CANCIÓN DEL ADIOS
No
siempre tiene que ser una canción triste, a menudo esas canciones son de
bienvenida en cualquier otro lugar. Adiós a un lugar, llegada a otro, más
maneras de vivir, formas de pasar frio y calor que habíamos olvidado, que
descubrimos de nuevo.
Ya
he estado en lugares parecidos, en las orillas del Mediterráneo, con el sol
tostando mis espaldas, de mirar por las noches como los gatos, hacia otro lado
cuando las parejas están sudando entre las barcas de pesca y llenos de arena. El
adiós es el querido deseo de vivir, la forma más fácil de fundar una nueva
reseña en el mapa de tus vivencias, el modo perfecto para mí que llevo solo una
mochila con cuatro trastos.
Sol
potente, calor y sabor a sal en los labios, es una opción que tiene como único
motivo el ser yo, ser sencillamente como soy, vagabundo y conspirador con la
naturaleza, me gusta que la gente se asombre de los cambios que llevo a cabo,
¿por qué vivir solo en un lugar en un país tan grande, y entregado a cualquiera
que quiera descubrirlas?
Admito
mi locura, admito que me llamen inestable, aprecio que se me tenga como un
descubridor de lo ya descubierto. No he descubierto todavía todos los vientos
que azotan a veces sin piedad el suelo que piso, me gusta hacer pájaros de
papel para ver adonde los llevan los aires que me conducen a algún lugar lejos
de donde estoy ahora, aquí ya lo tengo todo visto, esa es la ventaja del que
nadie tiene y sin embargo desea ser un ser anónimo allá donde va mi sombra.
Es
por eso que los adioses o son más que
una realidad que unos podemos cumplir y otros no, tienen esposa e hijos, padres
y amigos a los que no pueden abandonar. Como quiera que sea que ese no es mi
caso, me voy y llego, vuelvo a irme y llego a otro monte, a otro mar, a otra
fuente que sacia mi sed.
El
caso es que a menudo esto te lleva a fracasos, te equivocas, aciertas o
simplemente anuncias desde la lejanía que estás a punto de visitar a distancia,
una llanura deslumbrada por el sol, un mar cegador por el sol de la tarde, o el
puente que a punto de cruzar, entorpece el camino porque no soy capaz de cruzar,
padezco de mal de altura, busco otro sitio y cuando lo encuentro me descalzo y
me mojo los pies para ver si el agua me satisface.
Esos
son los adioses que quiero, los fines y los comienzos, un techo diferente y una
calle que poco importa que esté asfaltada o no. De forma, que para lo que
muchos entienden esa palabra, adiós, para mí es solo un hasta otra… o hasta
pronto, toda la tierra está unida por la misma masa, ¿quién sabe qué me traerá el próximo invierno, o el próximo verano? En
el mejor de los casos el amor me dirige, quién no lo sepa digerir, no tengo
ningún problema en marchar hacia otros pagos, desde los cuales un día u otro,
tendré que decir adiós.
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