lunes, 4 de agosto de 2014

LA SUBIDA QUE DESCIENDE


                                          LA SUBIDA QUE DESCIENDE




Cuarenta y cinco años tiene ahora, Jorge es su nombre. Se encuentra en la puta miseria, duerme en portales y cajeros, en fin… un desarraigado de la sociedad, hay gente que lo conocía hace poco tiempo atrás, pernoctaba cerca del lugar donde vivía, le inspiraba confianza estar cerca, en el barrio donde se crió, y más tarde triunfó, como discípulo aventajado de un industrial del plástico del que aprendió mucho, vamos, todo lo que sabe ahora. Ese industrial fue su padre, Aníbal, como el general cartaginés que se enfrentó a Roma en su día, y terminó con buena parte de los ejércitos romanos, a las puertas de Roma se quedó, allí perdió fuelle y perdió.

De los cuatro hijos habidos del matrimonio Gálvez, solo se salvó Jorge. Estudió, y luego trabajó mucho y bien para llegar donde llegó, en la empresa de su padre, Aníbal cuando llegó a estar muy malo,  -una de esas enfermedades que te va consumiendo poco a poco, el cáncer-  le pasó el testigo a su hijo, listo como un lince, Jorge hizo de la empresa un imperio, desde un punto de vista pragmático, para él fue fácil efectuar esa transformación, la experiencia de su padre le sirvió de mucho, su talento natural y sus estudios, lo catapultaron a la cima de ese imperio.
El dinero da poder, el poder admiración y envidia, pero mientras se desarrollan estos aspectos, Jorge vive la vida, está soltero y es invitado a fiestas, hasta a pequeños cruceros por la costa mediterránea, en compañía de gente, desconocidos algunos, y amigos suyos. Se habla de negocios, intercambio de ideas, paran en algunos lugares escogidos cuidadosamente, se bañan desnudos en las cristalinas aguas de alguna cala inaccesible por tierra. Comen manjares y beben cócteles de cava, sobre un espejo encima de una mesa de centro en mitad de la terraza entoldada, están dispuestas rayas de cocaína, cortada para aspirarla por la nariz, con ayuda de un pequeño canuto metálico.

Es su primera vez, todo el mundo corea su nombre con la intención de animarle, a hacer lo que todos ya han hacho antes que él, ponerse de coca hasta el culo, se da cuenta que algunos y algunas abusan a tope de los polvos mágicos. ¡Coño como anima esto, que maravilla!, hay coca y coca, al parecer esta, está en el equilibrio justo, se espera que cause, el efecto deseado por todos. Pasa poco tiempo, antes de que se vean las primeras reacciones en la gente, unos se ponen a practicar el sexo delante del resto, sobre la proa de la embarcación, otros al verlos se animan. Dos chicas jóvenes se acarician los cabellos, luego los pechos, terminan haciendo un nudo gordiano imposible, otros beben sin cesar.
A Jorge se le arrima una mujer escultural, lástima que tenga los labios rellenos de botox, no le hace ninguna falta opina Jorge, pero está embargado por la cocaína, de manera que en este estado de tránsito, habría besado a un pez si se lo hubieran presentado, a un besugo por ejemplo, dicen que por esta parte abundan.

Por la noche más de lo mismo, se sorprende de lo que uno es capaz de hacer aspirando cocaína de este calibre. Después de arribar a puerto, todos se despiden, casi todos vale decir, unos cuantos son pareja estable aunque les encanta el swinger, asisten periódicamente a clubs, en los que se intercambian las parejas, no puede ir un hombre solo, no te dejan entrar, has de ir con una mujer como mínimo.
Todo muy atractivo para un soltero exitoso como Jorge, además tiene en la agenda del móvil, unos cuantos nombres de mujeres que ha conocido en este crucero, dispuestas a lo que él quiera, y cuando quiera. ¡Toma ya!, cualquiera se resiste a esta tentación, ¡y que mujeres señor…!. Ahora bien, el polvo blanco debe correr a tutiplén, sino no, no hay lío que valga, es uno de los precios que se debe pagar para no solo presumir, sino también para manifestar que es un hombre puesto al día, exitoso, prestigioso, que sabe hacer negocios.

Hay que aclarar, que es en estas reuniones de donde salen acuerdos, aunque a menudo son solo verbales, pero hay que estar al pie del cañón, cueste lo que cueste, la empresa debe seguir prosperando. Progresar, para él significa, tener siempre a mano unos gramos de coca para poder ir tirando, estar al tanto de las situaciones que lo rodean. Hay mucho truán escondido entre bambalinas, esperando hincar el diente a la primera de cambio, entre actos, mientras comienza el segundo o tercer acto, estos aprovechados tienen toda la paciencia que cabe esperar, son personajes grises en medio de una carta de colores vivos, deslumbrantes, relucientes.
Jorge pierde el norte, está comenzando la subida que desciende hasta los abismos. Ya no sabe lo que dice ni lo que decide, comienzan a perder activos en el imperio, sus hermanos que viven de este negocio sin dar un palo al agua, le llaman la atención, es demasiado tarde. Han estado de viaje por la américas, otro en Mónaco, paseando con su Lamborgini Diablo a tías casadas y viudas jóvenes, a solteras de buen merecer y visitando palacetes de condes venidos a menos.

El mes próximo no puede pagar sueldos, son ciento treinta personas los que deben cobrar nómina y algún que otro atraso, gastado evidentemente por su jefe Jorge, en polvos para la nariz, y otros vicios consecuentes, las titis que le dicen que sí a lo que quiera, cobran y por adelantado, unas veces en billetes y otras en regalos, que tienen derecho a mantener una buena imagen ¿o no? El botox no es eterno, deben de retocarse, los labios se deforman, y los pómulos, y todo… ¡estarían listas si no cobraran nunca, de gratis nada de nada! Vale que pasean en un Porche, que comen en los mejores restaurantes de la ciudad donde tiene Jorge mesa apartada, reservada, pero es que esto, también cuesta pasta. No… si de tontas estas tías, no tienen nada… no saben nada de cajas fuertes ni eso, pero de sacarles los dineros a esos drogatas ricos… ¡vaya si saben…!

Jorge se despierta una mañana sobre un banco del Retiro, mientras dormía, con una turca que pilló con otro colega la noche antes, de vino de brik Tres Erres, le han robado el saco de dormir que tenía como almohada, ¡vaya ciego pillaría para no darse ni cuenta!, coño ahora que mira con más atención, el colega de anoche, que se acostó en el banco contiguo no está    Me cago en mi padre,  -exclama- este… ¿Cómo dijo que se llamaba…?, va es igual, no me acuerdo. Se deja caer en el banco de nuevo hasta que lo despierta un municipal    He buen hombre, venga, fuera de aquí que hay turistas.
Nos ha jodido, ni descansar puede uno ya, que pena de país este, hostias.
Carga los bártulos en una maleta carrito y a caminar de nuevo, a patearse la ciudad, a ver que pilla por ahí. Así es su vida ahora, sin techo, sin pasta, sin nada, ni para comer tiene, hay que esperar que caiga la noche para acercarse a un Mercadona del que siempre sacan algo a punto de caducar, latas, pan duro, algún que otro embutido…

Se sienta al lado de la puerta del FNAC que lleva a la Plaza del Sol y piensa. Sería mejor que me procurara algo de pasta para comprar un poco de coca, me ayuda a concentrarme, me salvaría la vida…



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