domingo, 10 de agosto de 2014

EL CIERVO PERDIDO


                                               EL CERVATILLO PERDIDO




La jauría ya está suelta, el sonido de la corneta  excita a los perros, saben que ha llegado la  hora de su labor, buscar la presa que los cazadores a caballo perseguirán detrás de ellos.
Un sabueso, al que su amo lleva de cacería por pura compasión, arrastrando las orejas por el suelo, va cojeando por la edad que ya tiene, tras las cabalgaduras, sus ojos con los párpados caídos no hacen más que dificultar lo poco que puede llegar a hacer, a causa del polvo que levantan las herraduras de los caballos que van delante de él, y a quienes a su modo maldice.

Pero… siempre ha sido un perro fiel, fiel y muy listo, pues en los rincones más escondidos y dificultosos, otros de su especie no huelen nada, él sí, cosas de la experiencia. A las jaurías siempre se las renueva, los mayores enseñan a los más jóvenes, ahí no interviene la mano humana, entre ellos se entienden, incluso si algún joven se desmanda, los más viejos le mordisquean el lomo para que no se despisten y aprendan rápido, el alimento depende de eso, más de uno se ha perdido en la espesura y ha terminado siendo pasto de lobos o jabalíes.

En esta ocasión, van tras los corzos, animal astuto y con muy buena vista, y del oído ni hablemos, giran sus grandes orejas como auténticos periscopios, se podría decir que, cuanto no ven lo oyen. El viejo sabueso, con manchas negras, va un poco a lo suyo, a él ninguno de los más viejos le tose, ya conocen su carácter y sus dientes, tres o cuatro llevan señales perennes en sus cuellos y patas, de los dientes del viejo sabueso. Ahora encuentra una seta que es de su agrado, para se acuesta y se la come, más adelante, escava con sus fuertes patas en el terreno, y saca una trufa negra que es un regalo del cielo.

No pierde el rastro de la jauría, que a lo lejos escucha ladrar de forma excitada. Tras un gran roble, para de repente, ha oído un ruido que lo mantiene inmóvil, sin parpadear, mueve ligeramente las orejas, vuelve la cabeza con mucho cuidado y ve entre la espesura a un cervatillo despistado, los dos quedan como congelados por unos momentos. El uno y el otro, mueven las orejas, el cervatillo con la cabeza casi enterrada en el suelo, no quiere dejarse ver, es demasiado tarde, el sabueso ya lo ha visto. No tiene intención de asustarlo, de modo que poco a poco, arrastrándose entre la maleza, hasta llegar donde está el cervatillo se aproxima muy despacio.

El resto de la jauría está muy lejos de donde él está.   Lo reconozco, ya soy muy viejo para seguir los pasos de estos afamados perros, pero mira tú por donde seguro que he encontrado una presa antes que ellos, si fuera de otra manera, la corneta ya habría sonado para dar aviso a los cazadores, que van con sus lanzas en ristre. ¡Míralo el pobre… está aterrorizado!, ni se mueve aunque me ve, su madre le habrá enseñado que hacer si tiene un cazador cerca. Hola jovencito… ¿Qué tal estás?, no me tengas ningún miedo, no voy a devorarte, ni aun cuando era más joven hacía tal cosa. Nosotros, los sabuesos, marcamos el lugar donde están las víctimas, que luego cazan los caballeros, esos sí que son peligrosos, nosotros somos más bien, colaboradores de esta crueldad.
Muchas veces, cuando he visto como lanceaban a ciervos y jabalíes, te das cuenta de lo impotentes que son como personas, ha manudo no tienen éxito más que para cazar, luego en sus casas, no son nada, son corderitos conducidos por sus gordas esposas, que hasta los golpean, ya ves, cuando salen de caza, se desquitan con vosotros, desatan su ira contra los animalillos del bosque.

Todavía con los ojos de terror, al verse tan cerca del sabueso de quién nota hasta su aliento en la nariz, levanta la cabeza poco a poco.   Me he perdido, no sé dónde está mi madre, sin ella, mañana a esta hora, estaré muerto.    Caramba chico, ¡ahora sí que estás en un buen aprieto!    Ya ve usted…    He, nada de usted que no soy tan viejo, soy mayor nada más, lo que pasa, es que la apariencia de esta especie mía, da esa impresión, me puedes tutear.   Bien, pero eso no resuelve mi problema.   ¿Y qué quieres que haga yo?, no te puedo ayudar, son cosas de la vida, es así, hay que asumirlo.
Mientras suena la corneta a lo lejos, se escuchan gritos y voces, otro toque de corneta.   Vaya, parece que han dado con una manada de los tuyos, ¿Cuántos formabais parte de esta manada?    Pues… un macho muy grande con una gran cornamenta, y cinco o seis hembras, entre ellas está mi madre.    Mal asunto este, pequeño, estos perros que van ahí delante son muy buenos siguiendo rastros y como mínimo hay veinte caballeros, la mitad de ellos con lanzas, el resto con arcos y flechas, buenos tiradores.   Entonces ¿Qué hago…?    Pues no sé, nunca me he encontrado en una circunstancia así, soy un perro de caza, entiéndelo.   No puedo, soy demasiado pequeño para comprender determinadas cosas.

Sígueme pero ve a paso lento, que tengo las patas cortas, y tengo reuma en todo el cuerpo.   ¿Dónde vamos?    Tú sígueme y calla, no llames la atención, dentro de poco llegaremos a un vallado, sáltalo y sigues tras de mí.
A campo abierto, cruzan una pradera verde, esparcidas por el lugar se ven vacas paciendo.
Ahora ve con mucho cuidado, nos vamos a acercar a esa vaca más vieja, mira que tetas tiene, ve por detrás y con mucho cuidado, alargas el cuello hasta sujetarte a una de sus ubres, cuando la tengas, sin violencia, comienzas a succionar ¿de acuerdo? Yo mientras voy a hablar con ella, me conoce muy bien, mi dueño también es el dueño de las vacas.    Pero es que…   ¿Qué pasa ahora?    Que no me gusta la leche de vaca.     ¿Acaso la has probado mendrugo?, una cosa hasta que no se prueba no se puede desechar, ¿quieres seguir vivo o no?, porque no te queda otra.

Mientras el cervatillo comienza la maniobra de succionar la leche de la vaca, el sabueso habla con la vaca en un lenguaje que a él le resulta desconocido, al principio, sacude la cabeza el joven cuadrúpedo, pero poco a poco, le va resultando agradable, calienta sus tripas con esa leche rica en proteínas y grasas, la vaca por su parte ha soltado unos sonoros mugidos, que han espantado al cervatillo, pero la suma ha sido positiva.  
Venga, vamos de nuevo al bosque, ahora hay que encontrarte un lugar seguro, protegido de hombres y bestias.  
Lo conduce a un cercano riachuelo cristalino, ambos beben un poco, el sabueso para calmar la sed, el cervatillo para quitarse un poco el regusto de aquella extraña leche vacuna.
Este va a ser un buen lugar, verás, cuando se sale de cacería, los caballeros no dejan que los perros se distraigan a beber aquí, los hacen beber después de haber trabajado un buen rato, a la vuelta ya los llevan a todos sujetos de sus correas, los mozos no los dejan acercarse al rio, lo que quieren es que coman, luego beben de los bebederos de la casa.   ¡Hay que ver cuánto sabes de este tema!    A la fuerza ahorcan amigo mío, vamos a escarbar un hueco aquí, justo bajo estas zarzas, arranca hierba seca y extiéndela a manera de lecho, hoy haré guardia, no temas.

Al final del día regresan los cazadores con sus aparejos y un carromato que transporta a las víctimas de la cacería.   De una de las alzas del carro asoma la cabeza del macho con la lengua afuera ensangrentada, del final de la carreta, cabezas y patas, asoman en una fantasmagórica estampa, su madre es una de aquellas cabezas, hasta puede percibir todavía, el olor de su cuerpo. El jovencito inclina la cabeza con los ojos muy abiertos, no se le escapa sonido alguno, solamente se dibuja en su rostro, un brillo especial que denuncia que reconoce aquel cuerpo, baja la mirada y se derrumba en el suelo, instintivamente alarga el cuello sobre el suelo como queriéndose esconder de aquel desastre que le afecta directamente, el corazón se le acelera.
¿Te das cuenta…? esto que ves es la distracción de muchos, podrían comprar esta carne si tanto les gusta, pero no, tienen que sentir la fuerza de las lanzas penetrando la carne de los animales, sin pensar en las consecuencias, ¿Qué logran con esto?, matar a otros muchos que no van a poder crecer, no es tu caso, para eso me tienes a mí. Te ayudaré a crecer, hasta que seas un gran macho, prometido.

Ha pasado bastante tiempo como para que el cervatillo apunte maneras, se alimenta de pasto, cuando el invierno es muy duro, come con su manada cortezas de árboles y musgo que a fuerza de escavar con sus patas delanteras encuentran bajo la nieve, los líquenes también son muy apreciados por su sabor y propiedades. Con el sabueso, no cuenta nadie en la casa, ya está acabado, se solaza al sol, pasea y como no, visita la manada de ciervos que han aprendido a confiar en él. Aquel cervatillo con pintas de camuflage al nacer, se ha convertido en el macho Alfa de la manada, cuando están juntos, se alejan un poco de todos y hablan de sus cosas, el sabueso le informa de cuándo va a ser la próxima partida de caza y cuántos van a subir a cazar.

La última vez que se han visto, ha sido en una salida sorpresa, que el conde ha organizado para agasajar a un invitado especial, el sabueso corre para avisar, que se oculten, que marchen, planta cara a la jauría que sube por la ladera, saca fuerzas de flaqueza para impedir que lleguen arriba antes de que puedan huir, se pelea, muerde y le muerden, son más fuertes que él y mucho más ágiles, lo dejan mal herido pero los ciervos han podido huir.

Por la noche, descienden con cuatro jabalíes, y unos cuantos rallones vivos metidos en jaulas. Los usan los arqueros para entrenarse en el tiro con arco, subidos a caballo, los persiguen hasta que los tienen a tiro, y los atraviesan con sus flechas.

Los ciervos siguiendo a su jefe descienden de los riscos al bosque, entre los árboles, el macho descubre una escena dantesca, su amigo sabueso ha sido ahorcado de la rama de un árbol, resultaba un incordio para el resto de la jauría. Rodean su cuerpo y de pie sobre sus patas traseras, el ciervo amigo, con sus dientes, corta la cuerda que lo tiene preso de aquella trampa intencionada y vil. Arrastran su cuerpo hasta el lugar donde encontró refugio gracias a él cuando era un cervatillo, escarba la tierra con ayuda de otros subordinados y lo entierra.

¡Lástima amigo mío…! no estoy en disposición de hacer nada más por ti, descansa en paz y gracias por salvar mi vida y la de los míos. Si hay justicia en el mundo, sé que esto terminará algún día.

Después de algunos siglos, el ciervo es una especie protegida en estos parajes. Nunca es tarde para hacer lo bueno, ni suficientes los esfuerzos que se hacen, para conservar las especies que nos dignifican.




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