada en el sofá, no lo mira, ni ella a él. Sube las escaleras que van a su habitación, se desnuda y se mete en la ducha, se viste después con el pijama y se echa encima un albornoz, se tira sobre la cama y con las manos bajo la cabeza se duerme. Lo despierta una mano, que le acaricia los cabellos y recorre el óvalo de su cara.   Es lo mejor para los dos cariño, creo que he dejado de quererte, las cosas ocurren cuando ocurren y francamente, creo que nuestro divorcio era inevitable.
Él solo acierta a decir… dijiste en su día que solo serías mía.   Y lo he sido en la medida de mis fuerzas cariño.

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