PROTECCIÓN
Hablan desde sus jaulas, te llaman, quieren que estés por
ellos, te adoran sin apenas conocerte, te huelen desde la distancia. Los perros
son animales agradecidos, pueden pasar hambre, que con solo una mano que
acaricie su cerviz se contentan.
Ellas, las únicas compañeras que tienen, aparte del
veterinario que viene de vez en cuando para revisarlos, son sus dueñas, a veces
se entristecen y hasta lloran cuando alguien, alguna alma caritativa los saca
de su encierro.
Puede que haya cincuenta animales, da igual, como si son
doscientos, todos las quieren para ellos, es como si dijeran ¡He tú aparta que es mía, es mi dueña…! Estas dos buenas personas, se hacen eco de
sus ruegos, tratan de complacerlos a todos aunque la caricia sea breve, la
comunicación casi nula, bastante tienen con limpiarlos, alimentarlos y renovar
el agua de los bebederos.
Por esa razón, los perros agudizan sus sentidos y
multiplican la capacidad de las celdas que tienen en la fresa, la parte prominente
de su nariz, las huelen, llevan impreso el olor de estas cuidadoras, en lo más
profundo de su cerebro.
No les resulta fácil sacarlos de sus jaulas, para rellenar
los documentos que los van a llevar a otro hogar, les pesan los dedos sobre el
papel, escribir nombres y direcciones, edad del animal y raza. Se convierte en
una tarea complicada, si de ellas dependiera algunos -siempre hay algunos preferidos, como hijos
en las familias-, no saldrían de allí jamás. Alimentan su espíritu, las colman
de alegría, un lametón en la cara, un salto hasta la altura de sus cabezas, los
convierten en elegidos.
En su trabajo, los perros no dejan de besarlas, en sus casas
los besos y las demostraciones de cariño escasean, hasta en algunos casos son
nulas, se da por sentado que sus maridos las quieren, sino ¿de qué estarían
viviendo juntos?
No basta, los seres humanos a pesar de no tener que caer en
comparaciones, por razón de que “las comparaciones son odiosas”, las actitudes
marcan diferencias, diferente sería si trataran con máquinas, esas no sienten
ni padecen, muelles, tornillos, cuchillas, y plásticos son insensibles a las
alabanzas. Pero en la protectora la cosa cambia, la frustración es mayor, los
perros las abrazan aun siendo grandes animales, ellos no tienen consciencia, de
lo grandes o pequeños que son, solo saben querer, quieren sinceramente sin
interés alguno a cambio.
En su complejo lenguaje, dicen… “Deja que te quiera, te
adoro, te estoy esperando desde hace horas, temía que no volvieras” Las dos cuidadoras,
marcadas por estas súplicas, se dejan querer, saben que morirían de nostalgia
sin su cariño. Llega la hora de la limpieza de las jaulas, se arrinconan, se
sientan en un lado o al fondo de su habitáculo, y dejan que les limpien el
espacio que en las próximas horas permanecerán encerrados, encerrados pero
felices. Con la excepción claro está, de cuando llega alguien a escoger una
mascota para su casa, entonces cada cual habla a su manera, se excitan, mueven
sus colas desesperadamente, llaman la atención de la gente “¡Estoy aquí ven a verme, soy un buen perro,
algo grande eso sí! pero que le voy a hacer yo si me parieron así, escógeme a
mí no te arrepentirás, no muerdo salvo que alguien quiera entrar en casa a
hacer daño a alguien de los que habitan ahí!”
Todos ladran al unísono, está claro lo que quieren decir, lo
mismo que ha dicho el primero, el grandullón de la esquina, pero al ser más
chiquitos, su voz resulta más molesta, aunque el deseo de salir de la jaula y
pasear por la playa o el campo, es intenso. Pasados estos momentos, las aguas
vuelven a su cauce, nuevamente vigilan el lugar donde las dos cuidadoras
trabajan, se mueven de un lugar a otro. Llegan a conocer las costumbres y
horarios que tienen, el movimiento de los candados, el crujir de las puertas,
el ruido de las herramientas que usan, el momento, en el que se van a abrir de nuevo
sus jaulas para recibir la comida y el agua limpia.
Ahora en verano… necesitan beber más, quizás si estuvieran
en una casa, adoptados, no beberían tanto, pero la ansiedad acumulada, cambia
sus necesidades.
No es extraña esta reacción, basta ver a un humano metido en
un hospital durante determinado tiempo, hay personas que hablando entre ellos
dicen, que su pariente está desconocido, parece otra persona, ¡Cuánto más un
animal que ni siquiera sabe por qué está allí encerrado!
Menos mal de estas dos mujeres, que los miman y hasta cuando
pasan por su lado a lo largo del pasillo, ellas van a otras cosas, pero a veces
se vuelven y los miran con cariño, con ternura, sabiendo que ellos esperan que
se les acerquen, para decirles algo y agradecérselo con un lengüetazo.
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