BUSCANDO LA OSCURIDAD
Era
joven y bastante alocado, en el momento que le propuse a una amiga salir de
paseo un verano, tenía pensado donde llevarla, a un ambiente que fuera propicio
para cortejarla, eso es lo que busca todo el mundo, el fresquito de las noches
de verano, un lugar lleno de fragancias de árboles y flores, lo más parecido a
un paraíso imaginario.
Necesitas
la ayuda de estos elementos para cortejar a una mujer, otros prefieren hacerlo
en mitad del sonido ensordecedor de una disco, supongo que yo para entonces era
un ser un poco extraño, o puede que hasta demasiado romántico, ¿Qué diría ella
de esa proposición, que era un fantoche de tres al cuarto? Pues no, aceptó sin
ningún obstáculo la invitación y estuvimos dando vueltas alrededor de la
Exposición, del orden de dos horas largas, cuando salimos a las calles
adyacentes a nuestro barrio, relativamente cercano, la acompañé hasta su casa,
allí con un apretón de manos que hubiera tenido que ser un beso, porque
estuvimos con las manos cogidas unos minutos que a mí se me hicieron una
eternidad.
Bunas
noches preciosa… Oye, no hemos quedado
para otro día, ¿Cuándo te parece que volvamos a salir? Se me heló el corazón,
¡me estaba proponiendo volver a salir de nuevo, cuando a mí me pareciera bien! Contesté sin vacilar… Mañana si quieres, per
tiene que ser a partir de las ocho y media, hago una hora extra. Vale… pues hasta mañana, llamas al timbre de
la escalera, ya estaré preparada. El día siguiente se me pasó como si llevara
todo el día, un saco de arena atado a las espaldas, pero después de una buena
ducha, me puse los tejanos con una camisa con el faldón por fuera, corrí calle
abajo hasta llegar jadeante, a las ocho y media en punto, a la puerta de mi
nuevo amor.
¡Que
fácil es decir eso…! Nuevo amor, así lo entendí en estos momentos de mi vida. Me
comía el mundo con patatas, o por lo menos eso creía yo, pero las cosas serias
casi nunca son como a uno le parecen. Sí, salimos, nos paramos a tomar unos
helados cerca de la Fuente Mágica de colores, en verano en cuanto se escondía
el sol las encendían y las hacían jugar con sus chorros entrecruzados. Hablamos
del futuro que tenía cada cual en mente, ella dejó claro que quería casarse y
tener un par de hijos, no añadió más al asunto, salvo que la ciudad no le
gustaba, no me dijo más que había pasado por malas experiencias, quería
olvidarlas.
En
este punto coincidimos, nací en mitad del barrio de Pueblo Seco, entre la
exposición y el paralelo, en los alrededores del Molino, muy parecido pero en
pequeño, del famoso Moulin Rouge de París. Barrio este lleno entonces de
prostitución y calles sucias con malos olores. Hay muchos sitios donde ir a
vivir cerca de aquí, quiero decir en provincias cercanas donde hacen falta
trabajadores cualificados, no es que sea un genio pero soy apañado, no me
da ningún miedo el trabajo que sea que
se me encomiende.
Terminados
los cucuruchos de helado de nata, subimos juntos las escaleras que llevan al
Palacio Nacional, hecho construir para la Exposición Internacional de
Barcelona, que se celebró en Barcelona en el año 1929. A mitad de la subida de
las escaleras que nos acercaban al último tramo del Palacio, se me adelantó dos
pasos y a un paso de ella, menuda pero dulce como un terrón de azúcar moreno,
me cogió la cabeza y me besó con fuerza obligándome a abrir la boca y dejar que
su lengua investigara, lamiera mi paladar produciéndome cosquillas que pocas
veces he vuelto a notar a lo largo de mi vida.
Ya
cogidos desde este instante de la mano, mi corazón estaba desbocado, casi me
dolía la caja torácica, tal era la intensidad con la que palpitaba mi poderoso
músculo. Mañana me gustaría que vinieras
a mi casa, estaremos solos, mi madre está cuidando a su madre en El Papiol, no
vendrá hasta dentro de tres o cuatro días, ¿vendrás? Pues claro, nadie más perfecta que tú para estar
en buena compañía. Anda que no sabes
nada tú… bribón, eso último me lo dijo pellizcándome la barbilla.
Desde
el siguiente día nada fue igual en mi vida, me pidió que fuera el primero que la
hiciera mujer, lo confieso, estaba cagado de miedo, pero como decía un amigo
mío, lleno de cicatrices de peleas en las que se había metido… A lo hecho pecho tío, vamos a por ellos y que
gane el mejor, o el que más hostias de.
Cumplí
como creo que era lo que esperaba de mí, al cabo de unos buenos cinco minutos,
salió del baño, nervioso como una hoja a punto de caer del árbol, esperaba
sentado en un pequeño sofá con las piernas juntas y las manos entre las
rodillas que era lo que había pasado. Asomó la cabeza por el dintel de la
puerta que daba al comedor, sonreía, le devolví la sonrisa, se acercó a mí
dando breves pasos, me dijo al oído… me has hecho muy feliz, te quiero y para
tú tranquilidad, casi no me ha dolido, ¡la sangre es muy escandalosa…! Si no
tienes prisa, después de comer un poco, suponiendo que tengas tiempo para mí,
nos acostamos de nuevo, bueno… si no te da reparo.
Recuerdo
haber dormido al volver a casa, pasada la media noche, como un bebé, hasta que
en mitad de la noche sin saber la hora me despertó una especie de bofetada,
palabra que me pareció que fue una hostia literal, pero no había nadie a mi
lado, en todo el derredor de la habitación estaba solo, un mal sueño. Quizás
fuera el presagio de algo que iba a suceder pero lo cierto es que me costó
dormirme de nuevo, ente el susto y el calor que hacía en aquella habitación mal
ventilada, conciliar el sueño en pleno verano era un sacrificio.
Al
siguiente día la llamé desde el teléfono de mi casa, no contestó nadie al otro
lado, sabía que a esta hora ella siempre estaba en su casa, esperé a que dieran
las diez, nada. Salí de casa y me acerqué a su casa, llamé al timbre de la
escalera, nadie contestó. Pasé así casi una semana, ilocalizable, estaba a
punto de volverme loco. Mi padre fue el que vio mi actitud de manera más
sensible que el resto de la familia.
¿Qué te pasa Albert? Nada papa, estoy un poco nervioso por el trabajo.
¡Venga hombre no me vengas con cuentos a estas alturas! Se le ha pasado la
novedad, te ha utilizado, has pagado el pato como se suele decir, has ido de
pringado.
¿De
qué me estaba hablando…? No lo entendía, mejor dicho no lo quise entender, por
su cuenta había hecho indagaciones y sabía lo nuestro, ella ya estaba trabajando
como sirvienta en un crucero de gran categoría, navegando por buena parte del
Mediterráneo. Al cabo de dos meses me llegó una postal de una isla griega,
estaba como siempre guapísima, ataviada con solo un bikini y una pamela de
paja.
Desde
entonces busco agujeros profundos donde poderme esconder, pero imposible, no
encuentro ninguno lo suficientemente adecuado para lo que yo quiero. Espero que
llegará un día que sin buscarlo lo encontraré, pero ojo… no tengo prisa alguna.
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