A LA VEJEZ VIRUELAS…
No sé muy bien a
qué vino este comentario de José, soy mayor eso ya lo sé, hace que no monto en
bicicleta del orden de veinticinco años… pero, mira tú por donde una amiga mía
encontró una bicicleta tirada al lado de un contenedor de basura. Es una BTT de
esas que van por todas partes, bueno, por todas partes a donde las lleves,
vamos que están preparadas con ruedas un tanto peculiares para andar por
carretera y caminos de tierra. Pues que quieres que te diga… faltaba limpiarla
bien y cambiarle un par de cosas que eran necesarias, el cable de freno
trasero, tensar un poco el freno delantero y engrasarla.
Seguramente quién
era su dueño anterior no se había ocupado para nada de ella, ni se le veía la
marca de la casa que la fabricó, de la mierda que llevaba encima… Pues escúchame una cosa que te digo, le dije
yo, ¿tú has tenido alguna bicicleta en tú vida? No, me contestó él, de pequeño
tuve un triciclo que funcionaba a base de darle a los pedales de la rueda
delantera, me estampé contra un pretil de piedra, me abrí la cabeza y mi padre
ya no me dejó ir más en bici. Eso sí, cuando fui mayor un amigo me vendió una
Derbi de marchas.
Pues mira tú por
donde, yo no he tenido nunca un triciclo de esos, tampoco tuve jamás
motocicleta, pero ahora me hace ilusión acabar de arreglar la bici esta y darme
paseos por el pueblo, y por los caminos que casi no hay tránsito. Cuando
quieras te invito a que vengas a verla… mejor ven dentro de tres o cuatro días,
ya la tendré terminada, lista para andar con ella. ¡Hay que ver… a la vejez
viruelas! ¿No te da vergüenza ir ahora por el pueblo en la bicicleta? ¿Y eso porqué vamos a ver? Coño porque ya no
tienes edad. No te jode, no tengo edad
para según qué cosas, como tú, imagino que no estarás persiguiendo faldas como
cuando eras más joven, pero para lo demás, tanto tú como yo podemos hacer con
más libertad lo que nos pase por la punta del cigüeñal, ¿no te parece? Eso es
tanto como determinar a qué edad debe casarse uno, hay quién se casa a los
veinte y otros a los sesenta… yo lo veo así. En la vida hay que hacer lo que a
uno le venga en gana en el momento que decida hacerlo, punto. No si al final me
vas a convencer jodido viejo.
Cosme le ha dado a
la cabeza los últimos dos días, al tercero, se ha presentado en la puerta del
garaje de José con una bici nueva de trinca, ¡lo que son las cosas…! Toca la
bocina de su impoluta bici nueva, se levanta la puerta del garaje de José y se
queda de piedra, comienza a dar la vuelta a su ciclista amigo Cosme frotándose
las manos con un paño un poco manchado de grasa, nada, restos de la porquería
que poco a poco le ha ido quitando a la bici desahuciada por alguien. ¡Joder
Cosme, esta bici vale una pasta del copón! No me ha salido barata la verdad,
pero me dije, si tenemos que hacer kilómetros
los haré más seguros en mi nueva cabalgadura. No si en eso no te falta
razón… pero piensa que las bicis pinchan y depende del sitio que nos pille no
tenemos talleres cerca, hay que reparar sobre la marcha, ya sabes, palanquetas,
pegamento, un trocito de lija para limpiar la goma, la cámara quiero decir,
parches de diferentes medidas… Oyes, ¿tú estás seguro de que quieres que venga
contigo?
Claro hombre… ¿Qué
estás pensando que me quiero vengar de algo que me hayas hecho? Te digo las
cosas como son Cosme, a los motoristas cuando les pasan cosas así tiene que
venir la grúa a remolcarlos, por lo menos tenemos esa ventaja, las bicis no
pesan casi nada, y podemos repararlas sobre la marcha. Tienes razón, tengo unas
ganas de comenzar a darle a los pedales… Pues eso está hecho, en cinco minutos
nos ponemos en marcha, voy a descolgar la mía y nos vamos.
Mientras Cosme
rodaba alrededor de la plaza ante el estupor de algunos que lo conocían bien. ¿Dónde
irá este viejo loco con una bicicleta ahora? José, un hombre habilidoso donde
los haya, dejó la vieja bicicleta como nueva relucía por todos lados, dio un silbido
a Cosme y este en un golpe de biela se le unió, cogieron el camino que
transcurría paralelo a la carretera general. ¿Qué, que tal vas Cosme…? Bien, lo
único es que me cuesta seleccionar las marchas, pero ya me haré con ella. Cosme
lo llevó adrede hasta una pendiente, donde se tenía que poner el plato pequeño
y piñón trasero grande, Cosme no hacía más que mirar abajo, al conjunto de
cadena, piñones delanteros, y hasta volvía mirar los traseros por entre las
piernas.
José para niño, que
no hay manera de subir ésta pendiente. ¿Cómo no la vas a subir si yo ya estoy
arriba esperando? Eres un flojo de cojones, mucha bici nueva y sin fuerza para
hacerla llegar montaña arriba, pues te advierto que no hemos hecho más que
comenzar… Ni bajado de la bici podía subir a pie por la cuesta, cuando llegó
sudando como un cerdo, preguntó… ¿Oye dónde vamos? A la ermita de San Nicolás, le
señaló con el dedo extendido, el tramo que les faltaba. ¡No jodas…! ¿Y tenemos
que ir por la cresta esta de la montaña… no hay
otro camino? No señor, venga vamos ya que si no se nos hará tarde. José
sabía un huevo de ir en bici, aunque en su juventud no había tenido ninguna,
estuvo tres años yendo a trabajar a diez kilómetros del pueblo a casa de unos señores,
sin faltar un día, lloviendo y hasta nevando había ido a trabajar.
Como me has engañado
ladrón, si parecéis la misma cosa tú y la bicicleta… Venga, pedalea y déjate de
monsergas. ¡Me cago en todo… si por aquí cabe solo la rueda de una moto!, Venga
ya, sigue, ya verás lo bonito que es todo al llegar allí arriba. Cosme llegó
bajándose de la bicicleta diez veces por lo
menos, José ya estaba bajo un ciprés devorando un bocadillo de jamón y
apretándole el culo a la bota de vino. Cosme arrimó el morro a una fuente que manaba sin
cesar de la pared de la ermita, boqueaba como un buey, miraba a José con una
mirada maligna. Se le había olvidado, que le haría falta algo de combustible
para ir en lo alto de la bici. ¿No llevas nada más en la mochililla esta para
dar un muerdo? No solo llevo vino, el que hay en la bota.
Se acercaba una tormenta
de esas que aparecen cuando menos te lo esperas, te pones como un pulpo y duran
no más de media hora, luego cuando estás calado hasta los huesos vuelve a salir
el sol. Bueno yo me vuelvo para casa, que va caer una de mucho cuidado.
Espérame José… Sí, lo mismo que tú esperaste para que cuando salía con Rosario,
me fuera a trabajar para arrebatármela, que te den por el culo a ti y a la bicicleta. Oye que yo solo no podré
bajar de aquí, por favor… que con la que empieza a caer me voy a matar. No te
apures, si tardas en bajar ya les diré dónde te pueden encontrar.
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