jueves, 21 de agosto de 2014

EL CARNAVAL


                                                          ES CARNAVAL




Acabo de llegar de Japón. Depende de donde sea que vayas, ves de todo, desde la más miserable vida que algunos llevan por circunstancias de la vida, hasta los que viven de forma miserable porque ya les está bien, algo que en nuestra sociedad está mal visto.

Bueno, os cuento, una visita obligada es como no, Tokio. Mira, nos bajamos del tren bala, yo fui todo el trayecto con la piel de gallina, hasta que uno de los amigos que nos acompañaba, que habla inglés muy bien, y algo de japonés, que es difícil de cojones, alguien de la estación uniformado, que parecía un miembro de la guardia real de los de aquí, nos dirigió a unas escaleras mecánicas que llevaban a la calle.
¡Que salimos a la calle y aquello parecía un carnaval…!, como te lo digo, niñas, que no eran tan niñas pero iban vestidas de muñequitas con trajecitos de estudiantes, parasoles de colores, los pómulos pintados con ronchas rojas, guantes de rejilla de colores, medias de rayas por encima de las rodillas, me puse con la cámara a hacerles fotos, ellas sonriendo como si fueran maniquíes, riendo sin parar poniéndose las manos sobre la cara con delicadeza… ¡Me quedé, que si me pinchan no me sale gota de sangre, palabra!

Nos fuimos a un centro comercial, queríamos pillar algo para comer, parece que no pero Tokio es grande que te cagas, y con el ansia de ver cosas, llevábamos dos horas caminando. Otro carnaval oye, palabra que no sabía dónde mirar, todo limpísimo, la gente murmurando pero sin levantar la voz, no como aquí que vas a un gran almacén y en cuanto pasas la puerta…  ¡Martín ven aquí, no te muevas de mi lado me cago en tu padre, ¿no ves que se te puede llevar el hombre del saco?!  en las cuatro plantas del almacén se oye… saco, saco, saco. Allí no, en Tokio esto no pasa, pasarán otras cosas no digo que no, pero gritos, ni uno. Me harté de ver señoras vestidas de gueisas, con sus sandalias hawaianas con la suela rígida y calcetines con el dedo gordo separado del resto, para que puedan meter la sandalia en medio, ¡unos chavales con unas pintas raras, que daban miedo, parecían de alguna banda!, enfundados en trajes de piel negra, con tachuelas por todas partes, con unas crestas en el pelo de colores…

Le pregunté a mi colega, que cuando íbamos a comer.   Ten paciencia ya llegamos, es ahí, al lado del tobogán de agua que hay a la izquierda.  ¿Un parque de agua dentro de un gran almacén…?, pues sí, allí estaba, la gente de dos en dos, se metían en unas cabinas herméticas y pasaban a toda leche por tu lado, salpicando agua, pero las paredes eran transparentes también, así que como no las veía, al pasar las puñeteras vagonetas, levanté unas cuantas veces los brazos para que no me salpicaran, los amigos se partían el culo conmigo.
El restaurante es una cosa rara también, como todo aquí, supongo, un gran mostrador que daba la vuelta a todo el local, cocineros que preparaban la comida en medio, a la vista de todos, y toda una serie de platos grandes con toda clase de comidas, conocidas unas,  inverosímiles otras, que pasaban sin parar pero a cámara lenta, para que te diera tiempo a escoger, que es lo que querías comer de aquellas fuentes inoxidables.

Te cambiaban el plato sin que apenas te dieras cuenta y ya tenías otro limpio delante. A eficiencia no los gana nadie a estos japoneses.  Come cuanto quieras, que esto es un buffet libre, me dijo el que estaba más cerca de mí. Detrás había unas cuantas mesas, en las que comían gente comida americana, eso interpreté yo, hamburguesas, perritos calientes y cosas por el estilo. Me harté que no podía levantarme de allí, de lo que más comí fue arroz, que quieres, es lo que conocía.
Bueno, ahora, iremos a tomarnos un té a una casa que conozco, no hagáis el burro que ese lugar es un sitio serio, exclusivo. Este amigo que nos invitaba a todo, trabaja en la casa Nikon, se dedican a fabricar máquinas de fotografiar y otras muchas cosas que no sabía, por ejemplo, lentes médicas, microscopios, y hasta espejos especiales para satélites espaciales. ¡Joder con el empleo que tiene él figura…! y eso no lo hacen en Corea ni en Malasia, como otras muchas cosas aunque sean japonesas.
Llegados al hotel de nuevo, nos encontramos con el ofrecimiento de chicas de compañía. ¡No…!  -dije yo-, eso no va conmigo, que estoy prometido tú.

No puedo hacerle esto a mi novia Silvia, que la quiero mucho oye, habría venido conmigo si no hubiera sido porque a ella la invitó un chico que trabaja en Brasil para una empresa española, ya tenía comprometido el viaje, me enseñó el billete y todo.   Cariño no puedo ir contigo de vacaciones, tengo que ir a Brasil, Norberto ya ha sacado los pasajes para ir, y mira que coincidencia, llegaremos tres días antes del carnaval, hasta me ha dicho que su hermana baila en una comparsa, que si quiero participar puedo, ¡me hace una ilusión!.





                                                             -.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-


No hay comentarios:

Publicar un comentario