DÍAS DE VINO Y FLORES.
¿Recuerdas cuando nos casamos amor…? que día alegre y feliz… no podía
imaginar entonces que nos encontraríamos en esta situación, nada más lejos de
mi imaginación, y eso que delineamos nuestros objetivos, los parámetros de cómo
iba a ser nuestra vida a partir de entonces.
Lo cierto es, que me parece mentira por lo
que estamos pasando, sentimientos que se agolpan como de un montón de muebles
viejos se tratase. Si he de serte sincero, quizás fruto de mi anterior
experiencia matrimonial, tenía cierto miedo, no rechazo, eso no, pero esperaba
que con hijos adolescentes, que no eran míos, podía surgir algún elemento, que
entorpeciera nuestra hoja de ruta.
Convivir una persona, llena de debilidades y
cualidades, es difícil, complicado, hasta el punto de replantearte una boda,
para qué voy a negarlo. En cambio, cuando tienes el convencimiento de haber
sabido elegir bien, ¿Qué puede esperarse más que casarse con esa persona, tú
ser amado?
Ya ves querida mía, aquí nos encontramos en
un camino lleno de obstáculos, donde cada uno hace lo que le parece bien, y aún
comprometidos por determinados lazos, es pesaroso vivir en este estado de sitio,
atado pero a tu libre albedrío, soltero pero casado, es de locos esto. Quizás
es que el compromiso que hicimos ese día ante el juez, cuando nos casamos, pesa
sobre nuestros hombros, sin arrepentimientos, sin tratar de justificar nuestros
actos, lo cierto es, que todo lo que pretendíamos está ahora amontonado en una
pira, a punto de ser incendiado.
En cambio, en el álbum de fotos que todavía
conservo como parte de mí mismo, veo tu cara gozosa, llena de alborozo, roja de
vergüenza como si fuera la primera vez que entrabas al juzgado de paz, para que
nos casaran. ¡Qué día aquel… que hermoso fue! Los amigos y familia
felicitándonos, después del Sí quiero, los pétalos de rosa, que al salir del
edificio, llovieron sobre nuestras cabezas, las fotos, más felicitaciones de
amigos que nos veían por la calle ya casados. El modesto banquete que
organizamos para todos ellos, el vino, el cava, las flores, la poesía que te
escribí y que delante de todos leí, manifestando mi propia ilusión y deseos
para contigo.
No escribo estas palabras para tener una
satisfacción propia, ni para dártela a ti, que ahora ya, con el paso del tiempo,
has sabido suplir con otras, quizás más exitosas. Estas palabras escritas aquí,
son fruto de la ausencia mutua, del incumplimiento de una promesa por parte de
los dos, cada cual en su medida. ¿Podría haber sido de otro modo nuestra vida? Sí,
seguro, ¿quién tuvo la culpa de todo? Ambos, cada cual puso su granito de arena
para que el sol dejara de brillar sobre nuestras cabezas unidas, que la luna
iluminara nuestro lecho en las noches frías.
Lo más difícil de todo, es aceptar que, ya
no puedo decir que eres mi esposa a nadie, lo siento no me sale del corazón
hacerlo. ¡Me gustaría tanto poder hacerlo…! Imagino que lo mismo debe de sucederte
a ti, y lo acepto como lo acepto yo, lo comprendo. ¿Cómo vamos a llamarnos
esposos si no estamos juntos…? Hola cariño cómo estás, que tal noche has pasado… Bien y tú que tal… Lo más bonito nos lo decimos por teléfono,
las tres veces diarias, que más o menos puntualmente hablamos, eso es todo.
También de forma más o menos matemática me visitas, te lo agradezco y mucho,
pero… ¿de veras es esa, una relación de marido y mujer?
No la entiendo así, a pesar de cuanto quiera
convencerme, no puedo asimilarlo, quizás es que soy un pobre inútil, incapaz de
ver el auténtico sentido de las cosas, puede ser por qué no, lo cierto es que
he sido siempre, un miope, en asuntos de amoríos, tú ya lo sabes.
Me queda antes de terminar, algo por decirte,
el día de nuestra boda, fue uno de los momentos más importantes de mi vida, la
culminación de un sueño que creía ya perdido, ese día despejé de mi mente,
todas las telarañas que me tenían embargada la razón y el buen juicio.
Pase lo que pase en el futuro, mi corazón
latirá por ti, y para ti si hace falta.
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