jueves, 14 de agosto de 2014

AÑOS, MESES, SEMANAS, DÍAS


                                                           AÑOS, MESES, SEMANAS, DÍAS




Más que sencillamente, una forma de contar el tiempo. Es un modo absolutamente perfecto, de contar la vida, de medirla, también de una regla de medir. Según vivimos, desarrollamos nuestras actividades, el tiempo, en forma de calendario, nos ayuda a ver cómo empleamos nuestros esfuerzos. Las sensaciones vividas, la inversión de emociones que utilizamos y de qué manera nos afectan…, todo queda registrado, como en una formidable computadora.

Si de vez en cuando, al margen del tiempo transcurrido, rebobinamos, sacamos conclusiones que nos son muy útiles en nuestras costumbres, hábitos de vida, alimentación, amigos, familia, procesos que podemos cambiar si nos conviene. El propósito… tratar de ser cada día un poco más felices, progresar; no hacerlo, significaría que nuestra vida, no nos importa. ¿Cuánto debería pues importar a los demás, incluso a nuestra familia?
Es una cuestión de establecer prioridades, poco a poco, a medida que pasan los días, las razones para vivir aumentan, para eso hay que estar siempre atento a perseverar, ser conscientes de que cuesta, estamos cambiando procederes, que poco a poco, mejorarán nuestra calidad de vida con el paso de las semanas.

Nada se puede conseguir de forma automática, absolutamente nada, ser paciente es una cualidad, que siempre debemos tener presente. La pesca no sería tal, si al llegar a un rio y preparar nuestros aparejos, tiráramos el anzuelo al agua, y al instante picaran grandes truchas, o lubinas en el mar. La pesca es un arte, en el que se combinan varios elementos claves, necesarios para que nuestro paseo hasta el rio, sea beneficioso y próspero a la vez. Desde la mañana hasta el anochecer, puede que regresemos con solo tres o cuatro piezas, pero el día ha dado su fruto, el pescador regresa satisfecho, feliz, ha empleado bien el día.

Pasado determinado tiempo, el que nosotros apreciemos conveniente, deberíamos preguntar a nuestros allegados que tal nos ven, si aprecian algún cambio significativo, he incluso sugerirles, que  estamos abiertos a sugerencias, con tal de ser mejores personas.
Hace tiempo atrás, en una terraza donde me siento con frecuencia cerca de mi casa, un pequeño bar restaurante familiar, hablaba de un asunto con una persona, una conocida se acercó a la mesa y sin más se sentó con nosotros.    No es conveniente que te sientes con nosotros ahora, ya te avisaré si estás por aquí luego. Se lo tomó a mal, se levantó y se fue de mal humor.

Sencillamente, no era el momento para que estuviera allí, era importante para mí lo que estaba tratando con la persona con quién dialogaba. Además de ser una cuestión de educación, pedir permiso para sentarse dado que no conocía a la otra persona, no era el momento, eso es todo. No se debe dejar una conversación que uno considera importante, por el hecho de que llegue alguien a quién conoces. Esa hora, ese preciso instante de conversación no tenía que truncarse por la llegada de nadie. Límites a las intromisiones, esa debe de ser una máxima, si queremos tener determinada identidad, la otra persona, la que se enfadó y se fue, es probable que comprendiera más tarde, que no siempre se debe irrumpir en cualquier escenario cuando ella lo determine.
Así se le ayuda a que cuente con el beneplácito de los demás si a ellos les parece oportuno, no debería sentirse ofendida, la estamos ayudando con estas pequeñas lecciones.

Nuestro tiempo es nuestro, lo administramos del modo que queremos y con quién queremos, dosificamos las horas y hasta los minutos a nuestro modo y manera. Ni la persona con quién hablaba ese día, ni la que irrumpió de modo precipitado, nos van a librar, en modo alguno, de determinadas circunstancias en el futuro. Nosotros, los que medimos el paso de las semanas y los meses, estamos autorizados a determinar cómo debe transcurrir nuestra vida, salvo circunstancias imponderables que puedan sobrevenirnos de golpe.

El asunto es fácil, las propias rutinas del día a día, marcan nuestro camino, no nos podemos librar de ello. Pararnos a reflexionar, pensar con verdadera profundidad sobre lo que hacemos o dejamos de hacer, nos proporciona parte del éxito en el dominio del tiempo. Si perdemos una hora, nos pasaremos buscándola, veintitrés más a lo largo del día, y lo peor es, que no podremos recuperarla.
No debemos de tener demasiada inquietud por vivir la vida, jamás saldremos vivos de ella. El tiempo, sea cual sea la forma que tengamos de medirlo, nos mata, en cambio, si lo consideramos como un factor esencial para nuestro desarrollo personal, nos vivifica, nos puede permitir morir mejor, al fin y al cabo, lo cierto es, que es nuestro benefactor.




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