sábado, 19 de septiembre de 2015

SOLAMENTE ESTA VEZ

                                                         SOLAMENTE ESTA VEZ

Me he querido convencer tantas veces de que solo sería una vez la que saldría con una chica… en cambio nunca he podido cumplir con esta intención, no sé por qué será, digo yo que serán los genes. Pero en el fondo ¿Qué culpa tienen mis padres de que yo saliera con esa especie de deseo animal de fijarme en cualquier mujer? No, eso no es justo, culparles a ellos de esos deseos impuros no me vale. Mira, ahora se me acaba de ocurrir esta frase, deseos impuros, en cambio jamás he sido una persona violenta ni malvada desde mi punto de vista, solo que desde mi adolescencia, las mujeres me han llevado a mal traer.
Sin distinción alguna, solteras, casadas, viudas, con una de ellas del barrio, me estrené a los quince años. Con esa edad ¿Qué culpa puedes tener tú ante un templo  con las puertas abiertas de par en par y quince años mayor que tú? No lo digo por justificarme pero creo que culpa, lo que se dice culpa, no tenía ninguna, si acaso desconocimiento, ignorancia, es más, puedo decir ahora, después de tantos años pasados, que yo fui cagado de miedo a aquella cita de chocolate desecho con lenguas de gato. Eso me puso para merendar esa tarde, el chocolate que de por sí ya es excitante… no hizo más que de catalizador, del resto de la escena que se produjo dentro de su dormitorio.
Por otra parte… ¿Qué tenía que hacer… salir corriendo? Pues no, solo le dije en voz baja, para que oyeran ni las moscas que se paseaban por la habitación, que era lo que quería que le hiciera. Normal creo yo, la primera vez, vas más vendido, que un carro de alfalfa en mitad de un prado lleno de caballos. Cuando terminamos toda la función, que yo imaginé que le había parecido demasiado corta, me preguntó cuándo podía volver a su casa. No, mira, te agradezco la invitación pero no creo que sea una buena idea, ¿y si nos ve alguien? ya sabes, en estas escaleras las paredes oyen. Soltó una carcajada que al principio creía que se reía de mí, pero no era así, se reía de la estupidez de la pregunta.
Ni que las demás vecinas fueran unas santas, me conozco al dedillo la vida y costumbres de todas estas zorras que son madres de familia, y están formalmente casadas con sus espléndidos maridos. Bueno vendré cuando pueda ¿vale? No, eso no me vale, pasado mañana a esta misma hora de hoy, a las seis y media te espero mi rey.
Salí de allí que los pies no me tocaban al suelo, no porque me hubiera dicho rey, ya sabía que yo de rey nada de nada, si acaso un chaval travieso que no sabía de la misa la mitad. Debo agradecerle sin embargo que me introdujese un poco en el mundo de la seducción, de una especie de magnetismo que todos llevamos dentro y pocos explotamos al máximo. Pues eso… como en los estudios era un cero a la izquierda, me concentré en instruirme acerca del tema, y eso al poco tiempo ya quieres comenzar a experimentarlo, para ver sobre el terreno si lo haces bien o mal más que nada. Y bueno… en muchos casos funcionó, en otros no, me dieron alguna que otra hostia sonada, pero siempre en el mismo carrillo, hasta que me cansé y cambié de táctica ampliando fronteras.
Por un tiempo me dediqué a las mujeres casadas o separadas, un campo sin abonar siquiera, cuando convenía ponía cara de pena, en otros momentos, cara de bribón, y oye, de una forma u otra fui haciendo cosecha, pero eso sí, repetía poco, no quería meterme en aprietos de los que tuviera que salir a puñetazos con algún marido despechado. Una vez tuve una pelea con uno que además ni siquiera conocía a su mujer, se conoce que algún malvado le dijo, que era yo la que me tiraba a su mujer, mientras él se rompía los cuernos en la fundición. Pero una vez y no más Santo Tomás, me rompió la nariz el muy cabrón con una botella de anís del Mono, ¡joder cómo me dolió…! Y además sin culpa.
Pienso en que todo esto forma parte del juego peligroso al que estuve jugando durante años. El caso es que cuando adquieres esta forma de pensar como si formara parte de tu vida, hasta cuando estás casado, sin darte cuenta, sucumbes a esta personalidad que forma parte de tu propio ser. Sí, fui infiel en numerosas ocasiones, estaba rodeado como por un halo de determinadas virtudes que otras veían en mí, y reconozco que eso echó a perder mi relación de pareja a largo plazo. Es triste proponerte algo, que sabes que se va a desarrollar en un escenario, teniendo tú mismo, que formar parte de la tragedia que se va a representar.
No me gustaría que nadie interpretara esto como una máxima para vivir en paz y con la conciencia tranquila, pero nunca, nunca, se puede decir… Vale pero solo esta vez ¿vale?

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