MIRANDO HACIA ATRÁS SIN IRA
Perdí mi barco y todo cuanto llevaba en él, provisiones para
cruzar todos los mares imaginables, tesoros que embarcaron conmigo desde
puertos lejanos, el magnífico mascarón de proa, con sus pechos al aire, sin
ninguna vergüenza, con su gran cola de sirena, extendía los brazos hacia la
brisa marina, para que a su paso se abrieran las aguas, como si de moisés se
tratara cuando con su báculo tocó las
aguas del Mar Rojo.
Todo se perdió en el fondo del océano, esa poderosa masa de
agua, que engulló esas mi barco y sus riquezas, como si las puertas del
infierno, las devoraran en su fría inmensidad. En la pequeña chalupa, pude
alejarme del remolino causado por la desgracia del hundimiento.
Me importa bien poco saber dónde iré a parar, solo remo,
esta pequeña embarcación es muy frágil, sin embargo, es lo único que tengo para
poder llegar a algún lugar, un puerto, una isla sea esta habitable o no, poco
importa eso.
No puedo pensar y remar a la vez, me concentro en hallar en
mitad de la noche, estrellas que guíen mi camino, nunca he sido buen observador
de las estrellas, ese es el mayor problema, la estrella Polar, que es la luz
del Norte por ser la que menos movimiento tiene, en relación a la rotación de
la Tierra, me habría servido de mucho, antes quiero tratar de encontrar en el
cielo, la Osa mayor, un conglomerado de siete estrellas, y la menor, que
siempre la acompaña.
Siento mucho, todo aquello que he perdido, cosas
irrecuperables, tesoros, sé que me repito, que ya lo he pensado antes dentro de
mi interior. ¡Todas esas cosas… tenían tanto valor para mí!
En la nave, iban envueltas en telas y guardadas en
receptáculos, que los preservaban de la humedad y el salitre del mar, no podían
alterarse, ni su color ni sabor, tenían que llegar a mi puerto, inalterables.
Pero… la puñetera galerna inesperada, echó por tierra mis planes, eso,
contando, con el hecho de que los marineros viejos, me aconsejaban, que era el
mejor tiempo, para navegar por ese océano. ¡Maldita sea mi suerte…! digo suerte
por decir algo, nada tiene que ver la suerte con el estado del tiempo, y las
consecuencias que puede tener, en la aventura de un mal navegante como yo.
¡Emprender un viaje de este calado confiando en lo que te aconsejan los demás…,
imbécil de mí!
El contenido de esta preciosa carga, es lo que me ha
impedido, tomar decisiones sabias. ¿Cómo las iba a tomar, si después de esta
catástrofe había perdido la fe en mí mismo? Desde entonces, me limito a caminar
por caminos bien trazados, evito los caminos marinos, Antonio Machado decía,
que los caminos en la mar, no son más que estelas, que cada cual traza a su
manera. He aprendido a caminar sin mirar hacia atrás, y a hacerlo sin ira, sin
arrepentimientos.
Hay oportunidades que llegan y se van, pero llegan otras
nuevas, éstas son las que debo aprovechar, no las pasadas, de las pasadas solo
se puede recoger, si se sabe hacer, experiencia, eso es todo.
Evitar mirar hacia atrás, me ha enseñado a ser un poco más
cauto, más lento, de ese modo, evito cometer errores, precipitarme, gastar los
zapatos más de la cuenta, al escoger mejor las sendas, que creo que debo tomar.
No son seguros los caminos, en cualquiera de ellos puedes tropezar con
bandidos, o reclutadores de ejército para el rey, y esos… no te tan opciones,
te suben a un carro y basta. ¡Ya puedes ir cantando que no quieres…!, camino
del frente vas, y eso sin quererlo.
De nada sirve mirar hacia atrás para evitar peligros,
puñaladas traperas, si quieren te atacan por los flancos, y cuando no es así,
se levanta una polvareda de pronto delante del camino, y aparecen los soldados
del rey, te llevan a rastras o en volandas, y ya estás listo.
Así vivo desde que abandoné a su suerte mi barco hundido,
perdido todo, andar de nuevo es lo propio, comenzar con un corazón nuevo,
gastado pero renovado de ánimo y espíritu, camino de algún lugar bajo el sol,
que me ayude algún día de esta corta vida humana, a hallar un rincón bajo un
árbol en el que recostar la cabeza, cuando el sol se pone. No busco más que
esto, llevo la vida a rastras, pero la llevo… o quizás ella me lleva a mí, va,
da lo mismo, no tengo ganas de filosofar, me he olvidado de hacerlo desde aquel
fatídico día en el mar, el día de la galerna que acabo con buena parte de mis
ilusiones.
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