LA REVELACIÓN
Tercera parte
Después de la cena, los dos estaban paseando, cada cual
recorriéndose los rasgos del otro, observándose, encerrados en sí mismos, soñando
despiertos en las posibilidades que podrían hacer que estuvieran juntos.
-¿Qué piensas Fidel?, disculpa, quizá no haya sido oportuna…
-Al contrario… iba a decírtelo, pienso que podríamos ser un
buen tándem. No sabes nada de negocios, en cambio, conoces a mucha gente, en
una casa cómo la de mi madre, vienen muchas personalidades, gente famosa o por
lo menos interesante, tenemos muchas cosas para venderles. ¿Qué te parecería
ser mi socia en esta aventura, no se te olvide que tenemos un asesor de cine?
-Pero… bueno yo…, solo conozco a unos cuantos, aunque
también es cierto que, en ocasiones, determinada compra ha ido de boca en boca,
y eso, ha hecho, que tu madre vendiera más.
-No quiero que te sientas utilizada, sobre todo, no lo
podría soportar. Te quiero como socia para todo, ¿entiendes lo que quiero
significar con esto?, podemos intentarlo, pondré todo de mi parte en este
aspecto. Creo sinceramente, que puedo llegar a amarte profundamente.
Amanda hace esfuerzos para no llorar, pero al final se le
hace imposible no hacerlo, en un llanto acompañado de alegría, está sonriendo,
se la nota feliz, se ase de sus manos, no las suelta. Terminado este largo
paseo bajo la luna de sus propias miradas, Fidel firma la cuenta y suben con el
ascensor a la habitación doble. ¿Para qué doble?, ve tú a saber, seguramente ha
sido cosa de vergüenza a la hora de pedir la suite, o inseguridad, ¿quién
sabe…?
Se duchan por separado, pero los dos en su momento dejan la
puerta abierta, como si esperaran la sorpresa amable de una visita. Fidel con
unos boxers, sentado en su cama, lee sin leer, anhela verla salir del baño, no
ha consentido ser la primera en ducharse. Sale vestida con una camisa de hombre
con cuello Mao, descalza como es habitual en ella, camina sobre la moqueta cual
si flotara, parece que sus pies no toquen el suelo. Sentada en su cama con las
piernas cruzadas ante Fidel, lo mira con ojos despiertos, él baja la vista de
la revista Cosmopolitan que lee, y la mira fijamente, ambos se sumergen de
nuevo en sus fantasías y propósitos, objetivos, se preguntan, si algún día los
podrán llevar a cabo.
-¿Quieres venir a mi cama Amanda…?
Apoya la punta de los dedos en el suelo y de un salto
delicado y sutil, llega hasta sus brazos.
-Si no me lo hubieras preguntado tú, habría sido yo quién te
lo hubiera propuesto.
-¿Y qué vamos a hacer ahora que estamos juntos? Ya sé,
mañana le pediré al responsable que nos haga descuento por usar solo una cama.
-No te anticipes que la noche es larga… ¡haber donde la
terminamos!
-Está claro, en tú cama o en la mía pero juntos los dos ¿te
parece bien?
-Me parece perfecto.
Se besan, se juntan y se separan, se murmuran cosas al oído,
vuelven a amarse de nuevo. Dos jóvenes cisnes que aleteando en el agua, se
desprenden poco a poco, con cada golpe de ala, de las plumas que deben perderse
para que salgan las nuevas, las que les hagan volar de verdad, emigrar a otros
continentes, a otros confines aún por descubrir.
La mañana llega, escandalosamente solariega, parece que el
sol está celoso de todo lo sucedido en su ausencia, mientras que alumbraba
Japón o Australia. No se puede estar en todas partes, la luna ha sido feliz
testigo de promesas y aventuras, de ese “te amo…” ahogado, del “te querré
siempre…”, y así, llega la hora de la partida. Una agencia de transportes ha
llegado por la puerta de servicio del hotel, un furgón negro con tres letras
doradas enmarcadas en un escudo. Suben un bulto que atan vigilados por Darío,
cuando todo está en orden salen del pasillo de nuevo a la calle, Darío va con
ellos, es una última idea que ha tenido Fidel y que a Amanda le parece muy
bien.
-Bueno señores, les dejamos, tenemos que volver a la
carretera.
-Muy bien, espero que todo les vaya bien, tengan cuidado con
el tráfico.
Ha pagado con una Visa Platino, le dan el consecuente
resguardo, que usará poder desgravar el IRPF a su debido tiempo. Rápidamente
encaran la autopista para volver a casa.
-Creía que volveríamos por la carretera nacional Fidel.
-Yo también, pero antes me quiero asegurar de que nadie nos
sigue.
-No me metas miedo…
-Es lo último que deseo, pero hay que ser prudentes, se de
una que ahora estará rabiando como una perra.
-¿Quieres decir…? no sé, pero a mí me da a sensación de que
se ha dado cuenta que la has vencido.
-Pronto lo sabremos.
En la autopista ve un panel que señala un área de servicio a
dos kilómetros. Con toda la intención, deja de señalar a los que van detrás que
va a entrar a repostar, va directamente al surtidor y llena el depósito de
gasolina. Bajo unos chopos pequeños que apenas dan sombra a nadie, aparca un
coche negro, es un BMW tres puertas, no baja nadie de él, cierra el tapón de la
gasolina pero deja de echar la llave.
Cuando reemprenden el camino, antes de salir del carril de
aceleración, acelera a fondo, el Bugati responde como una bala, el BMW sale
tras ellos a toda velocidad, antes de llegar al quitamiedos de la autopista
Fidel advierte a Amanda que se sujete bien que va a frenar en seco, los
cinturones de este coche no son modernos de forma que es mejor ayudarse
sujetándose a la guantera de madera, cuando lo hace, el BMW pasa a toda
pastilla, el conductor sabe que los han descubierto. Fidel baja tranquilamente
del coche, ha visto la matrícula del perseguidor, le señala con el dedo y le
hace un disparo simbólico, cierra con la llave el depósito y vuelve a la
autopista, esta vez, son ellos dos los que van detrás del coche negro.
-Pero que imbéciles que son este par…
-Espero que no tengamos demasiados sustos más por el camino.
-No mujer, que va, ya saben que les hemos visto el plumero,
ahora estarán deseando salir de la autopista, somos sus perseguidores. La
diferencia estriba, en que nosotros vamos de paseo, y ellos no.
-¿A Darío no le pasará nada no?
-Que va, este sí que es peligroso, además hemos organizado
un plan que no sabes ni tú.
-A, mira que bien. ¿No confías en mí o qué?
-Claro que sí, ¡eres mi socia…!
-Entonces, me lo tendrías que haber contado todo.
-A su debido tiempo Amanda, no te preocupes, que te lo
contaré todo.
Mientras, Darío va camino de Madrid, a última hora de la tarde,
hizo llamar a un notario para que hiciera un poder notarial junto a Fidel.
Este, quiere que la carga, vaya directamente al Banco de España de la capital,
ha autorizado a Darío para que lleve a cabo toda la operación. Allí dormitará
bajo la bóveda acorazada del banco todo un año, mientras, trabajará en otras
cosas, tiene mucho negocio pendiente, de hecho, Amanda no se imagina a qué
nivel operan estos dos hombres.
Seguro que Amanda se está preguntando “¡Pero si solo tiene
veinte años…! ¿qué hace un chico así, metido en estos enredos?” Para Fidel no
son enredos, es su legado, y su padre antes de morir, ha estado trabajando con
su hijo, que ha resultado ser, un alumno aventajado. Lo que su padre no le
podía aclarar lo hacía Darío.
El copiloto recibe una llamada, seguro que la bruja de su
madre les está dando órdenes.
-Bueno, parece que quieren ir un poco más aprisa, hasta
ahora, no le han pisado al trasto ese. Vaya, que te parece… a ciento cuarenta…,
bueno pues si tienen prisa que corran, quieren que no los perdamos. Pues los
vamos a perder hombre, mira tú por donde, el panel indica Benalmádena, acelera
y se pone cerca de ellos, como si quisiera verles la cara, de hecho se pone en
el tercer carril y mira de soslayo. El conductor acelera a fondo y a quinientos
metros cuando el BMW ya ha rebasado la salida, Fidel hace rugir el coche,
reduce las marchas y se sale ante el estupor de los dos sicarios, o mandados,
llámeseles como se quiera, que no pueden reaccionar ante tal maniobra.
-Ahora vamos a hacer que lleven el coche a Barcelona en un
camión. Alquilaremos una berlina bien cómoda, que tú escogerás y seguimos
camino a casa tranquilamente.
-¡Vaya con el jovencito…! parece que tienes la cabeza bien
amueblada.
-Oye, ¿Qué significa esto de jovencito, cuántos años tienes
tú?
-Pues… no sé si decírtelo.
-Entonces no hay trato, necesitaré tu edad para establecer
la sociedad, tarde o temprano la sabré, tú misma.
-Tengo veintiocho
-dice algo avergonzada-.
-¡Va, eso es un paseo por el inicio de la vida!, me siento
más viejo yo que tú, seguro. Tampoco es que pueda presumir de todo lo que he
vivido, pero te aseguro que me encanta
la aventura, ¡como ahora mismo, ésta que estamos pasando en este viaje!, es un
tanto excepcional eso es así. Por un instante, me pongo en el pellejo de mi
madre, y hasta siento lo que ella puede estar viviendo en estos momentos.
-Tú madre es una mala persona Fidel, ni te lo imaginas.
-Sí…, ya lo creo que sí me la imagino.
Para no andarse con rodeos, Amanda le cuenta entonces lo
sucedido en una de las fiestas privadas que organizaba para gente VIP.
-Una noche, el verano
pasado, organizó un recibimiento en su casa, era un hombre australiano de
mediana edad, con quién se ve que había tenido un afer en un viaje a aquel país.
Después de la cena, en la zona de la terraza, hizo montar unas lujosas carpas,
con pincha discos y barra libre para todos. Me mandó atender a los invitados,
hablo de forma fluida inglés, francés e italiano, así que casi sin darme
cuenta, allí estaba yo participando en el sarao, en los apartados con cortinas,
se veía a gente que se lo montaba sin vergüenza alguna, unos cuantos presumían
hacerlo con ellas abiertas, otros se levantaban y con pequeños canutos se
metían nieve por las narices.
-Amanda si no quieres no me lo cuentes, no quiero que te
sientas incómoda.
-Hace tiempo que dejé de estarlo, luego me acostumbré. En
esas estábamos cuando alguien, no recuerdo quién fue, comenzó a jalear mi
nombre, a desafiar a alguien que me follara allí mismo. No sé cómo pasó, ni
siquiera quién fue quien lo hizo, solo recuerdo que después de haberme tomado
el primero, un segundo me alzó de la piscina y lo repitió otra vez sin que
pudiera defenderme. Iba bebida, debo decirte que al principio me gustó, luego
ya, comencé a sentir pavor de en qué podía degenerar aquello. Quería que lo
supieras Fidel, todavía me siento algo sucia, contaminada, estuve una larga
temporada dependiendo de la cocaína para poder tirar adelante. Fue Mawar, Rosa,
la que se dio cuenta de que la droga, podía terminar matándome, perdí ese
verano, seis quilos en un mes.
-¡Esa hija de su madre…! a saber que será lo que ha estado
haciendo por esos mundos de dios, y a cuanta gente no habrá envilecido. ¿Has
superado este capítulo de las drogas?
-Por supuesto que sí, me costó eso es cierto, pero a base de
medicinas que Rosa me preparaba, llegué a repudiarlas como el tabaco y tantas
otras cosas que no he provado pero de las que he podido comprobar sus efectos.
-Muy bien, eres una mujer valiente. Piensa en que no puedo
tener a mi lado a una debilucha, necesito para los proyectos que tengo, a
alguien que sea capaz de hacerle frente a cualquier eventualidad. Personalmente
te veo muy preparada.
En un polígono en la entrada norte de la ciudad de
Benalmádena, ha encargado que le carguen el coche en un camión carrozado y lo
lleven a Barcelona, es una empresa que se dedica a transportes especiales,
recaderos de largos recorridos de reconocido nombre.
El encargado de la empresa se ocupa de alquilarles una
berlina, Audi A6 V8 biturbo, es todo un lujazo de coche, arreglados todos los
papeles del transporte, y el lugar donde tienen que recoger el coche de
alquiler mañana por la tarde en Barcelona, continúan el viaje sin detenerse en
Benalmádena, los otros tipos que los siguen, saben que salida han cogido, ya
habrán dado media vuelta para tratar de localizarlos.
-¡Tengo hambre Fidel, me comería un buey por los cuernos!
-En el siguiente pueblo pararemos a comer, aguanta un poco,
si quieres, dame un mordisco en el brazo, y toma un trago de coca cola.
-Mira que eres bruto… he.
-Sí, bueno, cuando me persiguen, no acostumbro a bajar la
guardia hasta que me siento seguro, supongo que forma parte de mi carácter,
pero no te enfades por eso.
Los perseguidores, ya han perdido toda pista posible de
donde pueden estar. En una cafetería de hotel, junto a la playa, la llaman
diciéndole a Anabel que los han perdido.
-Sois unos malditos estúpidos, ni que fuera el agente 007…
Ya hablaremos de todo esto cuando volváis aquí, dar media vuelta y volved, os
han tomado el pelo delante de vuestras narices, un niño de veinte años, contra
unos tíos que tienen los huevos pelados de hacer trabajos de este estilo, ¡vergüenza
debería daros!
-¿Has oído a la vieja?
-el otro afirma tenía el altavoz puesto-.
-Que le den, al fin y al cabo, lo único que ella paga es la
gasolina, lo demás lo ponemos nosotros.
-Deberíamos trabajar para alguien con un poco más de sentido
común ¿no te parece?
-Pues sí, esta tía ha perdido el norte. Al final a todos
estos personajes les sucede lo mismo, les parece que viven dentro de una burbuja
artificial.
Pagan el refrigerio, se dan la vuelta y se meten de nuevo en
la autopista de camino a Marbella.
La casa de Fidel está situada en un lateral de la Ronda del
General Mitre, es un edificio de tres plantas al que se accede por la puerta remota
del garaje. En el suelo todavía se ven los raíles de vagonetas o carros como
los de las minas. Amanda se queda parada al abrir la puerta del coche.
-¿Qué es esto, dónde estamos?
-En casa querida mía, al fin en casa.
-¿Aquí vives tú?
-Bueno, sí y no. Mi casa verdadera está en Pedralbes, pero
aquí nos pasaremos gran parte del tiempo, es la central por decirlo así, de
nuestro negocio. Antiguamente, esto era una fábrica de hilados. El dueño se
retiró y se la vendió a mi padre, las dos primeras plantas están ocupadas por
el material que vamos almacenando. La planta de arriba, es el lugar donde en
ocasiones me quedo a dormir y dicho de alguna manera vivo, viviremos quiero
decir. Ven dame la mano, subamos.
Un rústico montacargas viejo pero perfectamente conservado,
los lleva a la tercera planta. Es un loft, antes, allí se almacenaban las
materias primeras, que más abajo, en las otras dos plantas, se transformaban en
vendas sanitarias y otros artículos de hospital, se embalaban y repartían por
toda la capital.
-¡Guau… vaya piso Fidel! Este sitio no tiene desperdicio, es
fantástico, fíjate lo grande que es todo.
-Ya era hora -se
escucha la voz de Darío-
-¿Dónde coño te has metido…?
-¡Por favor Darío, que hay señoritas…!
-¡Hola Darío! Corre
hacia él y se le echa en los brazos, le da dos besos o tres, quizás cuatro, no
se da cuenta.
-Qué suerte tienes bribón, a mí no me ha dado ninguno en
todo el camino, y mira que hemos hecho kilómetros juntos.
-Mentiroso, sabes que eso no es cierto. Si me hubieras
dejado, te habría comido en mitad de la carretera.
-¿Qué os ha pasado…?
-Pues que mi madre nos ha mandado refuerzos, unos tipos que
nos han seguido un rato, hasta que los hemos despistado.
-¿Seguro que os seguían?
-¡Y tanto que eran enviadas de esa bruja Darío!, te lo digo
yo que he sido testigo de las maniobras que ha tenido que hacer para perderlos
de vista.
-Bueno chicos hasta mañana, estoy rendido, creo que en este
viaje, he perdido los últimos pelos del trasero que me quedaban. ¡Que viaje
dios…!
-¿Ya está todo resuelto en el banco?
-Sí señor, en el secreter tienes todos los comprobantes y
los recibos.
Fidel se acerca a Darío que está poco menos que derecho…
-Gracias Darío, de todo corazón. Sin ti, nada podría haber
hecho, me inspiras, incluso cuando hemos estado en apuros en ruta, pensaba… ¿Qué
debe de hacer Darío?, seguro que está preocupado. Pero como eres un cabezota y
no quieres tener un móvil…
-A mí déjame de estas tonterías, ya sabes que estoy caducado
para estas cosas, me pongo nervioso enseguida, apretaría una tecla para
contestar y me saldría Internet, deja, deja.
-Qué le vamos a hacer… anda ve y descansa, ¿te pido un taxi?
-Oye, que soy un poco lerdo pero no idiota ¿vale? Venga,
hasta mañana.
-Bueno, siéntate que voy a encargar algo para comer ¿tomas
algo antes?
-Un vermut blanco con hielo por favor. ¿Qué pides para
comer?
-Lo que tú quieras. ¿Te apetece algo especial?
-Me viene mucho de gusto fruit de mer.
-¿El qué…? No me insultes, que me lanzo sobre ti y te me
como viva.
-Frutos del mar. Ostras, centollo, unos percebes, bocas,
gambas, mejillones…
-¿Tú sabes que puedes tener un ataque de gota con todo esto?
-¿Tú también comerás no?
-Sí pero… bueno, llamo a la marisquería de alguien que
conozco, lo traerá enseguida. Es una de las ventajas de estar aquí durante el
día, tenemos de todo y a un paso.
-Ah y vino blanco bien frio, eso sobre todo.
-De esto tengo aquí, al fondo de la cocina hay un frigo
grande, mira dentro y saca el que a ti te guste.
Amanda silva cuando se acerca al frigorífico, justo al lado,
tiene una bodega de vinos que dormitan horizontalmente, esperando que alguien
se acuerde de ellos. Vinos españoles de diferentes partes del país, franceses,
portugueses, alsacianos, griegos…
-Caramba Fidel, eso sí que es tener una buena reserva de
caldos.
-Pues no he comprado ninguno, eran de mi padre, muchos se
los regalaban clientes destacados. Aunque parezca mentira, hay vinos del golfo
de Omán, no sé yo si esta gente sabe hacer vinos buenos, criar viñas en el
desierto me parece una cosa rara.
Mientras esperan la comida y toman un refrigerio con el
vermut, Amanda recorre todo el loft, está todo a la vista, pero discretamente
escondido, sin duda alguna, allí ha estado la mano de algún interiorista de
élite. Solo el baño está aislado por medio de una pared de madera que no es más
que una celosía gruesa, trabajada a mano, en ella, dioses indios, divinidades,
elefantes, serpientes, monos y bueys, comparten el mismo escenario. No hay
luces directas por ningún lado, cuatro lámparas, dos de ellas de pie y dos de
sobre mesa, ambientan todos los metros cuadrados del loft. El resto de la
iluminación, se enciende de forma automática desde otros lugares del techo en
los rincones más insospechados, a medida que cae la noche, un pequeño botón de
acero cepillado, desconecta estas luces si es necesario.
-¿Y quién limpia todo esto?
-La misma señora que se encarga de la otra casa. Vive cerca
de la carretera de Sants, viene en taxi.
-Después de la siesta, te enseñaré el resto de todo cuanto
hay aquí ¿de acuerdo?
-Vale. No tardarán en traer la comida ¿verdad?
-No, estarán al caer. ¿Tanta hambre tienes?
-Si te soy sincera no. Es más bien el capricho de comer lo que
hace años que no pruebo.
-¿En casa de Anabel no os dejaban comer marisco?
-No, decía que los sirvientes no debíamos probar estas
cosas, que solo era para gente que las supiera apreciar, lo que sobraba, que
siempre era mucho, lo hacía tirar a la basura.
-¡Maldita sea mil veces! Seguro que ella tampoco comía
marisco.
-Cierto, solo comía pescado, lenguado, merluza, besugo,
cosas de esas, pero marisco nunca. Le sentaba mal, eso decía.
Se oyen unas campanillas agradables que suenan.
-¿Ves…? Ya está aquí la comida, ahora subo, en un cajón de
aquel mueble de allí, encontrarás un mantel grande, y otros de bambú individuales.
-Vale, de acuerdo, lo preparo todo en un momento.
-¿Y qué quieres que te diga ahora, he, Darío? No atendí
cuando el camarero se fue, vale culpa mía. Tenía que haberme quedado allí hasta
que se cerrara la puerta basculante, ¡me cago en mi suerte…!
-Eso ha sido cosa de tu madre, fijo. No lo ha conseguido de
una forma, pues lo tiene de otra, raptando a la Amanda.
-¡Es que me lo encontré en mitad de la puerta de la entrada
al piso…! Con un cuchillo apuntando a la garganta de ella, paralizada de terror,
con los brazos extendidos como aquel encapuchado le mandaba.
-¿Cómo vestía ese hijo de puta?
-¡Y yo que sé…! solo me fijaba en los ojos de miedo de
Amanda, lloraba y le temblaban los labios, la barbilla encogida y rugosa.
¡Pobrecita, toda ella era una mueca de dolor!
-¿Era alto, delgado, grueso…? En algo te fijarías ¿no?
-Alto, metro ochenta y cinco como poco. Y una cicatriz que
le atravesaba la mano de lado a lado, entre los dedos pulgar y anular,
profunda, se la habían cosido en su tiempo, me fijé al ver el cuchillo de
sierra por un lado, como los que usan los militares. Vestía tejanos y un
pullover de cuello alto gris perla, calzaba zapatillas deportivas Nike.
-¡Joder para no haberte fijado en el menda…!
-Mira, si te parece bien, tú te quedas aquí, has de devolver
el coche de alquiler, el tuyo que se lo lleven de tu casa, mandas una grúa y
que te lo traigan aquí, lo aparcas delante del furgón de abajo y lo cubres con
lo que se te ocurra.
-Yo voy a hacer unas llamadas desde aquí, si quieren hablar
contigo lo harán al móvil. Haces venir a un cerrajero, y que pongan una puerta
pequeña en una esquina, de la puerta grande de abajo, ¿de acuerdo?
-Vale dalo por hecho.
-Le mandaremos una visita a tu madre, a ver que sale de todo
esto. Te va a salir por una pasta, pero vale la pena, esa gente a que voy a
pedir ese trabajo no fallan nunca, y además, son muy considerados. Eso sí, le
van a hacer pasar un miedo a Anabel, que se le van a aflojar todos los muelles.
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