UÑAS
AFILADAS
No las esconde nunca, no tiene por qué, todos necesitamos de
ellas; a nadie se le escapa, que tarde o temprano, seremos llevados por los
aires, a su escondrijo secreto. Siempre va a la caza de seres vivos, los
muertos no le interesan, se complace en la carne viva, la que le mantiene viva
a ella.
Su capacidad de reacción sorprende, frecuentemente llega,
como si fuera un relámpago, sin dolor se lleva a sus víctimas, es quirúrgica en
este trabajo, usa métodos sorprendentes, que nos dejan pasmados a todos. Ahora
una súbita enfermedad, un accidente, un mal paso… Todo vale con tal de
completar ese ciclo, se sabe fuerte y no solo por sus uñas desgarradoras, usa a
menudo el mal que les queda a los vivos, para matarlos de una forma u otra.
Muerte es su nombre, se la ilustra de mil modos diferentes,
la más frecuente, un esqueleto que avanza lentamente con una guadaña en las
manos, sin que nadie vea su rostro, con vestido talar de una sola pieza, con
capucha, para que nadie se asuste si la ve venir. A veces rápida, otras, lenta,
trabaja a su antojo, no discrimina a nadie, escoge a sus víctimas al azar,
desde recién nacidos, a otros que ya han vivido demasiado, a su parecer.
Se enfada si cualquier otro le toma la delantera. ¿Quién eres tú médico matón para decidir que
esta criatura no nazca?, ya me la llevaré yo si conviene, lo tuyo es salvar
vidas no quitarme trabajo a mí.
Esta es la forma de las cosas que ella ve siempre, egoísta
de raíz nació, mala madre le dio la vida, de su padre dicen que no se sabe
quién es. Unos teorizan con el discurso que fue el hombre mismo quién la hizo
así. Otros, que viene de una dimensión desconocida, sea cual sea su principio,
cada vez hace más daño, multiplica el dolor del mundo, por el camino por el que
anda.
Sin trazas de que se la descubra, invisible cuando quiere
serlo, aparece y se difumina, como algunas estrellas del cielo. Sutil e
inestable a la vez, vuelve al camino sin temor a ser descubierta, va de caza, y
su coto es la Tierra entera.
Recuerdo una película del director Mártin Brest “¿Conoces a
Joe Blak?”, en la que se ilustra a la muerte como un chico joven y atractivo,
Brad Pitt, que hace cuánto le place por el sencillo hecho de ser la muerte. Es
una película de ciencia ficción, no podía ser de otro género, pues de ningún
otro modo se la puede presentar, casi al final de la película, cuando la muerte
dice que está enamorada de la hija predilecta de determinado poderoso señor, a
quién ha venido a llevarse también, este se niega en redondo.
¿Sabe ella quién eres, y adonde te la quieres llevar?, le
presenta un dilema a la muerte.
Al margen del resultado del final del diálogo, se dibuja a
la muerte como dueña y señora de voluntades, no le importan los principios que
dominen en las personas a las que visita de forma definitiva. Toma todo aquello
que quiere, y lo toma ya, sin pataletas ni deliberaciones. Medio Oriente, la
Gran Guerra, la II Guerra Mundial, todos los genocidios que a diario conocemos
que se llevan a cabo por todo el planeta, y otros que desconocemos, por
circunstancias políticas y económicas, son el pasto del que se alimenta la muerte,
mueve conciencias si no actúa de forma directa, crea personajes malignos, que
nadie, por retorcida que tenga la mente, sería capaz de imaginar. Los utiliza
como marionetas funestas de esa gran corte de aliados, que enriquecen ese
submundo suyo.
Nadie escapa a su voluntad, y lo peor de todo es, que nos
hemos acostumbrado a aceptarla como un bien necesario, aunque… nunca queremos
ser los próximos. Woody Allen dijo algo interesante acerca del valor del
futuro, sin esperar milagros ni maravillas de ella “Me interesa el futuro porque es el sitio
donde voy a pasar el resto de mi vida”.
Esperar, solo eso cabe de parte nuestra, vivimos comedias y
tragedias, la vida queda delimitada por estos dos conceptos, la aceptación o el
desprecio de alguno de estos dos, puede alargar o acortar nuestra vida, pero a
la muerte nunca se la puede engañar.
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