CALOSTROS
Clara es una alfarera, que trabaja en Bailén para un tío
suyo, que le compró el negocio a su padre cuando este enfermó. El hombre,
retirado y enfermo, tardó poco tiempo en morir, los pulmones los tenía
destrozados, lo cierto es, que todo el pueblo, esperaba este desenlace más
temprano que tarde.
Emilia, la madre de Clara, siempre fue conocida por todos,
como una mujer de fuerte carácter y mal humor. Su única hija Clara, sufrió lo suyo
desde bien pequeña, nada estaba bien para aquella mujer autoritaria y
malhumorada siempre, su trabajo es sucio por naturaleza, polvo rojo la acompaña
allá donde va, la cacharrería tiene eso, jamás puedes ir limpia.
La pasada fiesta mayor fue uno de los peores recuerdos en la
vida de Clara, un feriante apuesto y joven como ella, que se encargaba de la
pista de autos de choque, la sedujo, por la noche, a la hora de los gatos, la
poseyó y en consecuencia quedó embarazada. El feriante marchó, de camino a otros
pueblos y pequeñas ciudades, desapareció, aunque Clara no fue la única en caer
en los brazos amorosos de aquel bandido. Ella no dijo nada a nadie, pero los
embarazos siempre terminan haciéndose evidentes, y eso a ella le pasó, a los
cinco meses de preñez.
Su barriga es un estorbo para su trabajo, pero Emilia ya
lleva tres meses de amenazas, alguna que otra bofetada, insultos subidos de
tono a medida que sube su barriga.
-¿No te da vergüenza pedazo de puta, te gusta que te vean
por la calle embarazada sin saber quién es el padre de la criatura? ¿Quién va a
cuidar de esa criatura, dime, yo verdad, porque tú no puedes dejar de trabajar?
-No te apures madre, la cuidaré en la medida que pueda.
-Hombre no faltaría más que eso… no creas que tengo edad
para hacer de madre, y menos de una criatura que ni siquiera sé quién es el
padre.
-Bueno pues ya está, se hará lo que se pueda.
-Encima no me levantes la voz que te doy un revés que te
cuadro. ¡Faltaría más…! un poco más de educación. Da gracias que no te hecho a
la calle, eso es lo que mereces.
-Pero madre si no te he levantado la voz para nada, eres tú
la que te excitas sola.
-Culpa tuya, porque me sacas de quicio.
Clara ha aguantado hasta el último instante en el trabajo,
su tío Suso le recomienda que no haga esfuerzos, ella se lo agradece, pero
sigue el ritmo de siempre. Ya está a punto de cumplir las treinta y seis
semanas, la criatura busca acomodo para salir a la vida. Es su tío Suso quién
la lleva al hospital, Emilia la madre no quiere asistir al parto.
-Así nazca muerta, más le valdría esto que nacer sin padre
que la críe.
Clara no hace caso de la maldición de su madre, siente a su
hijo muy vivo dentro de sus entrañas, está llamando desesperadamente a la
puerta. El parto ha durado dos horas, un niño rubio y de grandes ojos azules
está sobre su regazo.
-No llores chica, -le
dice su tío- es un niño precioso, míralo que vivito está, este puede llegar a
ser un buen alfarero, como su madre y su abuelo que en paz descanse.
-Lloro de alegría tío, es lo mejor que me ha pasado en la
vida, necesito conservar la salud para poder criarlo. Eso haré, lo criaré con
la leche de mis pechos, gracias a dios, me ha dotado de medios para hacerlo.
-Di que sí, eso es lo que debes hacer, desde el principio.
Los calostros son el mejor antibiótico natural, y después… un buen río de leche
materna para que crezca hecho un toro.
Ríen juntos, Suso es un tío formidable, afable y cariñoso,
soltero, no ha tenido suerte con el amor. Eso es lo que él dice, pero se le han
conocido algunas amigas de confianza a lo largo de su juventud, sin éxito
claro, pero lo ha intentado, eso lo consuela. Ver ahora a su sobrina con aquel
niño entre sus brazos lo llena, no deja de lagrimear.
-El que lloras eres tú he tío…
-Que va, es que se me ha metido una mota de barro desde la
mañana, que no deja de molestarme.
Clara sabe que no es cierto, pero en el fondo se alegra de
verlo así, quiere que se sienta partícipe de este feliz acontecimiento.
-Anda cógelo, mira qué grande es.
-Virgen santísima… es un milagro Clara, deja que tu madre
diga lo que quiera, tú tienes en este niño tu pequeño paraíso, que dios os
bendiga. Bueno cariño te dejo, voy a darles la noticia al resto de la familia.
-Gracias tío, te quiero mucho ¿lo sabes verdad?
-Vaaa…., quita ya, que me vas a hacer llorar. Hasta mañana,
descansa preciosa.
Está de baja solo quince días, a su tío le hace falta que
esté en la alfarería, ahora es controladora de las piezas acabadas, las revisa
y desecha las que no se pueden vender en las tiendas, y a otros clientes que
son exigentes con el acabado. Mayoristas, que venderán el producto por el
triple de su precio de fábrica.
Entre las cuatro amigas que trabajan con ella en la fábrica,
le han regalado una modesta cuna de madera de unos grandes almacenes. La han tenido
que montar ellas, se han tirado toda una tarde para hacerlo, les ha costado
dios y ayuda hasta que han podido montar las ruedas.
En la primera visita al pediatra, este aprecia que el crío
está perdiendo peso. Analizan la leche de la madre y el resultado es, que la
leche no le alimenta lo suficiente.
-Ni siquiera puede decirse que los calostros le sirven de
nada Clara. Tú leche apenas tiene proteínas, vas a tener que usar leche de
farmacia, intentaremos esta que te receto, a ver que resultados da, no todas
las leches sustitutivas, son bien asimiladas por los bebés.
-Lástima, estaba tan ilusionada por criarlo yo… ¡que se la
va a hacer!
-Esto te ha pasado porque dios te ha castigado, ya te está
bien, a ver si así aprendes a no abrirte de piernas, viendo el primer pantalón
que pasa por delante de tu cara.
-Señora, no me parece apropiado que le suelte una reprimenda
de este calado en sus circunstancias.
-Pues si no le parece lo apropiado se jode, es mi hija y le
digo lo que me da la gana. Al fin y al cabo, usted no la conoce de nada. Venga
vamos, no nos faltaba más que eso ahora, anda tira, vamos a la farmacia.
A base de un par de empujones, salen del ambulatorio, Clara
con la cabeza gacha, su madre sin dejar de insultarla delante de todo aquel que
pasa por su lado, hasta cuando cogen el autobús.
-¿Sabes en qué va a terminar esto…? yo te lo digo, voy a
criar a este niño, tú eres una mala madre, una mala influencia, tienes mala
raza, gitana.
Apenas tiene dos meses y Nico ya apuntas formas de ser un
niño especial, hermosos ojos azul intenso y rubicundo como un ángel de cabellos
ensortijados. Emilia siempre anheló tener un varón, ya siendo pequeña Clara, no
hacía más que castigarla y decirle
¡Lastima de parto para que llegaras tú! Esa y no otra, es la razón por
la que a base de amenazas, y conociendo el pobre espíritu de Clara, lanza
amenazas con quitarle el niño. Todavía es muy pequeño, espera a que se
fortalezca un poco, aguanta vientos y mareas de todo tipo por parte de su
madre, el mes próximo comienzan las vacaciones de verano.
-Tío faltan dos días para terminar el mes, ¿me podrías
liquidar la mesada y las vacaciones?, tengo que comprarle algunas cosas a Nico
que le son necesarias.
-Faltaba más, pasa al terminar la jornada que te lo tendré
listo. A ver si conseguís terminar de cargar este camión antes de cerrar, que
sale para las islas desde Valencia.
Desde el trabajo va a la estación y saca un billete hacia
Valencia, al hablar con su tío se le ha venido a la cabeza que podría ser un
buen destino.
-Un billete para el próximo Talgo que salga hacia Valencia
mañana por la noche.
De ahí se va al banco, saca sus ahorros, guarda el dinero en
un sobre, dentro del sujetador. Próxima parada, su casa, ya tiene parte de las
cosas de Nico preparadas en una bolsa bajo la cama, sus cosas están preparadas
y en fila colgadas en perchas en el armario ropero, dispuestas en orden
militar, para ser sacadas de allí y colocarlas en la maleta de ruedas que está
junto al armario en una bolsa de plástico,
-el polvo rojo lo contamina todo, lo ensucia todo-.
Deja que su madre le dé, el último biberón. Por mis ovarios que no vas a tocar más a mi
niño madre.
Llega la noche y después de cenar una tortilla, espera a que
su madre se duerma, con el verano deja de ser persona para convertirse en un
peso muerto, el sangrante calor de esta tierra la puede, cuando le llega el
sueño, provocado por el calor y el vino joven que consume cual si de agua se
tratase, la sume en un sopor delirante. Espera una hora más, recostada en el
patio trasero de la casa, con Nico en brazos, casi desnudo sobre su pecho
duerme como un ángel.
Ya se hacen las nueve, Emilia resopla como un buey, duerme
como un tronco, Clara sabe que dentro de un rato se despertará y se remojará
con la manguera del patio, pero ella ni su nieto ya no estarán allí para verlo,
irán camino de Valencia. Mete al niño en un capazo, bien acomodado y con un
taxi se acerca a la estación. Allí en una vía lateral, espera la hora de salida
el tren Talgo.
-Buenas noches señora, ¿me permite su billete? Deje que la
ayude con la maleta, suba por favor, acompáñeme, ese es su asiento. ¿Quiere
usted el asiento en el sentido de la marcha del tren?
-Sí, agradecida. ¿A qué hora llegaremos a Valencia?
-Por la noche no hay mucho tránsito de trenes, de manera que
calculo… a medianoche más o menos.
-Gracias por todo.
-Si necesita algo me lo dice, mi asiento está al fondo del
vagón, junto a la plataforma.
-Es solo por si necesito cambiarle el pañal a mi hijo.
-Ah es eso…, no se preocupe, en el baño de señoras, hallará
usted una mesa tras la puerta, donde podrá hacerlo cómodamente.
-Bien, entonces eso es todo, gracias.
El convoy comienza su andadura, es la primera vez en su vida
que Clara verá el mar, lo sentirá en su piel, Nico también tendrá este
privilegio especial. En el viaje pasa lo que tiene que pasar, las madres de
bebés, se ven obligadas a usar dependencias, que otros pasajeros no utilizan. A
medida que viajan, el tren para en determinadas estaciones, se conoce que la
gente no viaja a estas horas, en el largo vagón de tren que ocupa Clara y Nico
van apenas diez personas, algunas hablando entre sí, otras leyendo periódicos o
revistas, y el que no hace nada de eso, duerme.
Clara ha devorado un bocadillo de queso y una botella de
agua mineral, al poco, después de darle el biberón a Nico, se duerme.
-Señora, estamos entrando en Valencia, faltan apenas tres a
cuatro minutos para llegar a la terminal.
-¿Qué hora es por favor?
-Las once y cincuenta de la noche.
Clara no lleva reloj, el mozo la mira un tanto sorprendido y
saca su maleta del portabultos que hay sobre su cabeza.
-Aquí tiene, ¡que ricura de niño tiene usted!, parece un
ángel con estos cabellos rubios ensortijados.
-Gracias por todo…
-Rubén, ese es mi nombre, para servirla en aquello que
pueda.
-Bueno, parece que el tren ya para
Clara levanta la vista nerviosa hacia él, nota su mirada
clavada en su rostro, Rubén baja del vagón que tiene asignado y ayuda a los
clientes con equipajes y bultos. Ella está esperando a que termine toda esta
labor de asistencia.
-Me preguntaba si sabría usted de algún hotel pequeño, que
no fuera demasiado caro, para pasar la noche.
-No la espera nadie ¿verdad?
-No, no nos espera nadie, de hecho no conocemos a nadie
aquí.
-Bueno no se apure, Valencia es muy grande. Verá, cuando
termina el mes, tengo tres días de fiesta seguidos, y siempre desde hace años,
me alojo en el mismo hotel cuando me toca parar en Valencia. Si usted quiere,
puede venir conmigo y le presento a la propietaria, seguro que tiene alguna
habitación para usted y su niño.
-Se lo agradecería infinitamente, ¿Dónde puedo ir a esta
hora?, estoy en sus manos, lo acompañamos.
-Voy unos minutos a la oficina a dejar la hoja de trabajo y
vuelvo, ¡puede que tenga que esperar quince o veinte minutos…!, venga conmigo, sé
de un lugar donde la espera se le hará más soportable.
Llegan a la cafetería de la estación, saluda efusivamente al
camarero, un hombre de mediana edad que parece sacado de una historia medieval,
alto, delgado, más que eso, seco como la mojama, parece como si fuera el
pantalón negro, la camisa blanca y la pajarita, lo que lo sostuviera en pie, y
los grandes pies que tiene, calzado con zapato negro y brillante.
-Clara, te presento a Marino, es italiano, o era vamos,
ahora es valensianet, bueno desde hace años quiero decir, se encargará de todo
lo que te haga falta hasta que yo vuelva que va a ser el menos tiempo posible.
-Mucho gusto Clara, ¿Qué quieres tomar?
-Un café con leche largo de café, la leche natural por
favor.
Grita… ¡oído barra, café con leche natural largo de
café! ¿Por qué grita este hombre si no
hay nadie más en la cafetería?, además el café con leche lo está preparando él.
-Aquí lo tienes guapa, ¿sabes que tienes un niño
hermosísimo? De verdad, este crio va a causar sensación cuando sea mayor, ya
puedes vigilarlo bien…
-¿Qué te debo?
-¿Qué quieres, que Rubén deje de ser mi amigo? Si dejo que
pagues esto, Rubén me mata, quita, quita.
Con cuidado y siendo el caso que está de espaldas a la pared
del local, saca el sobre de dinero que lleva prendido al sujetador con un
alfiler imperdible y lo cuenta, luego se queda mirando la mesa un momento ¿De qué me sirve contar si ni siquiera sé
cómo van los precios en esta capital? Lo
guarda de nuevo en su lugar y apura el vaso de café con leche, con el último
sorbo llega Rubén a la carrera.
-Bueno ya estoy listo. Mira por donde hoy he tenido suerte,
he cambiado con un compañero el horario de incorporación al trabajo, cambiamos
de horarios cada veinticinco días, y ahora resulta, que puedo disponer de tres
días más de fiesta. Rubén se frota las manos, refleja una alegría
extraordinaria.
Ahora iremos al hotel, que mi Manolita me está esperando.
-Ha tienes mujer…
-No que va, ni siquiera tengo novia, no hay quién soporte un
trabajo como este, he tenido algunos intentos… pero nada chica, todo ha quedado
en agua de borrajas. Manolita es la dueña del hotel, verás cómo te gustará.
A paso lento caminan menos de diez minutos, la entrada del
hotel está a pie de calle, al abrir la puerta de entrada suena una campanilla
de muelle que está sobre la puerta, Rubén la sujeta para que no suene. Entra y
cuando está en el pasillo, llegando a la cocina da una voz
-¿Pero es que aquí no hay nadie o qué?, ¡vaya forma de
recibir a los clientes… vale pues me voy de este cuchitril!
-¡Hay mi niño…! la madre que te parió, siempre dando sustos
a la gente como siempre, ven aquí y dale un abrazo a esta pobre vieja, a la que
un día de estos matarás de un infarto. Chico, si tuviera quince años menos, no
estarías en la RENFE, te lo aseguro, atado a la pata de mi cama estarías todo
el tiempo.
-¿Cómo está mi chica?
-Jodida, como voy a estar, bregando con esta gente que me
llevan a mal traer. Ayer se jubiló Julia, más trabajo extra para todos, ¿Qué te
parece? Veo que vienes acompañado, ¿quién es?
-Ven que te la presento. Clara aquí Manolita, viajaba en el
tren, en mi vagón, se ha subido en Bailén, mira que trae en este capazo.
Rubén con cuidado lo sube hasta el mostrador, Nico está
dormido, mueve los labios y hace gestos con los bracitos, está soñando.
-¡Que criatura más bonita…!
-en voz baja, casi susurrando-, ¿Cuánto tiempo tiene…?
-Cuatro meses y diez días.
-Que dios te de salud para criarlo Clara, -se santigua Manolita-.
-Me ha preguntado donde poder dormir, y se me ha ocurrido
que podía venir conmigo, a otra habitación claro está.
-Mira Clara, se le ha subido el pavo, huy que rojo estás
Rubén, ve a mirarte a aquel espejo anda.
-Venga ya… que me has entendido perfectamente. No te rías de
mí que me cambio de sitio…
-Pues vete si tienes collons.
Después de comer un poco en el comedor desierto, una
ensalada verde y filete de pechuga de pollo a la plancha, los acompaña a las
habitaciones.
-Que descanséis hijos, mañana ya subiré a despertaros cuando
se desayune, no os preocupéis.
¿Quién va a enseñar a llevar un negocio así, a una hotelera,
que lo es, desde los dieciocho años?
Descansan como reyes los tres, cada uno con sus inquietudes,
sueños y objetivos. El que menos ambiciones tiene es Nico, es comprensible, ve
tú a saber que sueños tienen los bebés, lo que está claro es, que a esa edad,
tiempo de comer y crecer, cagar y volver a esta saludable rutina del
crecimiento, no tienen inquietudes preocupantes.
-Venga chicos, el desayuno…
-Manolita ¿puede pasar un momento?
-¿Qué hay, que se te ofrece?
-Cree usted que me he vestido apropiadamente para salir de
paseo y ver si puedo encontrar un trabajo.
-Para salir de paseo…, te has vestido que ya quisiera yo,
tienes un cuerpo estupendo. Para lo segundo, esta noche te doy un par de
sugerencias, ¿de acuerdo?, no tengas tanta prisa que no te busca nadie. Con el
niño baja por el ascensor, aunque sea un piso, no vaya a ser que caigas con él
a cuestas, esto es una exigencia.
-Tú, ferroviario, a ver si espabilas dormilón, que solo
faltas tú en el comedor.
Clara se lleva la mano a la boca y sonríe, Manolita le hace
un guiño de ojo.
-¿Has dormido bien Clara, a que ha sido un acierto que
vinieras conmigo aquí a alojarte?
-No me imaginaba que me fuera a pasar algo así de verdad, no
merezco tanto.
-Mereces esto y mucho más.
Esta corta frase queda en suspenso, como si navegara por el
cielo, a lomos de alguna nube invisible. Un instante ese, en el que sus miradas
no se han cruzado, se han parado cada uno, en las pupilas del otro, es una
mirada intensa, fluyen sentimientos a través de la mirada.
-Que… ¿vais a desayunaros el uno al otro o qué?
-Desde luego Manolita, mira que eres…
-Anda dilo… venga Rubén que te conozco desde hace mucho
hombre…
Clara es más franca, no dice nada, su sonrisa después del
comentario de Manolita, le da la razón a la dueña del hotel. Baja la cabeza
para que Rubén no aprecie este detalle, él la mira de nuevo y cambia de tercio.
-Hoy, si te parece bien, podríamos ir a la playa, estoy loco
por nadar un poco, estirar los músculos, me noto entumecido.
-¿Y qué hacemos con Nico?, es demasiado pequeño para estar a
pleno sol en la playa.
-Después del desayuno le preguntamos a Manolita.
Encantada con quedarse con el pequeño hasta la hora de la
comida.
-Aprenderé de nuevo a ser abuela. Siempre lo hice muy bien.
Cogen un bus que los deja en La Malvarosa, Clara está
excitada, ¡qué grande es el mar! Rubén se da cuenta enseguida, que al parecer
Clara, no ha visto jamás una masa de agua como aquella. Antes de entrar en la
playa, Rubén le ha regalado un bañador precioso, negro con unas franjas
diagonales de color malva, lleva la espalda al descubierto, le sienta como un
guante. Con sandalias hawaianas y un par de toallas, se quedan cerca de la
orilla, Clara en pie, dejando que las olas mojen sus pies, respira el aire
marino. Está extasiada, hasta que nota la mano de Rubén que lentamente se la
lleva hacia el agua, se deja llevar, el agua en esta zona y para la época que
están, se haya a una temperatura ideal.
-No me lleves más adentro por favor Rubén, que me da miedo.
-¿Miedo…? si estás conmigo, no temas nada mujer, anda ven
hasta donde estoy yo, ¡si me llega el agua a la cintura!
-Si pero soy madre, no quiero que mi hijo se quede huérfano
antes de hora.
Rubén no puede evitar reírse, pero Clara habla en serio, no
ha asimilado todavía que es la primera vez que se baña en el mar. A grandes
zancadas dentro del agua se acerca a ella.
-Jamás dejaría que te sucediera algo malo, ¿lo entiendes?,
hazme caso y recuéstate en el agua, yo te llevaré.
Clara se deja, estas palabras la han convencido, tiene plena
confianza en este hombre que emana sinceridad. Ahora disfruta como una sirena,
no mete la cabeza en el agua, eso no, pero con los brazos extendidos y dándose
la vuelta cuando él se lo dice, navega, como un ligerísimo velero llevado por
los vientos de la cordura y del cariño, que se reflejan en el tacto de aquellas
fuertes manos que la sujetan. Cuando sale del agua Clara, Rubén le dice que va
a nadar un poco. Se sumerge como un delfín, nada por debajo del agua para
aparecer en otro lugar insospechado, lejos de donde entró. Desde el agua la
mira, está sentada en la toalla, le hace indicaciones de que vuelva, se pone a
nadar con elegancia, como un nadador experto hasta que hace pie y sale del
agua.
-Rubén sé que sabes nadar muy bien, pero sufro cuando te veo
tan lejos.
Se agacha a su nivel y junta su nariz con la de Clara,
golpeándola de lado a lado.
-Está bien, ya basta por hoy pues. Además, no es bueno que
estemos demasiado tiempo expuestos al sol el primer día, nos pelaremos como los
lagartos.
-Pues más a mi favor, sécate aquí a mi lado.
El día ha pasado como un sueño para ella, después de todos
los sucesos en su casa de Bailén, lo que vive ahora es una estancia en el
paraíso. Vuelven al hotel cogidos de la mano, nadie le ha pedido permiso al
otro para hacerlo, ha sido algo espontáneo, la diferencia de altura, finalmente
hace, que Rubén le pase el brazo sobre el hombro, Clara se estremece pero lo
aprueba, le gusta que la lleve cogida así, que sea él quien lo haga.
Sin que apenas nadie se dé cuenta, Clara se mueve por el
hotel con soltura, mientras Nico duerme, ayuda a hacer camas con una chica
peruana, contratada para la temporada de verano. Otras veces ayuda a poner las
mesas, vestirlas, colocar los cubiertos platos y copas.
-Oye niña, ¿a ti quién te ha dicho que trabajes?
-Nadie, pero no voy a estar aquí brazo sobre brazo, parada.
Me distraigo haciendo cosas de provecho.
-Ya sé que me vas a decir que soy una chafardera, pero me da
lo mismo. Rubén está loquito por ti, jamás lo había visto tan contento, te
sigue con la mirada cuando no te das cuenta, se fija en cada detalle tuyo, en
cada movimiento.
-Quita Manolita, no exageres, es un buen amigo eso sí que es
verdad, y como amigo lo quiero.
-Bueno, lo que tú digas… pero a mí nadie me la pega, y menos
Rubén, lo conozco como si lo hubiera parido. No exagero no, te lo digo
sinceramente.
-Rubén ¿qué te parece si esta noche vamos al cine?, estrenan
una película buena, me gustaría verla contigo.
-Dime donde la ponen y voy a sacar las entradas.
-En el multicine de Alcampo, creo que habrá entradas libres
si vamos de buena hora.
-Mejor que me acerque y las saque antes, no me fio. Cojo el
bus y vuelvo dentro de un rato.
“Los puentes de Mádison”, les ha gustado a los dos, la trama
es muy buena, los diálogos, los artistas, Meryl Streep y Clint Eastwood, actor
y director de la película, Rubén se ha dado cuenta que Clara estaba llorando en
determinados momentos, y por qué no decirlo, él ha estado a punto de hacerlo.
Cuando ha salido a la calle, ha tenido que respirar hondo, bufff, ¡que apuro ha
pasado!
-Es muy hermoso que te suceda algo así ¿no crees?
-Sí es cierto, aunque bien mirado, lo que pasa con el
protagonista, es que se encuentra con una mujer insatisfecha, llena de unas
rutinas que le dejan muchos espacios emocionales vacíos. Jamás me pasaría una
cosa así si tuviera una esposa.
-¿Estás seguro?, mira que la vida da muchas vueltas, lo que
te pueda parecer imposible hoy, mañana puede ser solo improbable.
-Ya veo por donde vas, sin embargo, si cierras espacios, es
decir si no dejas ranuras, por donde se puedan colar sentimientos ajenos, lo
imposible a lo que te refieres, siempre será imposible. En una palabra, la
fidelidad no tiene filtraciones.
-¡Hola…!, qué tal se ha portado mi niño.
-Es un bendito, me he permitido ponerle una cuna dentro del
despacho, para no tener que andar subiendo y bajando a cada momento. Cada vez
que entro a verlo cierro con llave ¿he?, eso hay que tenerlo siempre presente.
-Muchas gracias Manolita, eres la mejor abuela del mundo,
toma dos besos.
La abraza con fuerza, a Manolita se le escapan dos lágrimas,
Rubén se la queda mirando haciéndole un guiño inconfundible de agradecimiento.
-Bueno, mañana a las once de la mañana comienzo otro viaje,
¡vaya lata!, menos mal que veinticinco días pasan volando.
-Para mí van a ser toda una eternidad Rubén. Te esperaremos
con ansia.
-Bueno, toca comer un poco e ir a descansar.
Por la mañana, Clara se viste para acompañar a Rubén a la
estación. Cuando baja de la habitación se sorprende un poco al verla vestida
con tacones y el bonito vestido de diminutas flores.
-¡Caramba que guapa estás! ¿Sales a algún sitio?
-Sí, voy contigo a la estación, quiero acompañarte, si te
parece bien.
-Pues claro…
Llegados a la estación, cuando solo faltan diez minutos para
que embarque, saluda al resto de compañeros que están recibiendo indicaciones
del jefe de tren.
Después de eso, llega la despedida.
-Rubén, ¿me dejas que te de un beso?
-No tienes que pedir permiso para eso
Le presenta la mejilla, pero no recibe nada. Clara sujeta su
cabeza con ambas manos, y poniéndose de puntillas sobre los dedos de los pies,
le da un beso en los labios.
-Cuando vuelvas, tenemos que hablar seriamente.
-¿De qué si puede saberse?
-Tendrás que esperar menos de un mes para saberlo. No puedo
criar a mi hijo con la leche de mis pechos, pero tengo otras muchas cosas
dentro de mí, que quiero que conozcas.
-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-
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