viernes, 25 de septiembre de 2015

AVE DEL PARAISO

                                                                AVE DEL PARAISO

No eres consciente de lo hermosa que eres, sencillamente naciste así, y con el devenir del tiempo te has convertido en una extraña ave que va más allá de lo que los humanos sabemos. No te adornan solo tus peculiares alas coloridas, entre la espesura de los maravillosos árboles del trópico, es además de eso, tus peculiares danzas de amor que atraen la atención de las demás criaturas que te rodean.
Eres. Créeme, una especie por descubrir, los biólogos quieren saber de ti y tur costumbres, también a mí me gustaría saber más acerca de tus hábitos, saber interpretar esos peculiares cantos tuyos, lo que significan, a quién van dirigidos. Sé que en el mundo de las aves exóticas, como el vuestro, cada movimiento de alas, cada trino de determinado sonido, tiene un significado.
No quiero ser un ser privilegiado, pero ¡me gustaría tanto saber a quién cantas con tanta insistencia! El día que me mirabas, mientras estabas posada en una rama cercana, tímida como lo son todas estas aves, tenía la esperanza de que dejaras ver con más confianza, poderte filmar, retratar e investigar después con el aprecio que mereces, a qué venían estos trinos insistentes que parecían decirme… Vete ya de aquí, estás invadiendo mi territorio.
No lo interpreté así, muy al contrario, me quedé sentado en el tronco de un árbol caído, que ya desgastado por el tiempo, me brindaba la ocasión para estar observando el cambio de color de tus plumas, según el sol acariciaba esas plumas, que por la mañana parecían azules, y que ahora como uno de los grandes misterios de la fauna que nos rodea, cambiaban a un color purpúreo, inimaginable.
No quise invadir lo que eres en sí, sacando fotografías, o tener un reportaje para enseñarlo a los amigos de la universidad. Solo esperé, contra la voluntad de mis dos acompañantes, insistían que por la noche salían a cazar los depredadores. Entonces pasó algo que jamás olvidaré, te comunicaste conmigo, sí, te dirigiste a mí y me alertaste de que corría peligro, mis compañeros no se apercibieron del asunto, yo sí, me levanté y me dirigiste hacia un terreno menos frondoso.
Me sacaste de tu selva para líbrame de algún caimán quizás, o cualquiera de las otras criaturas que sin hacer ruido alguno, se aproximan a uno con el fin de atacarlo o hasta devorarlo. Luego volviste a tu selva, seguro que hay alguien esperando tu regreso. No pude impedir el gesto de adiós que te hice con la mano, produjiste un trino un tanto escandaloso, quise interpretar que me decías adiós.

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