EL
ARMA DEFINITIVA
¡Vaya negocio este de las armas…! da dinero a espuertas a
las naciones. Unas dependiendo del desarrollo de su industria suministran unas,
otras con menos recursos industriales, proporcionan materias primeras. Sea cual
sea el caso, en determinado lugar a cierta hora, salen de las fábricas, carros
de combate, aviones, barcos y submarinos, proyectiles intercontinentales con
cabezas atómicas… ¡Qué barbaridad!, estamos sentados todos sobre barriles de
pólvora con la mecha encendida.
Los presidentes y primeros ministros de estos países, pasan
por alto un hecho que es definitivo, que las armas que acabo de enumerar no son
para nada las más efectivas, solo proporcionan recursos económicos para ir
tirando, nada más.
El arma definitiva, por excelencia, es la palabra. ¡Claro…! -dirán algunos-, mira el listo este, de la
palabra no se vive. Pero tampoco se
muere, por lo menos de forma tan irracional y masiva como lo hacen estas armas
de destrucción mecánica.
Nada, nada, unos cuantos misiles y ya está resuelto el
problema, los otros contestan con represalias y ya está, esto nos obliga a hablar,
a sentarnos y llegar a acuerdos. ¡Ya hablamos ¿no?! No, que no es eso, que los
acuerdos firmados en papeles, hoy son papel mojado, no sirven para nada, cuando
llegan a su país los echan todos a la papelera.
Con el término palabra no me refiero a acuerdos después de
pegar tiros y zambombazos, quiero decir, que los humanos, somos la especie
animal que tiene la exclusividad, en el campo de la conversación, del diálogo, del
razonamiento, de desarrollar términos lógicos, para erradicar el miedo y la
frustración, que nuestros congéneres padecen.
Tampoco es que haya que ser filósofo para llegar a acuerdos,
los griegos, en su día, tenían un lugar donde exponían sus ideas, El Areópago,
allí podía subir cualquiera a exponer sus ideas, se intercambiaban opiniones,
se discutía sobre temas teóricos, en una palabra, se aprendía, se aprendía a
hablar a decir, a informarse. No creo que sea tan difícil eso… ¿O sí? Oh, es que hoy día, esto no se puede hacer, vivimos
en un mundo globalizado, en el que los acuerdos deben ser respetados por
todos. ¡Pues más a mi favor, leches! Si
de lo que se trata, es de vivir mejor, con más sentido común del que vivimos
ahora, vale la pena intentarlo.
¡Mira a lo que ha llevado la falta de diálogo sincero…!,
guerras por todas partes, y todos tienen razón. Claro como decía Gustave
Flauvert: “El futuro nos tortura, y el pasado nos encadena. He aquí porqué se
nos escapa el futuro”. No me digáis que le faltaba razón a este pensador…
En otra línea de pensamiento, René Descartes, escribió sobre
la razón diciendo: “No hay nada repartido de modo más equitativo que la razón.
Todo el mundo está convencido de tener suficiente”. Ese es otro de los
problemas… “Es que si tú no me hubieras
provocado, yo no te habría bombardeado” “¿Qué
dices, si yo solo te insulté y te llamé estúpido?” “Es lo mismo, tú ya conoces como soy yo,
haberte callado la boca”.
Hablar…, si después de hablar se llega a una discusión
acalorada, hay que pensar en cuales pueden ser las consecuencias. Está
comprobado, que a la gente que gobierna, les importa un cuerno lo que les pase
a los suyos, altruismo… ¡Cero patatero! Sabéis, a veces pienso, que toda esta gentuza,
pasa demasiado tiempo de viaje y en los despachos, deberían sentarse en un
banco toda una mañana, a la sombra de un plátano, para ver cómo se comporta la
gente de la calle. Verían al pueblo llano, gente hablando de fútbol con más o
menos pasión, otros que sencillamente conversan y se intercambian saludos
amistosos, otros dándose las gracias por haberle dejado un asiento libre en un
bus.
Si quisieran contagiarse de estas cosas sencillas, irían de
otro talante por la vida, se comportarían de forma distinta en sus hogares,
cosa que probablemente ahora no es, solo es una casa. Mi abuelo decía siempre,
que a los hombres de vez en cuando, nos hace falta un baño galvanizado para que
no nos oxidemos. Le doy la razón. Aparte de alguna que otra borrachera que
pillaba, era una persona razonablemente buena.
Sin duda alguna, estoy a favor de la palabra como arma
definitiva.
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