martes, 24 de marzo de 2015
ERAN OTROS TIEMPOS
ERAN OTROS TIEMPOS
Aquellos en los que encontramos a fuerza de visitar lugares donde vivir. Cierto que teníamos varias posibilidades, entonces las casas se alquilaban a precios decentes y tenían posibilidades, en ocasiones, infinitas. Mediante un amigo mío encontramos una gran casa que llevaba muchos años cerrada, pero era muy espaciosa y bien conservada, tuvimos que hacer algunos arreeglos que exigieron tiempo e inversión de dinero, pero por otra parte el alquiler se ajustaba a nuestras posibilidades, en honor a la verdad, era barata.
A tan solo tres kilómetros en linea recta de mi lugar de trabajo, la casa resultó de lo más conveniente para nuestra mudanza, me parece que fue la novena, en poco más de cinco años. Una vieja motocicleta me servía para subir y bajar al trabajo, en poco más de cinco minutos ya estaba en la puerta de la tienda.
LLegado el invierno lo pasamos mal, la casa estaba mal isolada, y me las tuve que ingeniar para evitar el frio que pasábamos por las noches con las camas llenas de mantas. Aun así disfrutamos de la casa al máximo, al ser tan grande había espacio sobrado para todos y hasta para recibir a familia y amigos que casi siempre nos visitaban, llegó un momento, después de estar acondicionada la casa, que algunos de nuestros amigos nos envidiaban al ver en qué la habíamos convertido, en un hogar acojedor donde nuestros hijos se criaban en un ambiente de felicidad y alegría.
Circunstancias ajenas a mí, hicieron que tuviera que dejar el trabajo en la tienda, me las ingenié para salir adelante creando un taller artesanal donde fabricábamos figuras con moldes. Este pequeño negocio familiar, nos dio salida a la precaria economía en la que nos vimos sumidos. Nos organizamos de forma que mientras que uno de nosotros fabricaba, el otro es decir mi esposa vendía en los mercados, luego, cuando ya tenía suficiente almacén de las piezas que más salida tenían, salía yo a vender a los mercados para darle un respiro a ella, tenía que ocuparse de los niños y la casa en general.
El vivir en una casa de esas características dio un impulso nuevo a la relación de familia en todos los sentidos, el pueblo era pequeño, no había problemas de tráfico ni nada por el estilo, los críos iban y venían a casa de los amigos con libertad y confianza plenas, lo mismo que ellos lo hacían en la nuestra. Entonces se me ocurrió la idea de comprar unas cuantas gallinas para que nos dieran huevos de confianza y hasta diseñé un pequeño huerto que nos daba lo necesario para hacer esnsaladas, judias verdes, y algunas otras legumbres que nos sirvieron de mucho en determinados momentos.
Los niños a medida que crecían, colaboraban en regar a diario la huerta y recoger tomates, y otros productos que ya estaban maduros. Fueron tiempos muy felices... pero entró un caballo que arrasó en parte toda esa felicidad, la enfermedad, caí enfermo y fue a partir de entonces que esto se conjugó con malas decisiones, dejamos la casa con el fin de vivir en una casa propia, teníamos los medios, como casi todo el mundo, hipotecándonos, y creo que eso, fue el principio de un fin que probablemente estaba anunciado. Cuando dejas de pagar recibos y los bancos te asedian, comienzas a pensar que mejor estabas en la casa antigua, con todas las ventajas que tenía, un alquiler bajo, mucho espacio, y auténtico cariño por tantas cosas que se inviertieron allí.
Eran otros tiempos cierto, desde entonces, siempre he considerado que la compra de una casa debe hacerse con el dinero en la mano, y eso amigos míos, es para un simple trabajador, poco menos que imposible.
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