sábado, 19 de septiembre de 2015

A LA VEJEZ VIRUELAS...

                                                          A LA VEJEZ VIRUELAS…

No sé muy bien a qué vino este comentario de José, soy mayor eso ya lo sé, hace que no monto en bicicleta del orden de veinticinco años… pero, mira tú por donde una amiga mía encontró una bicicleta tirada al lado de un contenedor de basura. Es una BTT de esas que van por todas partes, bueno, por todas partes a donde las lleves, vamos que están preparadas con ruedas un tanto peculiares para andar por carretera y caminos de tierra. Pues que quieres que te diga… faltaba limpiarla bien y cambiarle un par de cosas que eran necesarias, el cable de freno trasero, tensar un poco el freno delantero y engrasarla.
Seguramente quién era su dueño anterior no se había ocupado para nada de ella, ni se le veía la marca de la casa que la fabricó, de la mierda que llevaba encima…  Pues escúchame una cosa que te digo, le dije yo, ¿tú has tenido alguna bicicleta en tú vida? No, me contestó él, de pequeño tuve un triciclo que funcionaba a base de darle a los pedales de la rueda delantera, me estampé contra un pretil de piedra, me abrí la cabeza y mi padre ya no me dejó ir más en bici. Eso sí, cuando fui mayor un amigo me vendió una Derbi de marchas.
Pues mira tú por donde, yo no he tenido nunca un triciclo de esos, tampoco tuve jamás motocicleta, pero ahora me hace ilusión acabar de arreglar la bici esta y darme paseos por el pueblo, y por los caminos que casi no hay tránsito. Cuando quieras te invito a que vengas a verla… mejor ven dentro de tres o cuatro días, ya la tendré terminada, lista para andar con ella. ¡Hay que ver… a la vejez viruelas! ¿No te da vergüenza ir ahora por el pueblo en la bicicleta?  ¿Y eso porqué vamos a ver? Coño porque ya no tienes edad.  No te jode, no tengo edad para según qué cosas, como tú, imagino que no estarás persiguiendo faldas como cuando eras más joven, pero para lo demás, tanto tú como yo podemos hacer con más libertad lo que nos pase por la punta del cigüeñal, ¿no te parece? Eso es tanto como determinar a qué edad debe casarse uno, hay quién se casa a los veinte y otros a los sesenta… yo lo veo así. En la vida hay que hacer lo que a uno le venga en gana en el momento que decida hacerlo, punto. No si al final me vas a convencer jodido viejo.
Cosme le ha dado a la cabeza los últimos dos días, al tercero, se ha presentado en la puerta del garaje de José con una bici nueva de trinca, ¡lo que son las cosas…! Toca la bocina de su impoluta bici nueva, se levanta la puerta del garaje de José y se queda de piedra, comienza a dar la vuelta a su ciclista amigo Cosme frotándose las manos con un paño un poco manchado de grasa, nada, restos de la porquería que poco a poco le ha ido quitando a la bici desahuciada por alguien. ¡Joder Cosme, esta bici vale una pasta del copón! No me ha salido barata la verdad, pero me dije, si tenemos que hacer kilómetros  los haré más seguros en mi nueva cabalgadura. No si en eso no te falta razón… pero piensa que las bicis pinchan y depende del sitio que nos pille no tenemos talleres cerca, hay que reparar sobre la marcha, ya sabes, palanquetas, pegamento, un trocito de lija para limpiar la goma, la cámara quiero decir, parches de diferentes medidas… Oyes, ¿tú estás seguro de que quieres que venga contigo?
Claro hombre… ¿Qué estás pensando que me quiero vengar de algo que me hayas hecho? Te digo las cosas como son Cosme, a los motoristas cuando les pasan cosas así tiene que venir la grúa a remolcarlos, por lo menos tenemos esa ventaja, las bicis no pesan casi nada, y podemos repararlas sobre la marcha. Tienes razón, tengo unas ganas de comenzar a darle a los pedales… Pues eso está hecho, en cinco minutos nos ponemos en marcha, voy a descolgar la mía y nos vamos.
Mientras Cosme rodaba alrededor de la plaza ante el estupor de algunos que lo conocían bien. ¿Dónde irá este viejo loco con una bicicleta ahora? José, un hombre habilidoso donde los haya, dejó la vieja bicicleta como nueva relucía por todos lados, dio un silbido a Cosme y este en un golpe de biela se le unió, cogieron el camino que transcurría paralelo a la carretera general. ¿Qué, que tal vas Cosme…? Bien, lo único es que me cuesta seleccionar las marchas, pero ya me haré con ella. Cosme lo llevó adrede hasta una pendiente, donde se tenía que poner el plato pequeño y piñón trasero grande, Cosme no hacía más que mirar abajo, al conjunto de cadena, piñones delanteros, y hasta volvía mirar los traseros por entre las piernas.
José para niño, que no hay manera de subir ésta pendiente. ¿Cómo no la vas a subir si yo ya estoy arriba esperando? Eres un flojo de cojones, mucha bici nueva y sin fuerza para hacerla llegar montaña arriba, pues te advierto que no hemos hecho más que comenzar… Ni bajado de la bici podía subir a pie por la cuesta, cuando llegó sudando como un cerdo, preguntó… ¿Oye dónde vamos? A la ermita de San Nicolás, le señaló con el dedo extendido, el tramo que les faltaba. ¡No jodas…! ¿Y tenemos que ir por la cresta esta de la montaña… no hay  otro camino? No señor, venga vamos ya que si no se nos hará tarde. José sabía un huevo de ir en bici, aunque en su juventud no había tenido ninguna, estuvo tres años yendo a trabajar a diez kilómetros del pueblo a casa de unos señores, sin faltar un día, lloviendo y hasta nevando había ido a trabajar.
Como me has engañado ladrón, si parecéis la misma cosa tú y la bicicleta… Venga, pedalea y déjate de monsergas. ¡Me cago en todo… si por aquí cabe solo la rueda de una moto!, Venga ya, sigue, ya verás lo bonito que es todo al llegar allí arriba. Cosme llegó bajándose de la bicicleta diez veces por lo  menos, José ya estaba bajo un ciprés devorando un bocadillo de jamón y apretándole el culo a la bota de vino. Cosme  arrimó el morro a una fuente que manaba sin cesar de la pared de la ermita, boqueaba como un buey, miraba a José con una mirada maligna. Se le había olvidado, que le haría falta algo de combustible para ir en lo alto de la bici. ¿No llevas nada más en la mochililla esta para dar un muerdo? No solo llevo vino, el que hay en la bota.
Se acercaba una tormenta de esas que aparecen cuando menos te lo esperas, te pones como un pulpo y duran no más de media hora, luego cuando estás calado hasta los huesos vuelve a salir el sol. Bueno yo me vuelvo para casa, que va caer una de mucho cuidado. Espérame José… Sí, lo mismo que tú esperaste para que cuando salía con Rosario, me fuera a trabajar para arrebatármela, que te den por el culo a  ti y a la bicicleta. Oye que yo solo no podré bajar de aquí, por favor… que con la que empieza a caer me voy a matar. No te apures, si tardas en bajar ya les diré dónde te pueden encontrar.

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