SOLAMENTE ESTA VEZ
Me
he querido convencer tantas veces de que solo sería una vez la que saldría con
una chica… en cambio nunca he podido cumplir con esta intención, no sé por qué
será, digo yo que serán los genes. Pero en el fondo ¿Qué culpa tienen mis
padres de que yo saliera con esa especie de deseo animal de fijarme en
cualquier mujer? No, eso no es justo, culparles a ellos de esos deseos impuros
no me vale. Mira, ahora se me acaba de ocurrir esta frase, deseos impuros, en
cambio jamás he sido una persona violenta ni malvada desde mi punto de vista,
solo que desde mi adolescencia, las mujeres me han llevado a mal traer.
Sin
distinción alguna, solteras, casadas, viudas, con una de ellas del barrio, me
estrené a los quince años. Con esa edad ¿Qué culpa puedes tener tú ante un
templo con las puertas abiertas de par
en par y quince años mayor que tú? No lo digo por justificarme pero creo que
culpa, lo que se dice culpa, no tenía ninguna, si acaso desconocimiento,
ignorancia, es más, puedo decir ahora, después de tantos años pasados, que yo
fui cagado de miedo a aquella cita de chocolate desecho con lenguas de gato.
Eso me puso para merendar esa tarde, el chocolate que de por sí ya es excitante…
no hizo más que de catalizador, del resto de la escena que se produjo dentro de
su dormitorio.
Por
otra parte… ¿Qué tenía que hacer… salir corriendo? Pues no, solo le dije en voz
baja, para que oyeran ni las moscas que se paseaban por la habitación, que era
lo que quería que le hiciera. Normal creo yo, la primera vez, vas más vendido,
que un carro de alfalfa en mitad de un prado lleno de caballos. Cuando
terminamos toda la función, que yo imaginé que le había parecido demasiado
corta, me preguntó cuándo podía volver a su casa. No, mira, te agradezco la
invitación pero no creo que sea una buena idea, ¿y si nos ve alguien? ya sabes,
en estas escaleras las paredes oyen. Soltó una carcajada que al principio creía
que se reía de mí, pero no era así, se reía de la estupidez de la pregunta.
Ni
que las demás vecinas fueran unas santas, me conozco al dedillo la vida y
costumbres de todas estas zorras que son madres de familia, y están formalmente
casadas con sus espléndidos maridos. Bueno vendré cuando pueda ¿vale? No, eso
no me vale, pasado mañana a esta misma hora de hoy, a las seis y media te
espero mi rey.
Salí
de allí que los pies no me tocaban al suelo, no porque me hubiera dicho rey, ya
sabía que yo de rey nada de nada, si acaso un chaval travieso que no sabía de
la misa la mitad. Debo agradecerle sin embargo que me introdujese un poco en el
mundo de la seducción, de una especie de magnetismo que todos llevamos dentro y
pocos explotamos al máximo. Pues eso… como en los estudios era un cero a la izquierda,
me concentré en instruirme acerca del tema, y eso al poco tiempo ya quieres
comenzar a experimentarlo, para ver sobre el terreno si lo haces bien o mal más
que nada. Y bueno… en muchos casos funcionó, en otros no, me dieron alguna que
otra hostia sonada, pero siempre en el mismo carrillo, hasta que me cansé y
cambié de táctica ampliando fronteras.
Por
un tiempo me dediqué a las mujeres casadas o separadas, un campo sin abonar
siquiera, cuando convenía ponía cara de pena, en otros momentos, cara de
bribón, y oye, de una forma u otra fui haciendo cosecha, pero eso sí, repetía
poco, no quería meterme en aprietos de los que tuviera que salir a puñetazos
con algún marido despechado. Una vez tuve una pelea con uno que además ni siquiera
conocía a su mujer, se conoce que algún malvado le dijo, que era yo la que me
tiraba a su mujer, mientras él se rompía los cuernos en la fundición. Pero una
vez y no más Santo Tomás, me rompió la nariz el muy cabrón con una botella de
anís del Mono, ¡joder cómo me dolió…! Y además sin culpa.
Pienso
en que todo esto forma parte del juego peligroso al que estuve jugando durante
años. El caso es que cuando adquieres esta forma de pensar como si formara
parte de tu vida, hasta cuando estás casado, sin darte cuenta, sucumbes a esta
personalidad que forma parte de tu propio ser. Sí, fui infiel en numerosas
ocasiones, estaba rodeado como por un halo de determinadas virtudes que otras
veían en mí, y reconozco que eso echó a perder mi relación de pareja a largo
plazo. Es triste proponerte algo, que sabes que se va a desarrollar en un
escenario, teniendo tú mismo, que formar parte de la tragedia que se va a
representar.
No
me gustaría que nadie interpretara esto como una máxima para vivir en paz y con
la conciencia tranquila, pero nunca, nunca, se puede decir… Vale pero solo esta
vez ¿vale?
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