jueves, 7 de agosto de 2014

CALOSTROS


                                                             CALOSTROS


Clara es una alfarera, que trabaja en Bailén para un tío suyo, que le compró el negocio a su padre cuando este enfermó. El hombre, retirado y enfermo, tardó poco tiempo en morir, los pulmones los tenía destrozados, lo cierto es, que todo el pueblo, esperaba este desenlace más temprano que tarde.
Emilia, la madre de Clara, siempre fue conocida por todos, como una mujer de fuerte carácter y mal humor. Su única hija Clara, sufrió lo suyo desde bien pequeña, nada estaba bien para aquella mujer autoritaria y malhumorada siempre, su trabajo es sucio por naturaleza, polvo rojo la acompaña allá donde va, la cacharrería tiene eso, jamás puedes ir limpia.

La pasada fiesta mayor fue uno de los peores recuerdos en la vida de Clara, un feriante apuesto y joven como ella, que se encargaba de la pista de autos de choque, la sedujo, por la noche, a la hora de los gatos, la poseyó y en consecuencia quedó embarazada. El feriante marchó, de camino a otros pueblos y pequeñas ciudades, desapareció, aunque Clara no fue la única en caer en los brazos amorosos de aquel bandido. Ella no dijo nada a nadie, pero los embarazos siempre terminan haciéndose evidentes, y eso a ella le pasó, a los cinco meses de preñez.
Su barriga es un estorbo para su trabajo, pero Emilia ya lleva tres meses de amenazas, alguna que otra bofetada, insultos subidos de tono a medida que sube su barriga.

-¿No te da vergüenza pedazo de puta, te gusta que te vean por la calle embarazada sin saber quién es el padre de la criatura? ¿Quién va a cuidar de esa criatura, dime, yo verdad, porque tú no puedes dejar de trabajar?
-No te apures madre, la cuidaré en la medida que pueda.
-Hombre no faltaría más que eso… no creas que tengo edad para hacer de madre, y menos de una criatura que ni siquiera sé quién es el padre.
-Bueno pues ya está, se hará lo que se pueda.
-Encima no me levantes la voz que te doy un revés que te cuadro. ¡Faltaría más…! un poco más de educación. Da gracias que no te hecho a la calle, eso es lo que mereces.
-Pero madre si no te he levantado la voz para nada, eres tú la que te excitas sola.
-Culpa tuya, porque me sacas de quicio.

Clara ha aguantado hasta el último instante en el trabajo, su tío Suso le recomienda que no haga esfuerzos, ella se lo agradece, pero sigue el ritmo de siempre. Ya está a punto de cumplir las treinta y seis semanas, la criatura busca acomodo para salir a la vida. Es su tío Suso quién la lleva al hospital, Emilia la madre no quiere asistir al parto.
-Así nazca muerta, más le valdría esto que nacer sin padre que la críe.
Clara no hace caso de la maldición de su madre, siente a su hijo muy vivo dentro de sus entrañas, está llamando desesperadamente a la puerta. El parto ha durado dos horas, un niño rubio y de grandes ojos azules está sobre su regazo.

-No llores chica,  -le dice su tío- es un niño precioso, míralo que vivito está, este puede llegar a ser un buen alfarero, como su madre y su abuelo que en paz descanse.
-Lloro de alegría tío, es lo mejor que me ha pasado en la vida, necesito conservar la salud para poder criarlo. Eso haré, lo criaré con la leche de mis pechos, gracias a dios, me ha dotado de medios para hacerlo.
-Di que sí, eso es lo que debes hacer, desde el principio. Los calostros son el mejor antibiótico natural, y después… un buen río de leche materna para que crezca hecho un toro.

Ríen juntos, Suso es un tío formidable, afable y cariñoso, soltero, no ha tenido suerte con el amor. Eso es lo que él dice, pero se le han conocido algunas amigas de confianza a lo largo de su juventud, sin éxito claro, pero lo ha intentado, eso lo consuela. Ver ahora a su sobrina con aquel niño entre sus brazos lo llena, no deja de lagrimear.

-El que lloras eres tú he tío…
-Que va, es que se me ha metido una mota de barro desde la mañana, que no deja de molestarme.
Clara sabe que no es cierto, pero en el fondo se alegra de verlo así, quiere que se sienta partícipe de este feliz acontecimiento.
-Anda cógelo, mira qué grande es.
-Virgen santísima… es un milagro Clara, deja que tu madre diga lo que quiera, tú tienes en este niño tu pequeño paraíso, que dios os bendiga. Bueno cariño te dejo, voy a darles la noticia al resto de la familia.
-Gracias tío, te quiero mucho ¿lo sabes verdad?
-Vaaa…., quita ya, que me vas a hacer llorar. Hasta mañana, descansa preciosa.

Está de baja solo quince días, a su tío le hace falta que esté en la alfarería, ahora es controladora de las piezas acabadas, las revisa y desecha las que no se pueden vender en las tiendas, y a otros clientes que son exigentes con el acabado. Mayoristas, que venderán el producto por el triple de su precio de fábrica.
Entre las cuatro amigas que trabajan con ella en la fábrica, le han regalado una modesta cuna de madera de unos grandes almacenes. La han tenido que montar ellas, se han tirado toda una tarde para hacerlo, les ha costado dios y ayuda hasta que han podido montar las ruedas.

En la primera visita al pediatra, este aprecia que el crío está perdiendo peso. Analizan la leche de la madre y el resultado es, que la leche no le alimenta lo suficiente.

-Ni siquiera puede decirse que los calostros le sirven de nada Clara. Tú leche apenas tiene proteínas, vas a tener que usar leche de farmacia, intentaremos esta que te receto, a ver que resultados da, no todas las leches sustitutivas, son bien asimiladas por los bebés.
-Lástima, estaba tan ilusionada por criarlo yo… ¡que se la va a hacer!
-Esto te ha pasado porque dios te ha castigado, ya te está bien, a ver si así aprendes a no abrirte de piernas, viendo el primer pantalón que pasa por delante de tu cara.
-Señora, no me parece apropiado que le suelte una reprimenda de este calado en sus circunstancias.
-Pues si no le parece lo apropiado se jode, es mi hija y le digo lo que me da la gana. Al fin y al cabo, usted no la conoce de nada. Venga vamos, no nos faltaba más que eso ahora, anda tira, vamos a la farmacia.

A base de un par de empujones, salen del ambulatorio, Clara con la cabeza gacha, su madre sin dejar de insultarla delante de todo aquel que pasa por su lado, hasta cuando cogen el autobús.

-¿Sabes en qué va a terminar esto…? yo te lo digo, voy a criar a este niño, tú eres una mala madre, una mala influencia, tienes mala raza, gitana.

Apenas tiene dos meses y Nico ya apuntas formas de ser un niño especial, hermosos ojos azul intenso y rubicundo como un ángel de cabellos ensortijados. Emilia siempre anheló tener un varón, ya siendo pequeña Clara, no hacía más que castigarla y decirle   ¡Lastima de parto para que llegaras tú! Esa y no otra, es la razón por la que a base de amenazas, y conociendo el pobre espíritu de Clara, lanza amenazas con quitarle el niño. Todavía es muy pequeño, espera a que se fortalezca un poco, aguanta vientos y mareas de todo tipo por parte de su madre, el mes próximo comienzan las vacaciones de verano.

-Tío faltan dos días para terminar el mes, ¿me podrías liquidar la mesada y las vacaciones?, tengo que comprarle algunas cosas a Nico que le son necesarias.
-Faltaba más, pasa al terminar la jornada que te lo tendré listo. A ver si conseguís terminar de cargar este camión antes de cerrar, que sale para las islas desde Valencia.

Desde el trabajo va a la estación y saca un billete hacia Valencia, al hablar con su tío se le ha venido a la cabeza que podría ser un buen destino.
-Un billete para el próximo Talgo que salga hacia Valencia mañana por la noche.
De ahí se va al banco, saca sus ahorros, guarda el dinero en un sobre, dentro del sujetador. Próxima parada, su casa, ya tiene parte de las cosas de Nico preparadas en una bolsa bajo la cama, sus cosas están preparadas y en fila colgadas en perchas en el armario ropero, dispuestas en orden militar, para ser sacadas de allí y colocarlas en la maleta de ruedas que está junto al armario en una bolsa de plástico,  -el polvo rojo lo contamina todo, lo ensucia todo-.

Deja que su madre le dé, el último biberón.   Por mis ovarios que no vas a tocar más a mi niño madre.
Llega la noche y después de cenar una tortilla, espera a que su madre se duerma, con el verano deja de ser persona para convertirse en un peso muerto, el sangrante calor de esta tierra la puede, cuando le llega el sueño, provocado por el calor y el vino joven que consume cual si de agua se tratase, la sume en un sopor delirante. Espera una hora más, recostada en el patio trasero de la casa, con Nico en brazos, casi desnudo sobre su pecho duerme como un ángel.

Ya se hacen las nueve, Emilia resopla como un buey, duerme como un tronco, Clara sabe que dentro de un rato se despertará y se remojará con la manguera del patio, pero ella ni su nieto ya no estarán allí para verlo, irán camino de Valencia. Mete al niño en un capazo, bien acomodado y con un taxi se acerca a la estación. Allí en una vía lateral, espera la hora de salida el tren Talgo.

-Buenas noches señora, ¿me permite su billete? Deje que la ayude con la maleta, suba por favor, acompáñeme, ese es su asiento. ¿Quiere usted el asiento en el sentido de la marcha del tren?
-Sí, agradecida. ¿A qué hora llegaremos a Valencia?
-Por la noche no hay mucho tránsito de trenes, de manera que calculo… a medianoche más o menos.
-Gracias por todo.
-Si necesita algo me lo dice, mi asiento está al fondo del vagón, junto a la plataforma.
-Es solo por si necesito cambiarle el pañal a mi hijo.
-Ah es eso…, no se preocupe, en el baño de señoras, hallará usted una mesa tras la puerta, donde podrá hacerlo cómodamente.
-Bien, entonces eso es todo, gracias.

El convoy comienza su andadura, es la primera vez en su vida que Clara verá el mar, lo sentirá en su piel, Nico también tendrá este privilegio especial. En el viaje pasa lo que tiene que pasar, las madres de bebés, se ven obligadas a usar dependencias, que otros pasajeros no utilizan. A medida que viajan, el tren para en determinadas estaciones, se conoce que la gente no viaja a estas horas, en el largo vagón de tren que ocupa Clara y Nico van apenas diez personas, algunas hablando entre sí, otras leyendo periódicos o revistas, y el que no hace nada de eso, duerme.
Clara ha devorado un bocadillo de queso y una botella de agua mineral, al poco, después de darle el biberón a Nico, se duerme.

-Señora, estamos entrando en Valencia, faltan apenas tres a cuatro minutos para llegar a la terminal.
-¿Qué hora es por favor?
-Las once y cincuenta de la noche.
Clara no lleva reloj, el mozo la mira un tanto sorprendido y saca su maleta del portabultos que hay sobre su cabeza.
-Aquí tiene, ¡que ricura de niño tiene usted!, parece un ángel con estos cabellos rubios ensortijados.
-Gracias por todo…
-Rubén, ese es mi nombre, para servirla en aquello que pueda.
-Bueno, parece que el tren ya para
Clara levanta la vista nerviosa hacia él, nota su mirada clavada en su rostro, Rubén baja del vagón que tiene asignado y ayuda a los clientes con equipajes y bultos. Ella está esperando a que termine toda esta labor de asistencia.

-Me preguntaba si sabría usted de algún hotel pequeño, que no fuera demasiado caro, para pasar la noche.
-No la espera nadie ¿verdad?
-No, no nos espera nadie, de hecho no conocemos a nadie aquí.
-Bueno no se apure, Valencia es muy grande. Verá, cuando termina el mes, tengo tres días de fiesta seguidos, y siempre desde hace años, me alojo en el mismo hotel cuando me toca parar en Valencia. Si usted quiere, puede venir conmigo y le presento a la propietaria, seguro que tiene alguna habitación para usted y su niño.
-Se lo agradecería infinitamente, ¿Dónde puedo ir a esta hora?, estoy en sus manos, lo acompañamos.
-Voy unos minutos a la oficina a dejar la hoja de trabajo y vuelvo, ¡puede que tenga que esperar quince o veinte minutos…!, venga conmigo, sé de un lugar donde la espera se le hará más soportable.

Llegan a la cafetería de la estación, saluda efusivamente al camarero, un hombre de mediana edad que parece sacado de una historia medieval, alto, delgado, más que eso, seco como la mojama, parece como si fuera el pantalón negro, la camisa blanca y la pajarita, lo que lo sostuviera en pie, y los grandes pies que tiene, calzado con zapato negro y brillante.
-Clara, te presento a Marino, es italiano, o era vamos, ahora es valensianet, bueno desde hace años quiero decir, se encargará de todo lo que te haga falta hasta que yo vuelva que va a ser el menos tiempo posible.
-Mucho gusto Clara, ¿Qué quieres tomar?
-Un café con leche largo de café, la leche natural por favor.
Grita… ¡oído barra, café con leche natural largo de café!   ¿Por qué grita este hombre si no hay nadie más en la cafetería?, además el café con leche lo está preparando él.
-Aquí lo tienes guapa, ¿sabes que tienes un niño hermosísimo? De verdad, este crio va a causar sensación cuando sea mayor, ya puedes vigilarlo bien…
-¿Qué te debo?
-¿Qué quieres, que Rubén deje de ser mi amigo? Si dejo que pagues esto, Rubén me mata, quita, quita.

Con cuidado y siendo el caso que está de espaldas a la pared del local, saca el sobre de dinero que lleva prendido al sujetador con un alfiler imperdible y lo cuenta, luego se queda mirando la mesa un momento    ¿De qué me sirve contar si ni siquiera sé cómo van los precios en esta  capital? Lo guarda de nuevo en su lugar y apura el vaso de café con leche, con el último sorbo llega Rubén a la carrera.

-Bueno ya estoy listo. Mira por donde hoy he tenido suerte, he cambiado con un compañero el horario de incorporación al trabajo, cambiamos de horarios cada veinticinco días, y ahora resulta, que puedo disponer de tres días más de fiesta. Rubén se frota las manos, refleja una alegría extraordinaria.
Ahora iremos al hotel, que mi Manolita me está esperando.
-Ha tienes mujer…
-No que va, ni siquiera tengo novia, no hay quién soporte un trabajo como este, he tenido algunos intentos… pero nada chica, todo ha quedado en agua de borrajas. Manolita es la dueña del hotel, verás cómo te gustará.

A paso lento caminan menos de diez minutos, la entrada del hotel está a pie de calle, al abrir la puerta de entrada suena una campanilla de muelle que está sobre la puerta, Rubén la sujeta para que no suene. Entra y cuando está en el pasillo, llegando a la cocina da una voz

-¿Pero es que aquí no hay nadie o qué?, ¡vaya forma de recibir a los clientes… vale pues me voy de este cuchitril!
-¡Hay mi niño…! la madre que te parió, siempre dando sustos a la gente como siempre, ven aquí y dale un abrazo a esta pobre vieja, a la que un día de estos matarás de un infarto. Chico, si tuviera quince años menos, no estarías en la RENFE, te lo aseguro, atado a la pata de mi cama estarías todo el tiempo.
-¿Cómo está mi chica?
-Jodida, como voy a estar, bregando con esta gente que me llevan a mal traer. Ayer se jubiló Julia, más trabajo extra para todos, ¿Qué te parece? Veo que vienes acompañado, ¿quién es?
-Ven que te la presento. Clara aquí Manolita, viajaba en el tren, en mi vagón, se ha subido en Bailén, mira que trae en este capazo.

Rubén con cuidado lo sube hasta el mostrador, Nico está dormido, mueve los labios y hace gestos con los bracitos, está soñando.

-¡Que criatura más bonita…!  -en voz baja, casi susurrando-, ¿Cuánto tiempo tiene…?
-Cuatro meses y diez días.
-Que dios te de salud para criarlo Clara,  -se santigua Manolita-.
-Me ha preguntado donde poder dormir, y se me ha ocurrido que podía venir conmigo, a otra habitación claro está.
-Mira Clara, se le ha subido el pavo, huy que rojo estás Rubén, ve a mirarte a aquel espejo anda.
-Venga ya… que me has entendido perfectamente. No te rías de mí que me cambio de sitio…
-Pues vete si tienes collons.

Después de comer un poco en el comedor desierto, una ensalada verde y filete de pechuga de pollo a la plancha, los acompaña a las habitaciones.
-Que descanséis hijos, mañana ya subiré a despertaros cuando se desayune, no os preocupéis.

¿Quién va a enseñar a llevar un negocio así, a una hotelera, que lo es, desde los dieciocho años?
Descansan como reyes los tres, cada uno con sus inquietudes, sueños y objetivos. El que menos ambiciones tiene es Nico, es comprensible, ve tú a saber que sueños tienen los bebés, lo que está claro es, que a esa edad, tiempo de comer y crecer, cagar y volver a esta saludable rutina del crecimiento, no tienen inquietudes preocupantes.
-Venga chicos, el desayuno…
-Manolita ¿puede pasar un momento?
-¿Qué hay, que se te ofrece?
-Cree usted que me he vestido apropiadamente para salir de paseo y ver si puedo encontrar un trabajo.
-Para salir de paseo…, te has vestido que ya quisiera yo, tienes un cuerpo estupendo. Para lo segundo, esta noche te doy un par de sugerencias, ¿de acuerdo?, no tengas tanta prisa que no te busca nadie. Con el niño baja por el ascensor, aunque sea un piso, no vaya a ser que caigas con él a cuestas, esto es una exigencia.
-Tú, ferroviario, a ver si espabilas dormilón, que solo faltas tú en el comedor.

Clara se lleva la mano a la boca y sonríe, Manolita le hace un guiño de ojo.
-¿Has dormido bien Clara, a que ha sido un acierto que vinieras conmigo aquí a alojarte?
-No me imaginaba que me fuera a pasar algo así de verdad, no merezco tanto.
-Mereces esto y mucho más.
Esta corta frase queda en suspenso, como si navegara por el cielo, a lomos de alguna nube invisible. Un instante ese, en el que sus miradas no se han cruzado, se han parado cada uno, en las pupilas del otro, es una mirada intensa, fluyen sentimientos a través de la mirada.
-Que… ¿vais a desayunaros el uno al otro o qué?
-Desde luego Manolita, mira que eres…
-Anda dilo… venga Rubén que te conozco desde hace mucho hombre…

Clara es más franca, no dice nada, su sonrisa después del comentario de Manolita, le da la razón a la dueña del hotel. Baja la cabeza para que Rubén no aprecie este detalle, él la mira de nuevo y cambia de tercio.
-Hoy, si te parece bien, podríamos ir a la playa, estoy loco por nadar un poco, estirar los músculos, me noto entumecido.
-¿Y qué hacemos con Nico?, es demasiado pequeño para estar a pleno sol en la playa.
-Después del desayuno le preguntamos a Manolita.

Encantada con quedarse con el pequeño hasta la hora de la comida.
-Aprenderé de nuevo a ser abuela. Siempre lo hice muy bien.

Cogen un bus que los deja en La Malvarosa, Clara está excitada, ¡qué grande es el mar! Rubén se da cuenta enseguida, que al parecer Clara, no ha visto jamás una masa de agua como aquella. Antes de entrar en la playa, Rubén le ha regalado un bañador precioso, negro con unas franjas diagonales de color malva, lleva la espalda al descubierto, le sienta como un guante. Con sandalias hawaianas y un par de toallas, se quedan cerca de la orilla, Clara en pie, dejando que las olas mojen sus pies, respira el aire marino. Está extasiada, hasta que nota la mano de Rubén que lentamente se la lleva hacia el agua, se deja llevar, el agua en esta zona y para la época que están, se haya a una temperatura ideal.

-No me lleves más adentro por favor Rubén, que me da miedo.
-¿Miedo…? si estás conmigo, no temas nada mujer, anda ven hasta donde estoy yo, ¡si me llega el agua a la cintura!
-Si pero soy madre, no quiero que mi hijo se quede huérfano antes de hora.
Rubén no puede evitar reírse, pero Clara habla en serio, no ha asimilado todavía que es la primera vez que se baña en el mar. A grandes zancadas dentro del agua se acerca a ella.

-Jamás dejaría que te sucediera algo malo, ¿lo entiendes?, hazme caso y recuéstate en el agua, yo te llevaré.
Clara se deja, estas palabras la han convencido, tiene plena confianza en este hombre que emana sinceridad. Ahora disfruta como una sirena, no mete la cabeza en el agua, eso no, pero con los brazos extendidos y dándose la vuelta cuando él se lo dice, navega, como un ligerísimo velero llevado por los vientos de la cordura y del cariño, que se reflejan en el tacto de aquellas fuertes manos que la sujetan. Cuando sale del agua Clara, Rubén le dice que va a nadar un poco. Se sumerge como un delfín, nada por debajo del agua para aparecer en otro lugar insospechado, lejos de donde entró. Desde el agua la mira, está sentada en la toalla, le hace indicaciones de que vuelva, se pone a nadar con elegancia, como un nadador experto hasta que hace pie y sale del agua.

-Rubén sé que sabes nadar muy bien, pero sufro cuando te veo tan lejos.
Se agacha a su nivel y junta su nariz con la de Clara, golpeándola de lado a lado.
-Está bien, ya basta por hoy pues. Además, no es bueno que estemos demasiado tiempo expuestos al sol el primer día, nos pelaremos como los lagartos.
-Pues más a mi favor, sécate aquí a mi lado.

El día ha pasado como un sueño para ella, después de todos los sucesos en su casa de Bailén, lo que vive ahora es una estancia en el paraíso. Vuelven al hotel cogidos de la mano, nadie le ha pedido permiso al otro para hacerlo, ha sido algo espontáneo, la diferencia de altura, finalmente hace, que Rubén le pase el brazo sobre el hombro, Clara se estremece pero lo aprueba, le gusta que la lleve cogida así, que sea él quien lo haga.
Sin que apenas nadie se dé cuenta, Clara se mueve por el hotel con soltura, mientras Nico duerme, ayuda a hacer camas con una chica peruana, contratada para la temporada de verano. Otras veces ayuda a poner las mesas, vestirlas, colocar los cubiertos platos y copas.

-Oye niña, ¿a ti quién te ha dicho que trabajes?
-Nadie, pero no voy a estar aquí brazo sobre brazo, parada. Me distraigo haciendo cosas de provecho.
-Ya sé que me vas a decir que soy una chafardera, pero me da lo mismo. Rubén está loquito por ti, jamás lo había visto tan contento, te sigue con la mirada cuando no te das cuenta, se fija en cada detalle tuyo, en cada movimiento.
-Quita Manolita, no exageres, es un buen amigo eso sí que es verdad, y como amigo lo quiero.
-Bueno, lo que tú digas… pero a mí nadie me la pega, y menos Rubén, lo conozco como si lo hubiera parido. No exagero no, te lo digo sinceramente.

-Rubén ¿qué te parece si esta noche vamos al cine?, estrenan una película buena, me gustaría verla contigo.
-Dime donde la ponen y voy a sacar las entradas.
-En el multicine de Alcampo, creo que habrá entradas libres si vamos de buena hora.
-Mejor que me acerque y las saque antes, no me fio. Cojo el bus y vuelvo dentro de un rato.

“Los puentes de Mádison”, les ha gustado a los dos, la trama es muy buena, los diálogos, los artistas, Meryl Streep y Clint Eastwood, actor y director de la película, Rubén se ha dado cuenta que Clara estaba llorando en determinados momentos, y por qué no decirlo, él ha estado a punto de hacerlo. Cuando ha salido a la calle, ha tenido que respirar hondo, bufff, ¡que apuro ha pasado!

-Es muy hermoso que te suceda algo así ¿no crees?
-Sí es cierto, aunque bien mirado, lo que pasa con el protagonista, es que se encuentra con una mujer insatisfecha, llena de unas rutinas que le dejan muchos espacios emocionales vacíos. Jamás me pasaría una cosa así si tuviera una esposa.
-¿Estás seguro?, mira que la vida da muchas vueltas, lo que te pueda parecer imposible hoy, mañana puede ser solo improbable.
-Ya veo por donde vas, sin embargo, si cierras espacios, es decir si no dejas ranuras, por donde se puedan colar sentimientos ajenos, lo imposible a lo que te refieres, siempre será imposible. En una palabra, la fidelidad no tiene filtraciones.

-¡Hola…!, qué tal se ha portado mi niño.
-Es un bendito, me he permitido ponerle una cuna dentro del despacho, para no tener que andar subiendo y bajando a cada momento. Cada vez que entro a verlo cierro con llave ¿he?, eso hay que tenerlo siempre presente.
-Muchas gracias Manolita, eres la mejor abuela del mundo, toma dos besos.
La abraza con fuerza, a Manolita se le escapan dos lágrimas, Rubén se la queda mirando haciéndole un guiño inconfundible de agradecimiento.

-Bueno, mañana a las once de la mañana comienzo otro viaje, ¡vaya lata!, menos mal que veinticinco días pasan volando.
-Para mí van a ser toda una eternidad Rubén. Te esperaremos con ansia.
-Bueno, toca comer un poco e ir a descansar.

Por la mañana, Clara se viste para acompañar a Rubén a la estación. Cuando baja de la habitación se sorprende un poco al verla vestida con tacones y el bonito vestido de diminutas flores.
-¡Caramba que guapa estás! ¿Sales a algún sitio?
-Sí, voy contigo a la estación, quiero acompañarte, si te parece bien.
-Pues claro…
Llegados a la estación, cuando solo faltan diez minutos para que embarque, saluda al resto de compañeros que están recibiendo indicaciones del jefe de tren.
Después de eso, llega la despedida.

-Rubén, ¿me dejas que te de un beso?
-No tienes que pedir permiso para eso
Le presenta la mejilla, pero no recibe nada. Clara sujeta su cabeza con ambas manos, y poniéndose de puntillas sobre los dedos de los pies, le da un beso en los labios.
-Cuando vuelvas, tenemos que hablar seriamente.
-¿De qué si puede saberse?
-Tendrás que esperar menos de un mes para saberlo. No puedo criar a mi hijo con la leche de mis pechos, pero tengo otras muchas cosas dentro de mí, que quiero que conozcas.




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