jueves, 3 de septiembre de 2015

LA FÓRMULA SECRETA

                                                          LA FÓRMULA SECRETA

Se sabe que las hay, un montón de ellas para muchas cosas diferentes, desde para calmar dolor de muelas, hasta para solucionar enfermedades muy serias, pero todas ellas son algo así cómo secretas, pasan de generación en generación con una especie de complot, de no decir a nadie, la composición de las recetas. En su inmensa mayoría, son esencialmente plantas que la naturaleza nos da, solo hay que saber hacer las composiciones, y las dosis que deben usarse de cada una de las raíces u hojas en su defecto que resultan en un medicamento efectivo.
No es de extrañar que en determinadas épocas de la historia, a las mujeres que eran en su mayoría las que se dedicaban a esos menesteres, se las tildara de brujas y terminaran por tanto en la hoguera, eso sí, después de terribles sufrimientos a causa de tormentos a base de estiramientos de huesos, rotura de huesos y finalmente el fuego, que las llevaría a la purificación del cuerpo y el alma.
Todo esto se conoce por los libros de historia, La Santa Inquisición jugó un papel importante en solucionar estos desatinos de las presuntas brujas, de eso y muchas cosas más, no solo se encargaron de estos temas, los inquisidores eran como la Stasi de la época de la Alemania del Este después de la segunda guerra mundial, la organización de inteligencia mejor tramada de toda la historia moderna.
Con todo y eso, todavía parece no haberse descubierto el secreto de la fórmula que nos haga seres más racionales y en consecuencia más felices. Alguien la tiene que tener escondida en algún lugar secreto, si es así y no la divulgan… me cagaré en sus muelas si llego a saber quién es. Porque hay que ver… hay que ser mala persona para tener ese secreto escondido, pudiendo hacer tanto bien a la gente. Como diría mi padre, gente que hacen cosas así, es que han mamado leche de algún dragón, sí de esos que echaban fuego por la boca.
Mira, defectos todos tenemos, para que nos vamos a engañar, pero que pudiendo evitarlos o modificarlos de alguna forma, no nos dejen hacerlo, porque nos escondan la fórmula secreta, hay que tener muy mala baba. ¡Hombre es que si no dejaría de ser secreta capullo! ¿No lo entiendes…? Vale, pues ahora no te cuento como vas a morir por ser tan cabrón, a ver quién se va joder más. Cuanto más tardes en darme la fórmula, más vas a sufrir, he y sin, arrepentimiento alguno, no te creas que voy a tirarme todo el día picándome con el puño en el pecho, para nada. Lo que estáis consiguiendo tú y los de tu calaña, es que la humanidad seamos más malos cada día, que nos odiemos cada día más, que no queramos estar juntos algunos humanos cuando lo cierto es que todos somos hermanos.
Algunas religiones ya se han dado por vencidas en eso de amarse los unos a los otros, por eso ponen sus objetivos en el hecho, dicen que ya seremos felices cuando resucitemos, si estamos en la memoria de dios… “tócate los huevos y baila”, a mí lo que me tengan que dar que me lo den ahora, bueno, ahora o dentro de un rato me da igual, si me apuras me espero hasta mañana, más no. Lo exijo porque sé que la fórmula existe, solo se trata de hacer la formula, como el druida de las aventuras de Asterix y Obelix.
Paso de dar hostias a los romanos, de contemplar a Cleopatra, o participar en unas olimpiadas para saber que las voy a ganar, porque tengo el secreto del poder. No quiero eso, solo quiero ser con los demás feliz, que los demás se sientan igual que yo, no que conspiren detrás de mí a escondidas, tendiendo telas de araña porque duden de determinado comportamiento dudoso. ¡Cobardes de mierda…! Infelices animalillos que no saben lo que desean de verdad, que siempre se han dejado regir por los demás, sin personalidad propia, sin objetivos más que el de inspirar lástima en los demás.
Mira, por esperar espero hasta final de este año, oye, que el veintisiete de Septiembre cumplo sesenta y cinco tacos, ya no estoy para más hostias. Por último, me queda decir solamente, que se admiten sugerencias para dar con el capullo que tenga la fórmula, y no la quiera soltar.


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