sábado, 30 de agosto de 2014

LA PLAYA VACIA




                                                       LA PLAYA VACÍA



El mar en primavera, durante el otoño o el invierno, trae a mi mente, recuerdos imposibles de borrar. Siempre he sido persona de playa, especialmente de pequeño, cuando con mi familia y amigos, tomábamos trenes que nos acercaban a lugares remotos de entonces. Lugares que ahora son centros turísticos, llenos de gente de todas las nacionalidades, de todas las etnias y con diferentes propósitos.
La mayoría de estos últimos llegan aquí, dispuestos a liarla, drogas, alcohol, suciedad y sexo. Ese es el auténtico motivo que los trae, a estas playas, antes, paradisíacas.
Lo compensa el turismo serio, desde familias jóvenes con niños, hasta ancianos que ven en las costas mediterráneas, un destino más, de los muchos que llevan recorridos alrededor del mundo. Establecen comparaciones de precios y servicios, les gusta la fotografía igual que a los japoneses, que se pasan cada paso, haciéndole fotos, hasta a los zapatos que calza la gente.

Poco después de esta gran batalla que reciben nuestras playas, llegan los momentos para el que realmente quiere disfrutar el mar, del nacimiento del sol y del cambiante crepúsculo.
Ella pasea abstraída sobre la arena de la orilla, con el pantalón blanco vuelto del bajo hasta media pantorrilla, va siempre sola y cuando la brisa es algo fuerte, para varias veces plantándole cara al viento y recogiendo sus cabellos en una cola de caballo que le cubre toda la espalda.

Casi cada día nos vemos, supongo que la mitad de las veces, me ve ella antes, que yo a ella. Eso de ella, no me gusta, es impersonal e impropio, me gustaría saber su nombre. Se me ocurre llevar conmigo una mañana a mi perro, no lo llevo conmigo a la playa porque no le gusta mucho, tiene la costumbre de mordisquear las cosas, y la marea trae cosas que a menudo, quedan semi enterradas en la arena, se pone la boca perdida de arena, y claro, cree que un buen trago de agua de mar le aliviará el atrevimiento.

No intento ligar con Paula, es su nombre, después de tanto tiempo… mira tú por donde se ha dado a conocer ella sola, se agacha y acaricia a Sandro, este se lo agradece, con tres o cuatro lametones, en la cara y las manos. Al fin tengo la excusa perfecta para darme a conocer.

-Mi nombre es Claude, de origen francés, aunque no nací allí. Mi padre es francés, de Normandía, mi madre es catalana, de aquí de Palamós, divina costa esta, ¿no te parece?
-Sin duda, trabajo en una agencia de publicidad pero desde casa, vía online, podría estar yendo a trabajar a la oficina de Barcelona y ganaría más, pero no me importa, los tres últimos años de la vida de mi abuela, los pasé aquí cuidando de ella.
-¡Que suerte la tuya, por lo menos tienes un trabajo fijo, no es mi caso, soy pintor y eso… es oficio difícil, salvo en el verano! Imagina pues como sobrevivo, administrando el dinero del verano, de los “guiris”, como se les llama aquí.
-Que gracia el modo que tienes de decir guiris, le das un tono muy curioso.

Pasamos la mañana juntos, es una mujer muy inteligente, culta, dice leer mucho, la creo. Nombra autores, de los que en mi vida he escuchado su nombre, en cambio, ella sabe de pintores, desde el barroco hasta el renacimiento. Estoy un poco asombrado, palidezco cuando me habla de las técnicas que utilizaba, Goguen o Da Vinci. Es muy interesante hablar con Paula, decido interiormente, tratar de establecer una amistad sincera con ella.

-¿Quieres conocer mi casa, está cerca de la playa?
-Con la condición que tú vengas a la mía el día que quieras.
-Hecho, condición aceptada.

Llaman al camarero y Claude paga el aperitivo, Paula con las sandalias en la mano, va sacudiéndose la arena que en esta parte de la costa no es fina, fácil de limpiar de los pies.
Suben por una calle que está cuesta arriba, luego diez escalones a todo lo ancho de la calle, pero bastante fáciles de subir.

-Bueno ya hemos llegado, pasa. La planta de arriba no la ocupo, no me gusta limpiar las partes de la casa que no utilizo.
-Buena política esa, tendré que poner a punto la mía para que no te asustes cuando entres.
-Me asusta mucho más el mundo donde tendría que estar trabajando ahora, en Barcelona, sorteando el tráfico, soltando palabrotas y discutiendo con los superiores. Eso sí que me asusta, por lo menos a mí, soy tímida por naturaleza ¿sabes?, y eso para mi oficio no es bueno. Trabajando a distancia cumplo con los objetivos, y todo el mundo contento.
-Lo entiendo, yo vine a España para dejar de trabajar con mi padre. Es un buen hombre pero muy exigente, muy duro, llegar aquí con unos amigos a pasar un verano, fue lo que hizo que cambiara de objetivos. Siempre se me ha dado bien dibujar, al principio hacía paisajes marinos con carboncillos, luego seguí con pastel y así llegué al óleo y la acuarela.
-Haz pasar a Sandro, el pobrecito está echado en la puerta, ¡ven cariño, ven con Paula anda!
-Tienes talento con mi perro, ¡a ver si va a terminar queriéndote más a ti que a mí!
-No seas tonto hombre, no se puede comparar, el dueño siempre es el dueño, desde pequeños lo eligen, y eso no hay quién lo cambie.

Nos hemos despedido con un par de besos en las mejillas, las tiene rojas y calientes, sin darnos apenas cuenta, nos hemos bebido una botella de vino tinto, que proviene de la bodega, que un encargado de la oficina donde trabaja, le trae de vez en cuanto de Alella.
He regresado a mi casa en la otra parte del pueblo corriendo por la arena de la playa, lo cierto es, que por ahí se llega antes por hacer la playa una media luna, que te ahorra salvar calles estrechas, subir y bajar escaleras.
Apenas subo las escaleras exteriores, que llevan a la primera planta de mi apartamento, Manel, el dueño me alerta.
-Corre noi que la Aurora está comprometen la case per el mes que ve a uns turistes.
Aurora está abriéndose paso, por entre las pilas de cuadros que tengo sin marco, a lo largo del pasillo, se queja ante el matrimonio de alemanes, de los alambres que tengo de pared a pared con los que ya tengo enmarcados.
-¿Pero que hace señora…? no sé si lo sabe pero me quedan dos meses de contrato todavía.
-Sí es ven cert, pero me los debes, aún no me has pagado los dos últimos recibos, así que se la he alquilado a estos señores.

La pareja que están interesados, van a pagarle el doble o más de lo que me cobra a mí.
-Claude, la pela es la pela, el meu marit ya fa cinc anys que no pot sortir a la mar, ens fan falta els calers.
Eso lo comprendo, lo admito, me he retrasado en el pago y es culpa mía, de nadie más. No puedo contarle que tuve que dejarle setecientos cincuenta euros a un amigo, para que marchara urgentemente a Francia, a enterrar a una tía suya que murió de golpe, ¿lo creería?, puede que sí, o puede que pensara, que es una mera excusa para que no me eche del apartamento. Como si estuviera empujando la puerta por dentro, apuntalándola, con tal de que no entrara, después de abrir con la llave.
La pareja de alemanes, están dispuestos a darme quince días para vaciar el apartamento, y poder pintar la casa a su manera. La señora Aurora mientras redactará el contrato con el gestor del pueblo, ese sí que tiene trabajo asegurado, un gestor en un lugar así, lo asemejo, a un gran pájaro, que volando por el cielo de la localidad, ve dentro de los tejados de las casas, conoce casi todos los secretos claro oscuros de las familias, su padre es el notario.

Inútil es decir, que he ido a visitar a un par de amigos míos, que lo eran, ahora ya no lo son tanto, uno vive con un chipriota, son pareja, el otro, está en pleno romance, con una muchacha portuguesa.
Esta noche la he pasado casi en vela, y lo poco que he dormido, ha sido rodeado de cuadros que me partían la cabeza, los protagonistas, pescadores simulados porque no hago retratos de nadie en concreto, me tiraban las redes de pesca por encima, y se liaban a palos conmigo. He despertado de mal humor, me doy cuenta a la hora de afeitarme, hoy me toca pasarme la cuchilla por la cara, después de cuatro días sin hacerlo, mientras me froto los dientes con el cepillo, pienso que tampoco pasa nada si lo dejo para mañana.
No es pereza, es más bien falta de incentivos los que hacen, que desde que despunta el sol, hoy, no me vea con ganas de casi nada, digo casi nada, porque el paseo diario por la playa no me puede faltar, lo ansío, es como una vitamina imprescindible que me recompone el cuerpo y el espíritu.

-¡Hola Paula…  -se saludan desde la lejanía-, Claude acelera el paso quiere verla de cerca de nuevo. A veces, las personas pecamos de ingenuas, nos sorprende una persona, su habla su mirada, la expresión facial en general de ella, y luego, cuando la mente ha acumulado todas estas características en la cabeza, cuando la vuelve a ver de nuevo, queda desencantado.

En el fondo creo, que es eso lo que quiero, ver con la luz de este nuevo día, si su rostro es el mismo que recuerdo. Si su sonrisa es la misma, si me saludará lo mismo que lo hizo ayer, y podremos continuar la conversación que dejamos a media, que ahora mismo no sé dónde la dejamos, ¿de qué hablamos…? ¡putein…!, cuando suelto tacos lo hago siempre en francés, de ese modo me parece que a nadie le va a caer mal lo que digo, como si fueran idiotas la gente que me rodea.

-Claude lo siento…
-¿Sientes el qué?
-Que te hayan metido en este brete, con el asunto del apartamento…
-¡Ha es eso…! ya me arreglaré de un modo u otro, no te preocupes por una cosa así, eso no es nada. Lo más importante es que podamos volver a vernos en esta playa vacía.
-¿Y eso…?
-Nada, mira, me hace ilusión poder verte a diario, y no desde ayer, no creas. Hace tiempo que vengo contando, los momentos en los que pasamos el uno junto al otro sin decirnos ni pio.
-De modo que ayer, por decirlo de algún modo, fue la culminación, al fin nos hablamos, conociste mi casa, yo conocí a Sandro…, en fin que todo salió, como si lo estuviéramos estado planeando ¿no?
-Más o menos, pero sin intención alguna, por lo menos por mi parte, a excepción de una cosa.
-¿Qué fue?
-Usé a Sandro para tener un pretexto, y saludarte en mitad de la playa.
-¿Es eso cierto?
-Sí, y no me arrepiento, de otro modo no me hubiera atrevido a hacerlo, necesitaba una patada en el culo, y esa me la dio Sandro al acompañarme. Espero que lo comprendas, o en su caso que me disculpes.

Paula ha escondido la cara con las manos, quizá no quiera reírse de mí en mi cara…, pero lo está haciendo, y no de una forma muy disimulada que digamos. Las manos delante de un rostro invisible, ofrece muchas interpretaciones… a pesar de estar seguro que ella no lo hace con ninguna mala intención. Comprendo que por un momento me vea como un chiquillo sin recursos, o hasta es posible, que comprenda la timidez que me invade.

-Claude me importa bien poco lo que diga la gente, pero no te busques un lugar para vivir y meter tus cuadros y tus marcos o materiales. Si colaboras conmigo en el mantenimiento de la casa, puedes venir a ocupar la parte de arriba, seguro que tendrás que quitar algunas telarañas, hace una eternidad que no abro la puerta de la parte alta de la casa, pero creo que te irá bien. ¡Tienes unas vistas desde allí, que seguro que te inspirarán en tú trabajo!
-Verás no puedo, me gustaría mucho pero creo que primero es mejor que nos conozcamos un poco mejor.
-¿Y no te parece que la mejor forma de hacerlo, es teniendo un contacto más estrecho? ¿O prefieres seguir saludándome en la playa vacía por las mañanas, yendo en caminos opuestos? ¿Cuánto tiempo tendría que pasar para conocernos mejor dando paseos por entre las barcas de pesca?
-En eso te doy la razón, por supuesto. Pero… hay una cosa que quiero aclarar antes de dar este paso. Tienes que admitirme un alquiler, el que tú establezcas.
-Vale. ¿Qué te parecen doscientos euros al mes todo incluido?
-¡Es muy poco mujer…! Yo pensaba en algo más.
-Pues, pon tú el precio, ¿Cuánto?
-¿Trescientos…?
-Vale de acuerdo, con una condición, el primer mes no te lo cobro, irá a cuenta de lo que se tenga que reparar y pintar ahí arriba.

En poco más de una semana Claude ya tiene todas sus cosas en el centro de la gran habitación del piso de arriba. Se tienen que hacer un par de comprobaciones de una filtración de humedad que hay en una esquina, y quiere dar una mano de nogalina, a las vigas de madera que sostienen el tejado. Luego pintará la gran habitación de blanco. Mucho trajinar para un solo día, se para ante la puerta de la habitación, un gran plástico cubre la mayor parte de la estancia, todo lo que tiene está encima. El piso es de tablas de madera, bastante resecas por la falta de uso, dos ventanucos suficientemente grandes dan directamente al mar, son de madera con contraventanas pero no cierran bien, es una de las primeras cosas que se tiene que poner a hacer, las brisas marinas del invierno en esta parte de la costa no son nada benévolas con algunos materiales.
Va a dar media vuelta y… entonces se da cuenta de algo elemental que no hay en la habitación, baño. No es que sea persona exigente en este tema, pero necesario sí que es, la verdad. ¿Voy a tener que subir y bajar la escalera cada vez que tenga que ir al lavabo? Es lógico que se haga esta pregunta.
Finalmente baja a la habitación oficina donde trabaja Paula. Espera a que termine de hacer unas copias en la impresora mientras habla por teléfono con la otra mano, pegando el auricular al oído con el hombro.
Ya ha terminado, ahora es el momento de hacer un comentario al respecto.

-Paula, estaba pensando que… bueno, arriba no hay lavabo ni nada que se le parezca, me preguntaba de qué manera lo podríamos arreglar para… en fin…
-Oye Claude, ¿tú nunca has vivido con alguna mujer en casa?, no me refiero en el apartamento donde estabas hasta ahora, digo en familia, ¿te habrás criado con tus padres,  hermanos o hermanas no?
-Pues claro, ¿y tú?
-Ojo D`artañán que yo también se usar la espada, ¡si vieras la cara que has puesto ahora mismo, cuando te he preguntado!
-Paula, es que no sé cómo te hubiera sentado a ti que te hubiera hecho esta observación.
-¿Te das cuenta que por mucho que nos cruzáramos paseando por la playa, jamás estaríamos teniendo esta conversación? ¿No es esto una buena razón para conocernos mejor?
Anticipándome a lo supongo me quieres decir, ya lo tengo previsto. El viernes vienen un par de albañiles para disponer un baño arriba, solo tienes que decirme que es lo que necesitas.
-Pues que quieres que te diga… lo elemental, no sé…
-Si no lo sabes tú, difícilmente lo sabré yo. Vamos a ver, hagamos una pequeña lista de lo que quieres: inodoro, ¿bidet?
-No bidet no me hace falta.
-Bien, entonces además del inodoro, ¿bañera o plato de ducha?
-Mejor plato de ducha, pero que sea un poco grande a ser posible.
-Muy bien, y con una mampara en lugar de cortina ¿de acuerdo?
-Me parece bien, bueno y luego un lavamanos con un espejo y un estante en cualquier lugar del baño, solo para poner las cuatro cosas necesarias, para el afeitado y eso.
-El resto de detalles me los confías a mí ¿Qué te parece?


Aunque aparentemente este asunto les concede un margen de confianza mutua, no es tal. Ambos han vivido determinada parte de su vida, no se conocen lo más mínimo, tendrán que ir aprendiendo a convivir, y eso significa, aceptarse unas veces y denunciarse otras. Cada cual tendrá sus inquietudes, unas serán más evidentes que otras, las guardarán a veces dentro de su corazón como si una llama los consumiese, otras será necesario que las hablen y discutan si no quieren terminar siendo de nuevo, dos sombras en una playa vacía.



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